Néstor Rivero Pérez

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El 19 de septiembre de 1921, hace cien años, nació en Recife, región de Pernambuco (Brasil), Paolo Freire, alfabetizador y teórico de la Pedagogía Crítica y Liberadora, propuesta que irrumpe y se ha consolidado en amplios círculos de reflexión y praxis escolar a lo largo de muchos países de América Latina y el Caribe.

Educación “bancaria”

Crítica fundamental en el pensamiento freireano es la dirigida a la noción del docente como mero distribuidor del conocimiento carente de perfiles políticos y marco histórico y social. El educador, en este caso, traspasa al estudiante conocimientos ya elaborados, restringiéndose estos últimos al pasivo rol de recipientes en cuyo interior se deposita contenidos. Se trata de un tipo de escuela patriarcalista y acrítica en la cual solo es verdad lo que el maestro transvasa sin derecho a réplica, reproduciendo las instancias de dominación y valores establecidos.

¿Y las ciencias exactas?

En todo caso debe puntualizarse que la profunda crítica de Paolo Freire en este asunto enfoca el conocimiento social, por cuanto el insumo básico en ciencias exactas, matemáticas, física o biología y química, siempre requerirá de un mínimo de componentes que ha de suministrar el profesional especializado, y a partir de los cuales el niño, adolescente o adulto, en situación de aprendizaje, habrá de iniciar la elaboración de sus propias conclusiones y/o eventuales innovaciones al conocimiento existente.

Pedagogía crítica y práctica de libertad

Es interesante conocer el señalamiento del brasileño Dermeval Saviani, un agudo estudioso de la obra de Freire, y quien tras examinar la relación entre sociedad y educación estima que el propósito del proceso educativo es transmitir los “conocimientos significativos que contribuyen a la formación de individuos críticos y emancipados, que garanticen la inclusión social de los estudiantes”
(https://sites.google.com).

En Freire se manifiestan variadas influencias, entre las cuales destaca el pensamiento de “Hegel, Marx, el existencialismo, el estructuralismo lingüístico, el pensamiento revolucionario y el psicoanálisis” (https://inupsi.com). Para este educador pernambucano la auténtica educación es “praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo” (http://educacionsalta.com.ar). Y su aserto lo sustenta Freire en su experiencia personal latinoamericana “no solo en Brasil sino también en Chile, en la compleja trama de la realidad latinoamericana, donde plantear tan solo la posibilidad de la transformación del mundo por la acción del pueblo mismo, liberado a través de esa educación, y anunciar así las posibilidades de una nueva y auténtica sociedad, es convulsionar el orden anacrónico en que todavía nos movemos” (Ibídem).

Paolo Freire y Prieto Figueroa

Algunas interpretaciones de la obra de Freire estiman que el Estado Docente postulado por el venezolano Luis Beltrán Prieto Figueroa contraría los enunciados de la Educación Liberadora; empero se trata de circunstancias distintas: en tanto la Educación del Oprimido se adelanta en contextos en los cuales el Estado responde a los intereses de la alianza de poder oligárquico tradicional en los países latinoamericanos, el Estado Docente hace posible la orientación revolucionaria de la educación, en el marco de procesos de liberación nacional y de transición en los cuales factores emergentes asumen espacios de poder político. Prieto formuló aportes en la relación del Estado y la educación, al tanto que Freire dio su contribución en la praxis pedagógica de libertad partiendo, no “de modelos de adaptación ni de transición de nuestras sociedades, sino de ruptura, de cambio y de transformación total” (Ibídem). Ambas tesis concurren como haces complementarios dentro del prisma antiimperialista y postulador de un Mundo Posible.

Sinóptico

1692

Giles Corey, el “brujo” de Salem

Este día murió tapiado, por sentencia de un tribunal del pueblo de Salem, en Massachusetts (EEUU), Giles Corey, pequeño agricultor y a quien de modo infundado se le acusó de practicar la hechicería. Por entonces se había desatado en Massachusetts, y especialmente en las cercanías de Salem, una terrible persecución contra de un grupo de mujeres y que incluyó a una negra esclava, a quienes se tachaba de “brujas”. Quince de ellas terminaron ahorcadas. Así, encontrándose Giles en prisión desde abril de ese año, sería en septiembre cuando se abrió su juicio. Giles se negó en todo momento a admitir las falaces imputaciones que testigos fanatizados arrojaban en su contra y de su esposa, a quien también se condenó a muerte días después.

Manteniendo su silencio en todo trance, Giles se vio sentenciado a morir de un modo cruel: estando con vida se le hizo tenderse en el suelo para colocarle encima una tabla, sobre la cual se comenzó a emplazar piedras hasta el punto de quedar la víctima completamente encerrado y padeciendo el creciente y terrible peso hasta morir. Eran días de extrema intolerancia en los nacientes EEUU.

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