Jesús Moreno

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Nos cayó encima el Domingo de Ramos y la Semana Santa por segunda vez bajo el terror de la pandemia, reforzada con una nueva cepa del coronavirus descubierta en Brasil, el PI-P2, más contagioso y al parecer más letal con su terrible infección.

En todo caso la Organización Mundial de la Salud al conocer la noticia alertó al mundo y en Venezuela se detectó el primer caso el día 4 de marzo y paralizó de inmediato la educación presencial, posiblemente para el mes de abril.

Bueno, el virus original ya tenía, en su nefasto haber, unos cien millones de habitantes infectados y dos millones de fallecidos hasta mediados de marzo. Esta es la perspectiva que nos llega con esta Semana Santa 2021.

Venezuela se preparaba muy entusiasmada para retorno a clases presenciales. Ya no es posible, lo anunció el presidente Nicolás Maduro al confirmar la presencia de la cepa PI del coronavirus, en principio en Caracas, La Guaira, Miranda, Bolívar, Anzoátegui y Guárico, por lo tanto es muy prudente tomar todas la medidas defensivas, por fastidiosas que ellas sean.

Entonces, estaremos más recogidos que nunca por razones religiosas y por un virus mortal si no tenemos previsión ante la arremetida viral universal.

Los venezolanos, que en su mayoría son católicos, de alguna manera practicarán su fe. Ya veremos el domingo a millones de compatriotas con sus crucecitas, ramo de palma como anuncio de que nos llegó la Semana Mayor como el período crítico de la vida de Jesús de Nazaret, que entrega su existencia el Viernes Santo, a las tres pm, después de pronunciar sus siete palabras.

Volviendo a tiempos de Jesús, recordamos que hacía poco había sido bautizado en el río Jordán por el profeta San Juan Bautista, donde tenía cercano contacto con los pescadores a quienes predicaba su nueva y a la vez contra el imperio romano en la provincia de Judea.

Sus sermones diferían de lo que hacían y decían los jerarcas del judaísmo, que hablaban de la ley mosaico y poco les importaba el hombre real y sus sufrimientos.

Por eso tenía dos enemigos claves, los sacerdotes judíos y los voceros del imperio romano con Poncio Piloto a la cabeza del poder.

Para el Domingo de Ramos no se tenían pancartas, banderas, bambalinas, bandas musicales, y los seguidores escogen como símbolo en sus marchas la hoja de las palmas para presentarla como un signo de su alegría y protesta que, en cierto modo, signo de humildad, por eso la llevan a la gran Jerusalén el Domingo de Ramos y se quedó para siempre. También entro rodeado de una gran multitud y montado en un humilde borrico con lo que afirmaba su modestia para manifestar que su vida era un llamado a una vida distinta a la que ostentaban la jerarquía religiosa y el pomposo imperio.

Todos estos acontecimientos condujeron a Jesús directamente a la crucifixión que, si dependía, era de la autoridad imperial, por eso Poncio Pilato se lava las manos porque sabía que condenaba a un inocente, pero siempre contó con la complicidad del senado o jerarcas judíos, y la tradición de judas.

Dos mil años después de estas historias todavía nos encontramos con muchos Jesús de Nazaret, muchos Judas Iscariote, Poncio Pilato, jerarcas religiosos, que más actúan por poder temporal que por las razones del espíritu.

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