Pedro Estacio

@Urgentess

Dolorosamente penoso el corretear de algunos afganos tratando de aferrarse a uno de los aviones en el que se largaban, de la tierra herida, militares de Estados Unidos, luego de 20 años de participar en calidad de actores principales en una sangrienta fiesta que no pudieron controlar.

Llegaron y vendieron el ya roído cuento del amor por la libertad, amor por la democracia y amor por los derechos humanos y la urgente necesidad de eliminar, abatir, a los talibanes, especie de engendro terrorista que no deja en paz y hace sufrir al pueblo de Afganistán.

Con ese amor y solidaridad que dicen les caracteriza mundialmente, la nación que soltó un par de bombas atómicas en Japón, 50 mil toneladas de componente naranja en Vietnam y ha lanzado cerca de 30 veces bombas de diferentes características a igual número de países, deja a sus aliados afganos y se va por el aire, como cuando dejó a sus otros aliados de Vietnam del sur.

Lastimosamente allí están los tontos afganos abandonados, como ha ocurrido con otros pueblos, como novios dejados por la chica de sus sueños y es que así EEUU suele dejar a sus colaboradores. Dicen analistas que la élite que gobierna y controla a esa nación no le importa quienes ni cuantos mueren, ya que sus intereses son primero antes que nada.

Y en ese mismo juego entran otros gobiernos y los medios de comunicación, que se aprestan –ignorando adrede siempre lo que está detrás de las cortinas- a descalificar de frente a los talibanes, ubicándolos en la escala del terrorismo, del maltrato a las mujeres y niños, del cerco a la libertad de expresión, la igualdad, la solidaridad y la amenaza a las naciones cercanas. Al final, ya ubican a los talibanes, seguramente, por sus excesos aunque menos contundentes que los excesos y agresividad de los imperios estadounidense, inglés, español y el fascismo alemán.

A estas alturas de los acontecimientos, porque hay varios en este globo, nadie saca cuentas de la alta producción de opio en Afganistán ni de sus reservas de litio ni lo que significan financieramente. Tampoco se habla del peligro del alto crecimiento de  la producción de marihuana y cocaína y ni hablar de la producción de armamento, porque no es tiempo para ello.

Cada sector tiene su hora en esta especie de desenfreno planetario y no es que lo reclaman, sino que lo asumen y allí entran todos a cantar como si se tratara de un gigantesco concierto coral. Temprano comenzó la movilización de uno de los grupos de la Organización de las Naciones Unidas y allí hicieron acto de presencia, como urracas en rama para defecar sobre lo que ocurría con la marcha de los militares estadounidenses.

La diatriba estuvo centrada por algunos en lo que concierne a los despavoridos civiles que querían huir ante la amenaza talibán, pero poco importó citar lo terrible que debieron sentirse los civiles con el bombardeo estadounidense. El académico cacareo se ha centrado en los bombardeados y no en quien bombardea. Faltaría mucho espacio para citar las naciones que han sido agredidas y las miles y millones de víctimas regadas.

Las urracas académicas lo han sido desde hace muchos años, y algunos comentan que desde la propia creación de las Naciones Unidas. No conozco ese análisis, pero a lo que me refiero puntualmente es saber a quién sirve la ONU, que no ha podido, todavía, transformar esa organización para que vele, realmente, por la vida honesta de un planeta muy agredido, como lo han sido naciones como Cuba, Bolivia, Nicaragua, Irán, Haití, Argentina, Libia, Yugoeslavia, y paremos porque la lista es larga.

Y ese tiempo también es válido para el cuestionamiento de los habitantes de este planeta hacia las instancias, en este caso la ONU, que supuestamente debe velar por un mundo sin discriminación, con libertad, solidario, no burocrático y respetuoso de la vida y los recursos.

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