Luis Zárraga

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Los sonidos que vienen desde Colombia retumban en estos días en el recuerdo de los venezolanos cuando en febrero de 1989 se dio el caracazo que vivimos bajo los temores, la incertidumbre y la muerte en las calles de algunas ciudades del país, en especial Caracas y Guarenas, con la ola de protestas del pueblo y luego con los disparos que retumbaron en las noches entre carreras, gritos y sollozos de quienes fueron víctimas de la represión.

Ese estado de convulsión en Colombia nos remonta a las protestas, disturbios y saqueos en nuestro país que comenzaron el 27 de febrero de 1989 en Guarenas (estado Miranda) y se extendieron hasta la capital de la República y finalizaron el 8 de marzo del mismo año. Los tumultos se iniciaron principalmente en respuesta a las medidas económicas anunciadas durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, las cuales incluían un incremento de la gasolina y el costo del transporte urbano. El saldo de muertes, en esos sucesos, empezó el 27 de febrero cuando fuerzas de seguridad de la Policía Metropolitana, el ejército, y de la Guardia Nacional, salieron a las calles a controlar la situación pero amparados en la suspensión de las garantías, lo cual les otorgó licencia para reprimir al pueblo. Aunque las cifras oficiales reportan 276 muertos y heridos, algunos reportes extraoficiales hablan de más de 3.000 fallecidos.

Con el tiempo llegaría el Comandante Hugo Chávez Frías al poder en Venezuela y entre muchas otras su ascensión se daba por el Caracazo como impulsor de las necesidades populares postergadas por las élites gobernantes y el neoliberalismo que por años hizo de las suyas.

Ahora Colombia vive, a nuestro entender, los mismos episodios que aquí impulsaron la llegada de la Revolución Bolivariana. Son las voces y sonidos de los olvidados de siempre, de los marginados por el poder gobernante a quienes parece estarles llegando el inicio de su momento final en el vecino país, para retomar el camino labrado por el Libertador Simón Bolívar.

Allá son las protestas contra el gobierno de Iván Duque, quien hace de títere de Álvaro Uribe y la pila de ladrones de la oligarquía colombiana, cobijada por los capos de la droga.

Las manifestaciones arrancaron en Colombia el 28 de abril contra la ya retirada reforma tributaria del gobierno y hoy continúan, entre otras cosas, en rechazo a la brutalidad policial.

La plataforma Grita, una ONG de ese país, emitió un balance sobre la represión de agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) y del Ejército colombiano contra manifestantes.

De acuerdo a la plataforma, desde el 28 de abril hasta el 7 de mayo se han presentado 934 detenciones arbitrarias, 1.728 casos de violencia policial y 234 víctimas de violencia física cifra tras los recientes sucesos en ciudades como Cali, Medellín, Barranquilla, Buga, Palmira y Bogotá.

Además, en las denuncias de represión policial se contabilizan 222 casos de víctimas de violencia física, más de 40 homicidios, 831 detenciones arbitrarias, 312 intervenciones violentas, 22 personas con lesiones oculares, 110 víctimas por balas desenfundadas por policías y diez casos de violencia sexual.

Aunque los grandes medios de comunicación tergiversan la realidad e invisibilizan las víctimas de represión policial, en las diversas redes sociales tanto organizaciones sociales como ciudadanos independientes denuncian con videos la represión que se intensifica en horas de la noche en varias regiones del país.

Las escenas más impactantes llegan desde Cali, donde se ha producido el mayor número de muertes. Los enfrentamientos entre policía y manifestantes fueron constantes durante la noche. Hay imágenes de carros blindados y helicópteros dispersando a la multitud con gases lacrimógenos y detonaciones de armas.

El caos fue aprovechado por bandas delincuenciales locales para enfrentarse entre sí, según testigos. La primera planta de un hotel donde se hospedaban unos policías fue pasto de las llamas. Los manifestantes colocaron retenes en las principales carreteras de acceso y el aeropuerto se encontraba bloqueado. Las estanterías de los supermercados estaban vacías.

Las autoridades han abierto corredores para que la ciudad, de 2,2 millones de habitantes, pueda abastecerse de gasolina, medicinas y alimentos. Cientos de miles de pollos que llevaban tres días sin comer por falta de pienso fueron liberados por sus dueños e inundaron una carretera.

En Bogotá, las fuerzas policiales reprimieron a quienes adelantaron una vigilia pacífica por los caídos e igual sucede en otras zonas del país.

La Oficina de la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU) explicó que sus responsables, sobre el terreno, han sido testigos de “un uso excesivo de la fuerza por parte de la policía”. La portavoz de la oficina, Marta Hurtado, aseguró que los agentes utilizan munición real y golpean a los manifestantes.

Aquello de que la historia vuelve a repetirse parece que en este caso es una realidad. En Venezuela hubo un estado de convulsión en 1989 con el Caracazo, hoy es Colombia quien asoma luces ciertas e inéditas del resurgir de un pueblo antes que los conviertan las fuerzas dominantes, con el apoyo de Estados Unidos (EEUU), en cenizas. Habrá que esperar el devenir de los acontecimientos pero con el pueblo colombiano nos anotamos desde Venezuela que es igual a expresar la voz de un pueblo con matices propios pero en búsqueda de su libertad duradera.

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