Néstor Rivero Pérez

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A la medianoche del 30 de julio de 1812, para la madrugada del día siguiente, un grupo de patriotas, jóvenes y ofuscados, encabezados por Simón Bolívar y presumiblemente inducidos por personajes controversiales del período -entre quienes destacaban Antonio Fernández de León (Marqués de Casa León), Miguel Peña y Manuel María de las Casas-, detuvieron al Generalísimo Francisco de Miranda, con intención de someterlo a juicio sumarísimo al amanecer del 31, y conminarle a que expusiera, so pena de fusilamiento, los motivos para firmar la Capitulación de San Mateo, acto que calificaban como traición a la patria.

Precipitación

En un grueso número de lectores de historia patria ha quedado la primera impresión de que “Bolívar entregó a Francisco de Miranda para salvarse, cambiándolo por un pasaporte del jefe canario Domingo de Monteverde”. Un examen atento de las actuaciones de ese mes de julio -donde se cruzaban figuras como Antonio Fernández de León, el Marqués de Casa León -quien pasó de Jefe de Rentas de la Primera República con Miranda, a Intendente de Hacienda del realista Monteverde-, y Manuel María de las Casas quien, de hombre de absoluta confianza del Generalísimo, pasó a mantener una vida tranquila en la Caracas gobernada por el canario, permite aproximar responsabilidades. En todo caso, los herederos de De las Casas, décadas después de los hechos, publicarían un escrito exculpando a su padre de la entrega de Miranda.

 

Noche Triste

Semanas antes de la Capitulación de San Mateo, Miranda había designado a Manuel María de las Casas, comandante militar de La Guaira. Mucho confiaba en Casas, al punto de dormir en casa de este en La Guaira. Según Tomás Polanco Alcántara, Casas “fue un funcionario subalterno que… se colocó de parte del vencedor (…)”. Sin embargo, Pedro Gual sostiene que lo ocurrido se debió a una confusión: “Este arresto sin embargo, habría durado poco tiempo, porque una sola explicación habría bastado para disipar los pretextos erróneos con que se había hecho, pero ni aún hubo tiempo para hacerlo”.

Un testimonio

Y es allí donde Gual enjuicia la actuación de Casas, al afirmar: “Por una traición, la más infame, aquella plaza estaba ya vendida al enemigo. El ilustre arrestado y sus arrestadores se encontraron súbitamente prisioneros”. Gual, quien en 1812 había sido secretario del Generalísimo Miranda, y quien a partir de 1823 ejercería como sostenedor del Congreso Anfictiónico de Panamá concebido por Simón Bolívar, dirá en 1843: “(…) el coronel Bolívar no había todavía dado indicios de aquella actividad prodigiosa, de aquella sagacidad consumada, de aquellas concepciones sublimes, que desplegó después el general Bolívar desde… 1813”.

Relato de Azpurúa

En su texto Francisco de Miranda. Rasgos biográficos, Ramón Azpurúa recuerda que “El Libertador en el curso de su vida llegó a expresar… que en aquella terrible ocasión pensó seriamente que Miranda merecía ser castigado con la pena mayor… y que tal convicción le indujo a propender por su parte a la detención del Generalísimo”. Azpurúa refuerza su tesis así: “es rechazable por muy indigna la idea presentada por algunos historiadores apasionados de que se pensaba por los principales jefes republicanos entregar a los españoles el Generalísimo”. Según Azpurúa: “Se corrió el rumor calumnioso de que Miranda había recibido dinero de los españoles como precio de su capitulación. Los jefes republicanos (Simón Bolívar, Juan Paz Castillo, Tomás Montilla), resolvieron detenerlo para que no se embarcase (…) Ofuscados se dejaron engañar por la insidia realista” (Ramón Azpurúa, Colección Blanco y Azpurúa, Tomo IV).

Sinópticos

 

1811

Murió Miguel Hidalgo

Este día fue fusilado Miguel Ignacio Hidalgo y Costilla, quien mediante el Grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810, inició el ciclo emancipador mexicano. Hidalgo dio un contenido profundamente social, abolicionista y reformador, a la independencia de su nación, concitando la adherencia de miles de familias campesinas cuyos miembros se adscribían a su ejército como inmensa masa armada con palos y lanzas, y carente de experiencia militar, para enfrentar a las curtidas tropas realistas comandadas por el virrey Francisco Xavier Venegas y sus prestigiosos generales Callejas y Trujillo. Hidalgo avanzó rápidamente, tomando varias poblaciones y combatiendo con éxito en las semanas que siguieron. De septiembre a octubre de 1810 vencería militarmente en la Alhóndiga de la Granadina, Valladolid (Morelia) y el Monte de las Cruces, cerca de la ciudad de México. El 19 de octubre promulgó un decreto para la liberación de los esclavos, cuyos efectos los extendería el 29 -desde Guadalajara-, a todo el virreinato, “aboliendo asimismo el pago de tributos”. En el Monte de las Cruces, logra congregar una tropa de 80 mil soldados, empero en su mayoría jornaleros sin destrezas ni armamento para una guerra contra un enemigo bien organizado y equipado, y sin embargo, ese 30 de octubre de 1810 las fuerzas revolucionarias obtuvieron la victoria.

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