Alberto Vargas

@albertovargas30

Hay quienes ni siquiera saben que son dueños de sí mismo. Sencillamente porque están alienados. Hay otros que fungen de socialistas pero tampoco saben que no lo son. Asimismo encontramos personas que profesan religiones de la boca hacia afuera y en la práctica desdicen de sus creencias, porque tampoco saben que no son creyentes.

En realidad lo que más abunda es el fanatismo, el disociado sicótico atrapado por el poder mediático y el lumpen que funge de derecha y le hace el juego a los oligarcas, y para colmo ven como sus enemigos a los amigos del pueblo. Este andamiaje debemos desmontarlo, toda vez que el hombre nuevo, la mujer nueva, debe competir muy duramente con el pasado.

“La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigante escuela”, precisó el “Che”. Entender que en la creación de una sociedad nueva, una de las últimas ambiciones es ver a un hombre y a una mujer liberado de su enajenación. La tarea consiste en impedir que las nuevas generaciones atrapadas por el senil capitalismo con sus armas ideológicas se corrompan y dañen a las otras. “La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera”, nos recuerda el “Che”.

Un revolucionario no solo es un combatiente, también es sembrador de conciencia, debe enseñar que el pueblo entienda, es decir, que nuestros hermanos los trabajadores y las trabajadoras sepan cuál es el origen de nuestros males, que se entienda que el capitalismo y sus sucedáneos es un sistema depredador, viejo, cruel, acabado y atrapado en sus contradicciones, un asesino que parió la propia historia pero que ahora va por él, el socialismo; después de cinco siglos infatigable en su criminal faena, que todavía, antes de terminar su agonía y morir, pretende arrastrar a su tumba a toda la humanidad. Que entienda que por su causa, la injusticia nos rodea en el barrio, en cada esquina, en el campo, en la ciudad, que entienda que su contrario, el socialismo, hacía allá va de manera incontenible.

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