Néstor Rivero Pérez

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El 9 de febrero de 1813 la Regencia, que gobernaba España en nombre de Fernando VII -quien se encontraba recluido en Bayona, Francia, por órdenes de Napoleón Bonaparte-, y ante insistentes denuncias recibidas de la Audiencia de Caracas, conminó a Domingo de Monteverde, autoerigido como Capitán General de Venezuela, a que respetase las cláusulas de la Capitulación de San Mateo, suscrita el 26 de julio de 1812 con Francisco de Miranda, y cuyo incumplimiento se tradujo en cárceles, embargos, persecución y exilio contra miles de venezolanos partidarios de la independencia.

Arbitrariedad como ley

El día 30 de enero de 1813, Monteverde da a conocer a través de su secretario de despacho, Antonio Blanco, sus ideas “acerca de la política que debía seguirse para gobernar a Venezuela”. En comunicación de ese día, transmitida a altos funcionarios peninsulares, Blanco exponía la conveniencia de enviar prisioneros venezolanos como ‘los Salias, Montillas, Pelgrones, etc, que Ud conoce’, a servir de modo forzoso en los ejércitos que en Europa combatían contra Napoleón Bonaparte” (Colección Blanco y Azpúrua, Tomo IV).

Insiste Blanco en su misiva que “con estos revolucionarios dentro, corremos peligro. La Audiencia que no conoce el país… cree que el sistema de olvido general es el conveniente a las circunstancias. Yo no quiero que el olvido entre por las cabezas, porque esta mañana u otro día vuelven a las andadas (…)”.

Estos funcionarios denunciaron ante la Regencia y las Cortes de Cádiz, las tropelías de Monteverde. El comisionado Pedro Urquinaona y Pardo impugna el régimen de Monteverde, al comentar los procedimientos del gobernante canario, para quien “solo el rigor puede apagar el espíritu de rebelión… en sus habitantes y no hay medida por dura que sea que no abrace”.

Violaciones al tratado

Las denuncias de la Audiencia de Caracas en contra de Monteverde atendían a dos causas: Una, el desconocimiento por este del legítimo capitán general Miyares, estacionado en Coro; y dos, el incumplimiento a la Capitulación acordada con Francisco de Miranda el 25 de julio de 1812, en San Mateo.

Recuérdese que la Capitulación de San Mateo había establecido, en su Cláusula Tercera, lo siguiente: “Las personas y bienes que se hallen en el territorio no reconquistado, serán salvas y resguardadas; dichas personas no serán presas ni juzgadas, como tampoco extorsionados los enunciados sus bienes, por las opiniones que han seguido hasta ahora, y se darán los pasaportes para que salgan de dicho territorio los que quieran”. Apenas llegar Monteverde a Caracas, comenzaron los presidios, embargos de propiedades y expulsiones al exterior de los patriotas aprehendidos. Meses después se aplicaría la pena de muerte a varios patriotas.

En su Manifiesto “A las Naciones del Mundo”, dado en San Mateo el 24 de marzo de 1814, el Libertador caracteriza el régimen de Domingo de Monteverde en términos elocuentes: “El mismo jefe que premia a un embustero delator, desprecia y castiga al hombre firme que se atreve a sostener el lenguaje de la verdad. Los que acaloran sus pasiones, los que adulan su vanidad, los que quieren bañarse en la sangre del inocente, forman su consejo, son sus oráculos”.

Excesos de Monteverde”

“La arbitrariedad, resentimiento y venganza de los jueces tuvieron mucha parte en estos procedimientos, que por informes verbales se decidía y ejecutaba la prisión de los vecinos, embargándoles sus bienes… y expatriándolos sin formalidad de proceso (…) Por lo cual escribía el fiscal don José Costa Gali, actual magistrado de la Audiencia de Madrid que “en el país de los Cafres, no podían los hombres ser tratados con más desprecio y vilipendio” Extracto del Informe de la Audiencia -de Caracas al Gobierno de España; tomado de: Colección Blanco y Azpúrua, Tomo IV, página 527.

Sinóptico

1861

Estados Confederados

Este día Jefferson Davies fue nombrado como Presidente de los Estados Confederados de América.

Esta nación con existencia de cuatro años, fue un desprendimiento de Estados Unidos, en el marco de la histórica controversia entre abolicionistas y esclavistas que desde su nacimiento dividía a la nación del Norte, y que se tornó insostenible para el bando del sur esclavista cuando en las elecciones de 1860 resultó vencedor el abolicionista Abraham Lincoln.

Los Estados del sur algodonero, cuyas clases adineradas sostenían sus fortunas a partir del trabajo de la mano de obra esclava, justificaban la vigencia de la oprobiosa institución, que convertía una parte de la población, los negros y sus descendientes, en propiedad de otros.

Así, el vicepresidente de los Estados Confederados, cuya capital era Virginia, pronunció una pieza oratoria que se conoce como ‘Discurso de la piedra angular’, donde exponía “que la piedra angular del nuevo gobierno y en la que se apoyaba, ‘era la gran verdad de que el negro no es igual al hombre blanco, esta esclavitud, subordinación a una raza superior, es su natural y normal condición.

Nuestro nuevo gobierno es el primero, en la historia del mundo, basado sobre esta gran verdad física, filosófica y moral”.

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