Alberto Vargas

@albertovargas30

Sobre el “sueño americano” se han dicho conjeturas innumerables. La Constitución de EEUU devela el “sueño” de muchos que aún viven en el trasnocho estadounidense. Su texto fundamental articula una recortada y limitada soberanía popular, por los innumerables obstáculos jurídicos en el camino de su realización.

Hay muchos estereotipos y moldes elaborados al estilo de la contraposición de democracia monista versus democracia participativa y protagónica.

Federico Engels, escribió: “Inicialmente se pronunció por el reconocimiento de los derechos del hombre, al tiempo que sancionaba la esclavitud de las razas de color existentes en América; los privilegios clasistas fueron refrendados; los privilegios raciales, santificados”.

Como antítesis, Simón Bolívar propagó ideales constitucionales soportados por las reivindicaciones sociales, la libertad, la democracia y la igualdad, adecuada a las condiciones históricas concretas de la vida de los pueblos de Nuestra América, es decir, las bases sociales y políticas de los jóvenes Estados de la región meridional.

De allí la criminal campaña contra Bolívar, desatada no solo en EEUU, sino también en Colombia y Europa. Contraponiéndole a Santander como al “liberal auténtico”.

Bolívar defendió su concepción revolucionaria de la soberanía popular y mantuvo el rechazo de las instituciones de EEUU, que veía la solución de los problemas en Nuestra América con la implantación del modelo yanqui.

Por eso Bolívar, dijo: “Es desgracia que no podamos lograr la felicidad de Colombia con las leyes y costumbres de los americanos”.

Luego exclamó estas palabras ya clásicas: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias a nombre de la libertad”. La génesis de las frases de Bolívar aclara el peligro que representa EEUU. Así igualmente se visualiza el monroísmo y su contrario: el bolivarismo.

Para los ideólogos de EEUU era necesario levantar los diques hacia el camino de la “tiranía de la mayoría”; en repuesta Bolívar postuló ser un resuelto adversario de la “tiranía minoritaria”.

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