VEA / Ildegar Gil

Durante los últimos años, el Maestro (así, en mayúsculas), Ramón Guárate, brindó muchas alegrías a quienes lo conocieron. ¡Más alegrías que en todos los años previos! porque en estos últimos siempre logró reponerse de malestares y quebrantos impertinentes que mantuvieron con angustias a familiares, amigas, amigos, admiradores y admiradoras de su trabajo y su personalidad.

Este martes, 19 de octubre, el «guaratazo» del micrófono recio decidió cambiar de plano. Momentos del mediodía fueron testigos de un silencio un tanto extraño en él, que sirvió para confirmar la inefable despedida.

Millones de hombres y mujeres jamás podrán olvidar a quien desde el otro lado de la caja radiofónica les brindara calidez leyendo notas informativas en bloques noticiosos de emisoras como Radio Rumbos, YVKE Mundial, Radio Nacional de Venezuela y, entre otras, el canal Venevisión ,donde también ejerció su digna y apasionante profesión.

Dicción perfecta, entonación perfecta, sentimientos perfectos y amistad perfecta constituyeron su prístino perfil laboral y humano. Orgullo al máximo, sienten quienes compartieron a su lado luego de haberlo escuchado durante extensos años. ¡Más orgullo! cuando escucharon del trueno de voz que lo acompañaba, las notas escritas, ahora como compañeros de faena.

Fue toda una escuela en lo que a disciplina se refiere. Puntual, siempre puntual, al momento de comenzar su guardia en cabina.

En 2018, a propósito del Día del Padre, entrevistado en YVKE Mundial, declaró: «»Orgulloso de ser humilde y de haberle enseñado esa cualidad a sus hijos (…) tengo tres hijas que son profesoras, otra es abogada y mi hijo es ingeniero. No tengo dinero pero tengo esa satisfacción muy grande».

Ocho (8) años antes, en ocasión del Día de la Radiodifusión, a la misma emisora recordó una vivencia protagonizada en la década de los años 60 durante el gobierno represivo de Rómulo Betancourt: «Yo tenía en Radiodifusora Venezuela un programa de poesía y me obligaban a llevar todo el material a la Comisión de Radio (Ministerio de Transporte y Comunicaciones), que controlaba todo, desde las novelas hasta los noticieros. Una vez el compositor Valentín Carucí me entregó un poema que hablaba sobre los niños que morían en los hospitales por falta de médicos y medicinas. Su título era Mire, comadre, mire. Como era sábado, lo recité sin autorización del Gobierno. Media hora después llegó la comisión y varios policías. Me metieron 72 horas en la cárcel de El Obispo, que quedaba en El Guarataro”, sector de la parroquia San Juan, en Caracas.

Muchas, ¡incontables! son las anécdotas con este padre de la locución. Quien suscribe fue testigo de una de ellas, narrada y encarnada por él, el 4 de febrero de 1992 en Venevisión. Ambos formábamos parte de la nómina de Radio Rumbos.

Para entonces, durante las primeras horas de aquella madrugada, el comandante Hugo Chávez Frías había irrumpido contra el oprobio de la Cuarta República que en ese momento tenía en Carlos Andrés Pérez, CAP, a su máximo exponente. Hábilmente, el andino que tres (3) años había ordenado disparar contra el pueblo sublevado el 27 de febrero de 1989, había logrado refugiarse en el canal de La Colina, propiedad de Gustavo Cisneros, uno de sus pilares en aquel régimen de injusticia y manipulación mediática.

Guárate observaba a un CAP que nervioso y tambaleante había decidido dirigirse al país para demostrar que él se mantenía al frente del poder. Siempre «montado» en la noticia se atrevió a acercársele y decirle: «Presidente, dé la hora cuando empiece la alocución. Así la gente sabrá que está en vivo».

No fue, como cualquiera pudiera sospechar, una «jalada» del barloventeño al tachirense, sino una sublime manera de ser fiel y rendir culto a la tan necesaria precisión del mundo de la comunicación en el que supo figurar y de la que hoy, lamentablemente, tanto se padece.

Ramón Guárate: ¡Hasta la victoria siempre!

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