Roy Daza

@Roydaza

La VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños impactó el tablero mundial; los distintos polos de poder siguieron con atención las deliberaciones, y su definición principista, enunciada por el presidente López Obrador, en la que se subraya “el respeto a nuestras soberanías”. Fue un campanazo que aplauden las multitudes irredentas desde la Patagonia hasta California.

La cita en Ciudad de México, el 19 de septiembre, fue propositiva y valiente; el presidente Nicolás Maduro recordó el proceso de su constitución, y la ardua labor del Comandante Chávez, impulsor de esta iniciativa junto a otros líderes de la región; destacó que ello fue posible porque se colocaron en el centro del debate los intereses de los pueblos, y propuso que para avanzar en los acuerdos aprobados se instituya una secretaría general, pidió apoyo al proceso de diálogo nacional, y a Benítez y a La Calle, los puso en su sitio.

El documento de 44 puntos fue consensuado por los representantes de 31 países de la Celac, y cabe destacar que se aprobaron varias iniciativas para el combate a la pandemia; se creó un fondo para encarar el problema del cambio climático, la discusión conjunta de las naciones con el FMI sobre el tema de la deuda externa, y se decidió trabajar en la creación de la Agencia Espacial Latinoamericana.

En el campo político resalta la proposición de marchar hacia una redefinición de las relaciones de Latinoamérica y el Caribe con Estados Unidos y Canadá, en el marco de una nueva realidad geopolítica global, cuyo proceso conduciría a la sustitución de la OEA.

La conciencia patriótica y democrática de nuestros pueblos generará las condiciones para alcanzar la unión latinoamericana y caribeña, y con ella contribuir a un nuevo equilibrio del universo.

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