Alberto Vargas

La gesta rebelde que resignificó en Venezuela el histórico «por ahora» de Hugo Chávez. Una asonada de soldados y civiles intentaron derrocar hace 30 años al gobierno conservador de Carlos Andrés Pérez. Era la tarde del viernes 27 de noviembre de 1992, cuando se gestaba la segunda rebelión cívico-militar contra el impopular gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP), en Venezuela.

La caída de Pérez era una posibilidad y estar en lugares públicos era un peligro porque corrían tiempos en que las fuerzas de seguridad disparaban primero y averiguaban después, reprimían a balazos y sin que les temblara el pulso.

El clima era más tenso de lo normal, se suponía que cuando algo pasaba en Caracas, la provincia se veía afectada casi inmediatamente. Las familias se quedaban en casa y cuando imponían toques de queda, solo circulaban patrullas de la policía y la Guardia Nacional cada cierto tiempo.

La rebelión militar inició cerca de la medianoche del jueves 26. El movimiento rebelde no estaba integrado sólo por uniformados, también habían civiles de organizaciones revolucionarias. Los objetivos eran capturar al ultraderechista mandatario Pérez, tomar como rehenes a los miembros de la cúpula militar, liberar al comandante Chávez de la cárcel de Yare, a unos 38 kilómetros de Caracas, y establecer una junta de gobierno cívico-militar. La lucha principal era por aire y tierra.

Entre los nombres recordados por la prensa de aquella asonada están los militares Hernán Grüber Odremán, Luis Reyes Reyes, Francisco Visconti, Luis Cabrera Aguirre, Eliézer Otaiza, Wilmar Castro Soteldo, Jesse Chacón, entre otros más de 800 uniformados, que en su mayoría integraban el MBR-200, grupo rebelde que surgió dentro de la Fuerza Armada y al que pertenecía Hugo Chávez, uno de sus fundadores.

Así el grupo insurgente se rebeló en armas contra CAP, que ya arrastraba un descontento generalizado que se evidenció en dos momentos: la implosión social del 27 de febrero de 1989 conocida como «El Caracazo», que dejó una sangrienta represión; y la rebelión del 4 de febrero de 1992 que comandó Chávez.

Tras horas de batalla que dieron los rebeldes por tierra y aire, las fuerzas aliadas al gobierno lograron repelerlas. Pérez contaba con tropas militares, algunos de ellos traidores al plan insurgente, y el apoyo de funcionarios de los distintos cuerpos policiales.

Horas después de los enfrentamientos, Pérez logró dar un mensaje al país a través del canal Televen, la única televisora que tenía bajo control. Allí dijo que su gobierno había controlado la situación, que solo era un «coletazo» del 4 de febrero y que los rebeldes se habían rendido.

Ya por la noche, se decía que los habitantes de las zonas populares de la capital venezolana habían salido a las calles a exigir la salida de Pérez y el fin de sus políticas neoliberales, pero también fueron reprimidos por el régimen.

La rebelión, aunque no logró sacar a CAP por la vía de las armas, sí marcó el fin de su ciclo y quebró su tambaleante mandato. Dos años después, el mandatario fue llevado a juicio, acusado por malversación genérica y peculado doloso. Terminó destituido, lo que selló el fin de una era conservadora con visos de fascismo que abonó el camino a la victoria presidencial de Hugo Chávez, seis años después.

La participación de los soldados de la Aviación en la asonada del 27 de noviembre de 1992 fue honrada por Chávez en 2009, cuando decretó que esa fecha sería el Día de la Fuerza Aérea Venezolana, que desde 1920 se conmemoraba el 10 de diciembre, para recordar los primeros aviones de guerra que llegaron al país durante la dictadura de Juan Vicente Gómez.

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