Oscar Sotillo Meneses

@SotilloArte

Este objeto es una densidad física que habita el universo. Esta densidad está cargada de una dimensión cultural, es decir de una sedimentación particular de su naturaleza por el uso. Este objeto existe en las tres dimensiones de lo físico (alto, ancho y profundo) y también existe o transcurre en el tiempo. Nada existe en el universo fuera de la dimensión temporal. Como poblador de nuestro universo cotidiano, su dimensión, comparado a las dimensiones ergonómicas es modesta; podemos decir que no es ni microscópico ni monumental. Tampoco es portátil ni fácil de mover dentro de un referente geográfico establecido. La carga “cultural” de este objeto varía según el contexto geográfico y la usabilidad que en un momento específico se le exija. Para identificarlo en el plano lingüístico suele utilizarse un morfema sin claro origen etimológico, pero que alude veladamente a algunos usos antiguos.

En la línea cronológica ha sufrido transformaciones significativas, pero en la escala humana de la medición del tiempo, se puede decir que es el mismo objeto adjetivado con distintos usos culturales y con una exigencia simbólica que no ha logrado transformarlo definitivamente en otro objeto. No tiene nombre propio, como suele ponérsele a los animales. Para nombrarlo se usa un consenso genérico que pierde su sentido al menor descuido. Es decir, los linderos de este objeto son estrechos, por eso los artistas lo han usado en diferentes contextos y tiempos como soporte de sus lenguajes y prácticas creadoras.

El arte suele apropiarse de los objetos para utilizarlos como base, como excusa, como justificación de sus malabarismos semióticos y emocionales. La lista es larga. Domésticos, bélicos, oníricos, absurdos e imposibles, los objetos habitan el arte y son centro neurálgico de sus debates filosóficos y formales. El simple acto de descontextualizarlos, cambiar su escala, alterar algún rasgo identitario, desordenar sus coordenadas espaciales o su naturaleza matérica, resemantizan al objeto y alteran su papel en las experiencias estéticas sensibles. Siempre es una tentación hacer actos de magia con los objetos cotidianos y objetar su existencia y su relación con nosotros.

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