Jesús Moreno

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Son muchas las informaciones que en los últimos meses y días han estremecido las fibras profundas de la patria.

El 24 de junio celebramos el bicentenario de la Batalla de Carabobo, fecha magna de nuestros atletas en Tokio con la obtención de medallas. Oro, plata, diplomas y otros méritos por su rendimiento, que nos situó en el puesto 42 de las jornadas mundiales, como nunca lo había obtenido en todas las olimpíadas realizadas. En estos meses sufrimos la muerte del general Jorge Luis García Carneiro, calificado líder militar de la Revolución Bolivariana.

También el fallecimiento de Aristóbulo Istúriz, otro dirigente valioso del movimiento.

El gobierno y la oposición abren las conversaciones en México para un diálogo que resulte la obra creadora. Se abrió el funcionamiento nacional y por ahora hemos padecido en 85 municipios de Venezuela, inundaciones, vaguadas y otras tragedias con las primeras 35 temporadas recibidas, pero debemos prepararnos para recibir 75; todos estos hechos han sido cubiertos por los medios de comunicación y, especialmente por nuestra Venezolana de Televisión.

Unos nos han llenado de orgullo, felicidad; otros de tristeza y dolor, algún patriotismo de gran significación e impacto para la conciencia colectiva.

Todas estas informaciones son el reflejo de la parte de una existencia de una patria con una vida vibrante, de profunda vitalidad, llena de aconteceres históricos, humanos, que han conmovido la conciencia nacional.

Dentro de este panorama se nos pierde o diluye el encarecido mensaje del presidente Nicolás Maduro Moros, que nos lo da en cuanta oportunidad tiene, porque está seguro de que es un camino que lleva una fuerte carga de incorporarnos a la producción de alimentos, bienes, servicios, creación de tecnología e investigación, en la medida de lo posible. Considera esta producción real como vía segura para salir de graves dependencias. Es el camino seguro y duradero para romper con el pasado que nos mantenía en el engaño y la ilusión de que las divisas petroleras nos lo darían todo y por siempre.

El petróleo está ahí, en los pozos en agotamiento, en la faja del Orinoco, en el Esequibo, y en cualquier otro lugar del territorio nacional, y nos podrá dar muchas divisas petroleras para comprar e importar, pero no nos dará pan, porque ese lo da la tierra.

Ese sueño nos manejó muy estratégicamente durante 60 años, nos hizo consumistas y nos llevó al paroxismo en 1972-73, cuando de un solo salto nos dio el oro negro un ingreso extra de 9.534 millones de dólares. ¿Y qué lo hicimos? Lo importamos, lo despilfarramos en los gobiernos de AD y Copei. Y lo aprovecharon algunos funcionarios y capitalistas, y no se oyeron algunas voces sensatas, como la de Juan Pablo Pérez Alfonzo, Rubén Soder Pérez, Manuel Tumker Salas, Salvador De la Plaza, Francisco Miers, ni la de las nuevas generaciones como Fernando Travieso, que siempre impugnaron el festín petrolero.

El presidente Maduro insiste y no lo vamos hacer con datos técnicos académicos que existen en abundancia, dentro y fuera del país; lo vamos a hacer con algo sencillo y simple, porque nos interesa llegar al corazón del pueblo y sus entendimientos. El poeta Kalil Gibrain en su libro El jardín del profeta, con hermosas palabras nos dice: “Tened piedad de la nación que lleva vestidos que no teje ella misma, que come pan cuyo trigo no cosecha, y bebe vino que no mana de sus propios lagares”.

“Compadeced a la nación que aclama a sus matones como héroes y que considera bondadoso al oropelesco y despiadado conquistador y cuyo estordiste es un zorro, y cuyo filósofo un prestigiador”.

Mucho de esto pasó con la tiranía que nos impusieron con la hemorragia de divas petroleras en un plan macabro contra la Patria.

La lucha del Presidente con su llamado a la producción nacional es el gran reto para todos los venezolanos y para ello requerimos la paz y el trabajo.

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