Néstor Rivero Pérez

[email protected]

El 18 de septiembre de 1812 se extinguieron las últimas llamas del pavoroso incendio que, en el marco de la invasión orquestada por Napoleón Bonaparte contra la patria de Pedro el Grande, asoló por cuatro días la ciudad de Moscú.

Imperio Napoleónico

Modernidad e imperio. Habiéndose erigido en 1804 como “Emperador de los franceses”, Napoleón Bonaparte venía adelantando desde los días de la Campaña de Italia en 1797, y luego como Primer Cónsul en 1801, operaciones militares a lo largo de Europa con el designio de someter a su voluntad las monarquías del Viejo Mundo. Así, despojando de sus diademas a los anteriores soberanos para entronizar a sus hermanos y allegados -a la vez que pactando alianzas con las testas coronadas de Austria y Prusia-, mantuvo en vilo el orden mundial al eliminar la servidumbre de la gleba en los países conquistados e imponer el Código Civil en estos territorios, reivindicaciones sociales y democráticas, en el marco de sociedades cuyas estructuras se atenían a relaciones feudales.

Yerros en la Península

Sin embargo de las reformas sociales que acompañaban su expansión imperial personalista, Napoleón incurrió en varios desatinos estratégicos de orden militar que darían al traste con un poder que en sus comienzos lucía incontrastable. En 1808 acometió una invasión que significó el inicio del declive: la guerra en España, tierra en la cual sus fuerzas se midieron con un enemigo que empleaba táctica hasta entonces desconocidas en la historia militar convencional: el alzamiento popular en forma de guerra de guerrillas. Si bien el corso acertó en Bayona en cuanto al modo de despojar a Carlos IV y Fernando VII de la corona, no ponderó la resistencia que le ofrecería el pueblo español, y su ejército, la Gran Armée, no estaba preparado para la táctica de emboscadas y desgaste de largo plazo que en la Península encabezaron caudillos como Juan Martín Díaz, El Empecinado; Francisco Espoz y Mina, el Cura Merino y José María de Torrijos y Uriarte, entre otros. Así, percatándose desde 1811 de los desastrosos resultados que cada nuevo día arrojaba, en España, las operaciones de su Gran Armée, Bonaparte reorienta el escenario principal de sus esfuerzos bélicos hacia la Europa oriental.

Invasión a Rusia

De este modo prepara y acomete la invasión a la Rusia dominada por Alejandro I, poniéndose él mismo a la cabeza. Napoleón sustentaba su imponente expedición con 700 mil efectivos, alegando el desconocimiento del zar a los acuerdos de 1807 suscritos en Tilsit, los que incluían el reparto de Polonia y la cooperación de Prusia. Dividiendo sus fuerzas en tres agrupamientos, él mismo se pone al frente de 250 mil hombres; al tanto que las otras líneas las hace comandar por Eugene de Beauharnais, Jérome Bonaparte y J MacDonald, entre otros de sus mariscales. Contaba además con una reserva aproximada de 300 mil soldados: una fuerza jamás reunida en la historia de las guerras hasta entonces.

 

Incendio en Moscú

Los rusos respondieron a la invasión francesa con la táctica de “tierra arrasada”. El general Mijail Kutúsuv, al frente de las tropas que defendían la patria de Catalina la Grande, resolvió la evacuación de la capital, destino de la irrupción francesa. Bonaparte quiso tomar Moscú para hacerse de los abastecimientos que ofrecía dicha ciudad; empero a medida que ser acercaba veía acrecentarse en el horizonte, llamaradas que salían del lugar en que se asentaba Moscú. Como móvil del incendio se ha supuesto la resistencia contra la invasión, aunque León Tolstoi sugiere un accidente como causa (La Guerra y la Paz). El Kremlin y otras edificaciones se salvaron: empero tres cuartas partes de la ciudad ardieron, obligando a Napoleón a emprender su regreso, para entrar a París derrotado.

Sinóptico

1783

Euler, el más grande matemático

Este día murió en San Petersburgo (Rusia) Leonardo Euler, el más grande investigador en el campo de las matemáticas a lo largo de la historia. Euler dio a conocer el llamado número “e”, que se aplica en cálculos de altas matemáticas; también hizo innovaciones en la teoría de anillos de números, cálculo, análisis matemático, mecánica y astronomía, entre otros.

Posee el mérito de haber descubierto “la conexión entre la función zeta de Riemann y los números primos”. Corresponde, asimismo, a Euler el descubrimiento del concepto denominado “Característica de Euler del Espacio”, según el cual, geométricamente, los cuerpos poseen propiedades inalterables, como conectividad, proximidad, continuidad, tipo de consistencia, y conectividad, entre otras. Para sus hallazgos Euler examinó al detalle las ideas de Newton, Leibniz y Bernoulli.

Genio analítico como casi no se conoce otro para extraer conclusiones, así como para formular hipótesis que coloquen el conocimiento matemático en un nuevo estrado, Euler dio el paso de la geometría euclidiana a una simbólica, empleando coordenadas y ecuaciones, que hasta entonces se ignoraban en dicho campo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!