Alfredo Carquez Saavedra
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El título de la columna resume lo que fue, es y seguirá siendo un punto en común del colorido y diverso universo de la oposición venezolana. La negación, alimentada por el odio, domina a sus dirigentes al igual que a sus intermediarios, quienes prestan sus espacios en los medios de comunicación para promover, sin mucho disimulo, sus posiciones.
Eso del rencor acumulado alimenta cualquier comportamiento antisocial como los que se han registrado; por ejemplo, en Mérida y Cojedes, hechos en los que se advierte que el fascismo está ahí, latente, a la espera de cualquier oportunidad para saciar su sed de venganza y sangre. ¿Qué se espera para parar tales demostraciones en seco?
Las imágenes que viajaron por las redes de los sucesos ocurridos en los estados arriba mencionados, obligaron recordar los momentos aciagos del 11 y 12 de abril de 2002, cuando se desataron los demonios encarnados en funcionarios de la desaparecida Policía Metropolitana dirigida por el también desaparecido alcalde mayor Alfredo Peña, y en las turbas comandadas por Leopoldo López, Henrique Capriles y demás “jefes” de Primero Justicia (aun no existía Voluntad Popular) y el asedio a la Embajada de Cuba.
Y no podemos pensar en que este es un comportamiento que se manifiesta únicamente en esta Tierra de Gracia. Búsquense imágenes y/o noticias del comportamiento de la derecha chilena (incluyendo la Democracia Cristiana) antes, durante y después de septiembre de 1973; de los supremacistas y separatistas bolivianos de la Media Luna, tan queridos por Juan Guaidó no solamente durante el golpe de Estado de 2019, promovido por el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, sino también hoy día; véase y/o léase lo que es cotidiano en Colombia, donde manda el narco y la parapolítica.
Sin embargo, hay que señalar un no tan pequeño detalle. El Estado nacional está en manos de la Revolución Bolivariana. Y está en la obligación y el derecho de velar por el derecho de vivir en paz. Recordemos las advertencias del Libertador Simón Bolívar en su Manifiesto de Cartagena: “A cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar”, ciclo perverso que con mucho terminó por llevar al traste la Primera República.
Al fascismo no se le puede dar ni la más mínima oportunidad, porque es sinónimo de violencia, destrucción y muerte. El Reino de España es otro vivo ejemplo de ello. El Franquismo pervive en el Partido Popular, pero se hace mucho más agresivo y evidente (sin ninguna vergüenza) en VOX. Y por aquí hay unos locos promoviendo una fulana Internacional Republicana con Marco Rubio y Donald Trump como padrinos.
Están desesperados. Hay que estar moscas.

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