Gran observador.

Néstor Rivero Pérez
[email protected]

El 11 de marzo de 1955 falleció el médico y científico británico Alexander Fleming, cuyo descubrimiento de la penicilina colocó su nombre, al lado de Louis Pasteur y Robert Koch, entre los grandes benefactores de la humanidad.

Gran observador

Dotado de la disposición para observar e intuir el curso de fenómenos relativos a su campo de trabajo, acostumbraba a desenvolverse en un laboratorio donde dominaba el desorden de instrumentos, papeles y frascos. Y ello le sería por demás útil, cuando en 1928, poco antes de deshacerse de algunos depósitos de sus cultivos, “notó que la colonia de un hongo había crecido espontáneamente, como un contaminante, en una de las placas de Petri sembradas con Staphylococcus aureus”, constatando que “las colonias bacterianas alrededor del hongo eran transparentes”. Así identificó pronto como penicillium notatun a dicha colonia transparente.

Antibiótico
La penicilina tuvo una rápida propagación dentro de los sistemas de prevención y como método terapéutico, al dar inicio a “la era de los antibióticos”, contribuyendo sin duda a salvar la vida de millones y millones de personas a lo largo y ancho del orbe. Si bien los descubrimientos de Pasteur y Koch aportaron solución al padecimiento de males humanos, muchísimas enfermedades quedaron al margen de sus vacunas.

Toda una carrera

Fleming, quien había nacido en la aldea escocesa de Loching, tuvo una educación bastante simple en su juventud. Sin embargo en 1901 y contando 20 años de edad, se inicia como estudiante de Medicina. Un amigo del club de tiro de la universidad le convence de que se integre al Departamento de Inoculación, sumándose en 1906 al equipo del bacteriólogo Almroth Wright, “con quien estuvo asociado durante cuarenta años”. Pocos años antes el químico y médico alemán Paul Ehrich ofrecía un tratamiento para la sífilis, denominado “salvarsan”, basado en el uso administrado de arsénico. En Londres, la única persona a quien se autorizó para suministrar el tratamiento, era Alexander Fleming. Fleming egresó de la universidad en 1908, iniciándose en la cátedra dentro del área de bacteriología. Concluiría su ejercicio docente, en 1948.

Penicilina

Fleming llegó a la penicilina gracias a una observación fortuita. Tras un paciente estudio en torno al tipo de mutaciones de algunas colonias de estafilococos, pudo constatar que un cultivo “había sido accidentalmente contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un hongo”. Su agudeza le indujo a observar cómo se comportaba el cultivo, dándose cuenta que “alrededor de la zona inicial de contaminación, los estafilococos se habían hecho transparentes”. Su intuición, así como experiencias previas y una excepcional capacidad de análisis, le hicieron ver con tino que todo se debía a “una sustancia antibacteriana segregada por el hongo”.

Nobel

Al comienzo los expertos dieron escasa importancia al hallazgo de Fleming, quien había publicado por primera vez artículos sobre la penicilina en 1929. Sin embargo, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, investigadores y químicos británicos desarrollaron un método de purificación de la penicilina a objeto de su distribución comercial. Fleming, quien hasta entonces había pasado sin patentar su descubrimiento, estimaba que el mismo debía contribuir a tratar muchas de las infecciones que afectaban la vida de millones de personas a lo largo del mundo. El reconocimiento le vino con el premio Nobel de Medicina en 1945.

Antibióticos

Con la penicilina se inauguró para la humanidad un tiempo que aún se mantiene: El de los antibióticos. Posteriormente ha surgido la estreptomicina, que se emplea en tratamientos de tuberculosis. El mismo Fleming habría de descubrir en 1928 la enzima lisozima, de efecto antibiótico, las que junto a los péptidos son “componentes naturales de la inmunidad innata de animales”, que podrían ser aplicados con propósitos de terapia próximos a la penicilina.

Sinópticos


 1949

Estatua de José Martí

Marines yanquis ultrajan la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana, lo que provoca la indignada repulsa de la población. A poco el embajador de EEUU en Cuba trató de dar excusas, empero al querer pronunciar el nombre del Apóstol, olvidó el nombre y dijo “José Martí”, lo que acrecentó la indignación del pueblo cubano.

1851

Verdi y Rigoletto

Una de las piezas operísticas de mayor representación en la historia -si no la que más-, el Rigoletto, compuesta por Giuseppe Verdi sobre texto de Piave, fue presentada por primera vez en Venecia, en el teatro La Fenice, tal día como hoy del año 1851, inspirada en la obra El rey se divierte, de Víctor Hugo. La deformidad física del personaje que da título a la obra, contrasta con la belleza de su hija, de quien se prenda el duque de Mantua. En la obra se escucha la donna e movile, quizás la canción operística más interpretada de la historia. Verdi, involucrado con el movimiento independentista de la Italia de mediados del siglo XIX, sería sometido a censura por las autoridades austríacas en numerosas ocasiones, quienes tachaban sus textos de carga patriótica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *