5 de marzo: El día en que Chávez se hizo inmortal para el pueblo y Venezuela

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Se hizo millones, se multiplicó, se derramó como un río y su fuerza, sus sueños, su legado, son imposibles de detener. Fotos Internet

Yuleidys Hernández Toledo

A comienzos de marzo de 2013, Venezuela sabía que ese año sería muy duro para ella, pues su hijo predilecto de las últimas décadas estaba a punto de culminar su tránsito por su noble tierra. Conectada a su llanero, a su barinés como lo estuvo desde aquel 28 de julio de 1954, el día de su nacimiento, para ella era imposible no darse cuenta de que la vida de su Gigante se estaba apagando. Al igual que él, la Patria se aferraba a un milagro, ella no dejaba de rogar a Dios, a la Madre Tierra, por él, por su sanación. Una acción que ella sabía que repetían millones de venezolanos y venezolanas que lo amaban, y estaba segura de que lo mismo hacían miles en el mundo.

El 18 de febrero de aquel 2013, la Patria se llenó de alegría con la llegada del Gigante a las 2:30 de la mañana. Su vuelo aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, estado La Guaira, venía de La Habana, Cuba, donde el 11 de diciembre de 2012 había sido vuelto a intervenir quirúrgicamente en su lucha contra el cáncer.

Fue el mismo Chávez quien ese 18 de febrero anunció al pueblo la buena noticia de su regreso. Lo hizo a través de su cuenta tuiter @Chavezcandanga, en la que desde las 4:12 de la mañana escribió tres mensajes. El primero de ellos: “Hemos llegado de nuevo a la Patria venezolana. Gracias Dios mío!! Gracias Pueblo amado!! Aquí continuaremos el tratamiento”. En el segundo: “Gracias a Fidel, a Raúl, y a toda Cuba!! Gracias a Venezuela por tanto amor!!!”.  Y en el último, publicado a las 4:14 de la madrugada, exclamaba: “Sigo aferrado a Cristo y confiado en mis médicos y enfermeras. Hasta la victoria siempre!! Viviremos y venceremos!!!”.

Venezuela estaba desbordada de alegría, lloraba de felicidad. Su Guerrero había regresado. Por su parte, tras el anuncio, el pueblo comenzó a congregarse a tempranas horas de la mañana en la Plaza Bolívar de Caracas, que se inundó de amor. Los presentes llevaban pancartas con la imagen de Chávez, otros ondeaban banderas, pero a todos los unía el mismo cariño por el Líder revolucionario, la consigna era también una sola: “Volvió, volvió, volvió”. Un canto que se hizo histórico aquel 13 de abril de 2002 para celebrar el regreso del Comandante de las garras golpistas; el lunes 18 de febrero, plasmaba el regreso de un hombre que venía de dar una nueva batalla contra una terrible enfermedad.

Miles de revolucionarios con sus franelas rojas, con sus caras pintadas con la bandera nacional, se congregaron en las afueras del Hospital Militar Doctor Carlos Arvelo, de Caracas, donde fue recluido el barinés para continuar su tratamiento. Hasta allá fueron miles a gritarle a viva voz que lo amaban, que estaban felices con su regreso. Ahí, en ese hospital que gracias al Gigante ya no solo atendía militares, sino al pueblo todo, la gente bailó, festejó y oró por la pronta recuperación del ser que un 4 de febrero de 1992 devolvió la esperanza a un país.

Allá en aquel hospital junto con Chávez y sus familiares estuvieron los entonces: vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

El hospital Doctor Carlos Arvelo se convirtió desde ese día, 18 de febrero, en un lugar concurrido por el pueblo; iban a expresarle su amor al Gigante así no pudiesen verlo.

Tres días después de su regreso, el entonces ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información, Ernesto Villegas, informó que la insuficiencia respiratoria surgida luego de la operación a la que fue sometido Chávez en Cuba “persiste y su tendencia no ha sido favorable, por lo cual continúa siendo tratada”, al tiempo que describió que el Gigante se mantenía en comunicación con sus familiares y con el equipo político de Gobierno, refirió Ciudad CCS.

Venezuela y gran parte de sus hijos, de buenos sentimientos, clamaban por un milagro que sanara a Chávez. Pasaban los días y el eterno soldado seguía dando la batalla contra la enfermedad mientras, a la par, continuaba trabajando por su pueblo; sus mensajes eran transmitidos por el vicepresidente Nicolás Maduro. De hecho, este informó el 23 de febrero, que la cánula traqueal que usaba el Comandante “no le impide a él dar orientaciones, comunicarnos por vía escrita y por distintas vías que permiten que él nos dé las orientaciones y las órdenes sobre cada uno de los temas”, citó, entonces, Ciudad CCS.

La patria veía pasar los días y su angustia crecía, ella sabía que él estaba dando una dura batalla; su más grande sueño era verlo vencer una vez más, así como tantas veces derrotó al imperialismo. Ella, la patria, la que lo vio nacer en aquel suelo barinés, lo mantenía protegido y acurrucado en su enorme corazón, le transmitía ánimo, estaba con él de día y de noche. No lo abandonaba.

Y mientras tanto sus seguidores, su pueblo, no dejaba de congregarse a las afueras del hospital Doctor Carlos Arvelo para acompañar al Gigante, para orar por su recuperación. El viernes 1 de marzo, Maduro, acompañado por el tren ministerial y de María Gabriela Chávez, una de las hijas mayores del Comandante, inauguró la capilla La Esperanza en el centro de salud. La obra se construyó a solicitud del poder popular, refirió Ciudad CCS.

Tres días después el ministro Villegas, en su rol de jefe de la cartera de Comunicación e Información, daba una triste noticia al país, Chávez presentaba un “empeoramiento de la función respiratoria”; agregaba, leyendo un comunicado, que “actualmente presenta una nueva y severa infección”, citaba Ciudad CCS.

Con ese escenario tan doloroso llegó el 5 de marzo, un día de mucho dolor para Venezuela y también para los amigos de la Revolución Bolivariana en el mundo, que son millones.

Esta autora, trabajaba por aquel entonces como periodista de política y la fuente presidencial en Ciudad CCS. Ese día, cerca de las 10:00 de la mañana tocó ir a las afueras del hospital Militar Carlos Arvelo, desde donde el 26 de febrero el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, realizaba unas jornadas de punto de acompañamiento del pueblo venezolano a Chávez, eventos caracterizados por una serie de actividades que consistían en bailoterapia, actos culturales y deportivos; sin embargo la alegría no se respiraba ese día en las afueras del centro de salud, estas actividades no se realizaban, quienes andaban en el sector se les veía cabizbajo, y no era para menos, el líder mundial estaba mal, y el pueblo solo tenía fuerzas para orar y pedir su sanación.

Recorrí la zona alrededor de 30 minutos, y recuerdo haber visto mujeres, hombres, niños, niñas pidiendo a Dios que sanara a Chávez. Con los ojos aguados me fui a la sede de Ciudad CCS, ubicada en el antiguo Cine Rialto, en la Plaza Bolívar de Caracas. Estaba previsto que el vicepresidente Nicolás Maduro hablara luego de sostener una reunión político-militar en el Palacio de Miraflores.

Como se esperaba, Maduro se pronunció y anunció la expulsión de los agregados aéreos de la embajada de Estados Unidos en Venezuela, entre ellos a David del Mónaco por emprender actos de conspiración de carácter militar. Ese mismo día, de manera firme, denunció que debido a la delicada situación de salud que atravesaba el Comandante Hugo Chávez Frías la derecha nacional e internacional, especialmente la de EEUU, “ha decidido activar planes para la desestabilización global de la sociedad venezolana”.

Logré procesar la nota, pero creo que al igual que miles, mi mente estaba en Chávez, oraba por un milagro. En horas de la tarde, pasadas las 4:00 de la tarde, salió Maduro, su cara era de dolor. En el periódico se hizo un absoluto silencio, algunos se pararon a los lados de uno de los televisores de la sala de redacción, otros lo escuchaban sentados, y al igual que el mundo, por aquella cadena nos enteramos que Hugo Chávez Frías, ese gigante que se entregó a su pueblo, había fallecido, aquel martes 5 de marzo, a las 4:25 de la tarde.

“Llegamos al Hospital Militar de Caracas a seguir la situación del Presidente y recibimos la información más dura y trágica que podamos transmitir a nuestro pueblo. A las 4:25 de la tarde, ha fallecido el Comandante Presidente Hugo Chávez, luego de batallar duramente con una enfermedad”, dijo Maduro lleno de dolor, la tristeza estaba marcada en su rostro. Sus palabras quedaron plasmadas en una edición extra que publicó Ciudad CCS la tarde de ese día.

El silencio en la redacción fue casi absoluto por unos minutos, varios no contuvieron las lágrimas. Algunos de los jefes tomó la batuta y comenzó a asignar las pautas. Recuerdo, que me encomendaron ir de nuevo al hospital militar Dr Carlos Arvelo. Salimos varios en un mismo vehículo a diversas rutas. Apenas al salir del diario, en la Plaza Bolívar, presenciamos a decenas de personas llorar; “la esquina caliente” estaba en silencio. La tristeza embargaba a un pueblo.

Para llegar al Hospital Militar tuvimos que sortear diversas colas. No éramos los únicos que íbamos a ese destino, el pueblo marchaba hasta allá a mostrarle su amor a Chávez. De hecho, junto con  Fausto Torrealba, el fotógrafo que había sido asignado a la pauta conmigo, caminamos gran parte de la ruta, pues una marea de pueblo impedía el acceso de los vehículos.

El pueblo lloraba, le parecía injusto que un hombre valiente, joven, luchador, que trabajó para darle prosperidad a millones, hubiese perdido la batalla contra el cáncer. Sin conocerse, hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes, adultos mayores de diversas parroquias de Caracas se abrazaban y exclamaban entre lágrimas “se nos fue el hombre se nos fue nuestro amado Chávez”.

El pueblo veía llegar a los ministros, ministras, al Hospital y le daban palmadas, los saludaban en medio de sus lágrimas. Se hacía la noche y el pueblo no se movía, seguía hablando de las bondades que había hecho Chávez, de los logros de la Revolución Bolivariana.

Nunca olvidaré las consignas del pueblo en medio de aquel dolor, “Chávez hoy está más vivo que nunca. La Lucha Sigue, Chávez Vive, Carajo”. Lo decían con convicción, con fuerza, con moral.

En aquel acto comprendí que Chávez no aró en el mar, porque aquel pueblo, con su dolor en carne viva, repetía también, y hablaba de la unidad. Recordaban en sus conversaciones que eso era lo que, más que nunca, iba a necesitar Venezuela para que la Revolución Bolivariana siguiera existiendo.

Trascendió hecho pueblo en su última visita a la Academia Militar

Venezuela estaba destrozada, era tanto su dolor, que los mares de la patria se quedaron en completa calma. El Warairarepano no se veía radiante como siempre. Barinas estaba sumida en una profunda tristeza ¿y cómo no?, si ella lo vio nacer.

En las sabanas de Apure ni el viento susurraba, y es que San Fernando se quedó esperándolo. El sonido del arpa, el cuatro y las maracas que tanto le gustaban dejaron de sonar. Ellas también lo aguardaban en la inmensidad apureña, ese lugar mágico donde él quería hacer una buena fiesta hasta el amanecer e irse a descansar cuando ya no fuera Presidente, como lo confesó el 15 de septiembre de 2012 con lágrimas en los ojos en un acto masivo en la avenida Carabobo de la entidad.

Un día después de aquel 5 de marzo de 2013, Caracas se inundó de mujeres, hombres, niños, niñas, ancianos, procedentes de todos los estados del país. Venían a acompañar a su líder, a demostrarle una vez más todo su amor. En sus rostros se veía el dolor, sentían que habían perdido un padre, un abuelo, un hemano, un hijo, un tío, y es que Chávez para el pueblo era uno más de la familia. Con él se sentían protegido, se sentían seguro.

Aquel 6 de marzo me tocó cubrir para el diario Ciudad CCS el traslado del Comandante desde el Hospital Militar Doctor Carlos Arvelo hasta la Academia Militar, esa casa de los sueños azules que él tanto amaba.

Llegué a la redacción muy temprano. Al igual que miles o quizás millones no había dormido. En realidad solo fui pocas horas a la casa a tratar de descansar, pero no lo logré, apenas llegue, las lágrimas que había contenido para poder hacer las notas el día anterior, salieron como un río que se desborda.

Lloré por horas, no me avergüenza decirlo. Sentía que había perdido un padre. Uno de los sueños que siempre tuve fue sentarme a hablar un día con ese Gigante sobre historia. Amo la manera como nos contaba sobre Bolívar, Miranda, cuando nos decía las verdades sobre la tragedia  política económica y social que dejaron los gobiernos neoliberales adecos y copeyanos durante años. Ese hombre fue para mí un maestro.

En la redacción ya estaba parte del equipo de redactores, coordinadores y jefes. A la mayoría se les notaba que no habían descansado. Al igual que los míos, sus ojos estaban apagados y rojos, se notaba que habían llorado. Antes de salir a la pauta, fui a tomar un café. Los rostros que pasaban a mi lado eran de tristeza, pero también de fortaleza.

Nunca olvidaré una pareja de señoras. Tendrían como 62 años ambas, una de cabello canoso y otro entre negro y con cana, una lloraba, y otra decía: “Que no venga a un escuálido a echar vaina, que respeten nuestro dolor o se encontrarán con un pueblo arrecho. Chávez es sagrado”.

El pueblo estaba de duelo y quería paz.

Las horas pasaban lentas, el clima en Caracas estaba raro, había como sol en una parte, pero en otra el cielo estaba oscuro. El cielo estaba triste como millones de venezolanos y venezolanas.

En el Hospital Militar había una marea enorme de hombres, mujeres, niños, niñas, adultos mayores. Recuerdo que mientras esperaban el féretro que trasladaría el cuerpo de Chávez al hospital Militar, miles entonaron el Himno del Batallón Blindado Bravos de Apure: “Patria, Patria, tuya es mi vida, tuya es mi alma, tuyo es mi amor”, un canto que entonó el Gigante el 8 de diciembre de 2012 para pedir unión y lealtad al pueblo, a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y  al tren político.

A las 10:45 de la mañana comenzó el traslado. El féretro estaba cubierto con el tricolor nacional  y a su lado se encontraba su madre doña Elena Frías de Chávez, que no dejaba de llorar. Su dolor conmovió a todo un país.

Cuando apareció la carroza en las afueras del Hospital Militar, quienes aún aguantaban las lágrimas rompieron en llanto; mientras al fondo sonaba el Himno Nacional.

Comenzaría una larga procesión, que liderarían junto a la carroza: el vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello y el presidente de Bolivia, Evo Morales, amigo fiel de Chávez y de la Revolución Bolivariana.

Entre aplausos y vivas a Chávez, avanzaba lento, muy lento el vehículo con la carroza. Era tocado por miles de personas, en un gesto de amor al Gigante. Era como un abrazo invisible.

Recorrió la avenida San Martín, pasó por la esquina del Teatro Junín en el Silencio vía avenida Lecuna. A este punto llegó pasada las 12:00 del mediodía en medio de vivas al líder revolucionario.

Recuerdo que por la esquina de Velásquez, en la avenida Lecuna, una mujer que estaba a mi lado no paraba de llorar. Tenía una rosa en la mano y cuando vio la carroza pasar, gritó con todas sus fuerzas: “Chávez, gracias porque por ti mi hija fue operada, gracias Presidente por la pensión que le otorgaste a mi mamá, gracias Chávez porque por ti estoy estudiando”.

Sus palabras las plasmé en la crónica que hice aquel día para Ciudad CCS. Al entrevistarla me dijo que se llamaba María Fernández, que vivía en Guarenas, estado Miranda y que ese hombre que partía físicamente le trajo muchas bendiciones a su familia, y que por eso ella lo amaba.

En esa misma esquina, en donde la carroza se detuvo unos momentos debido a la gran marea de personas que impedía que avanzara, voceros del poder popular al percatarse de la presencia de los funcionarios del Gobierno nacional corearon la consigna: “Unidad, Unidad” y “Con Chávez y Maduro el pueblo está seguro”. Así lo plasmé también en la crónica para el mencionado diario.

El pueblo demostraba así que cumpliría la línea trazada por el líder revolucionario aquel 8 de diciembre de 2012 cuando les pidió elegir a Maduro como Presidente de la República, si a él le sucedía algo.

En aquel recorrido, no todo fue lágrimas. A la 1:30 de la tarde ya estaba en la avenida Nueva Granada. Ahí otros le demostraron su amor y su respeto al líder revolucionario con alegría. Chávez corazón de mi pueblo, tema de la última campaña presidencial que protagonizó el Arañero en 2012 retumbaba en ese lugar; mientras muy cerca de ahí también se escuchaban el repique de los tambores barloventeños.

“Chávez era alegría, él fue y es la luz de este pueblo, porque su llama aún seguirá brillando. El pueblo no lo dejará morir y no lo dejará morir porque seguiremos construyendo la Revolución”, dijo Petra Colmenares, habitante de Barlovento, estado Miranda, en un testimonio que relaté en la edición de Ciudad CCS, que circuló el 7 de marzo.

Al hombre que hizo una Revolución, que construyó una patria lo acompañaban a la Academia Militar hombres y mujeres en sillas de ruedas, en muletas, niños, niñas, indígenas, campesinos, trabajadores, trabajadoras, milicianos, milicianas, amas de casa, adultos mayores, profesionales.

En ese recorrido se notaba unión. La gente se abrazaba sin conocerse para darse fuerza, lloraban juntos sin importar de la región del país de donde vinieran, recordaban con risa la jocosidad de Chávez sin importar si el recuerdo alegre lo narraba un oriental, un llanero o un caraqueño. Era un pueblo unido por un solo sentimiento su amor a un Gigante que les cambió la vida, que los dignificó, que los escuchó, que les brindó oportunidades.

Fue cerca de las 5:00 de la tarde cuando sus restos inmortales llegaron a Los Próceres, Caracas, acompañado de una marea de pueblo y de otros miles de seguidores que lo esperaban. 40 minutos después el ataúd de madera cubierto con el tricolor nacional, rosas, franelas con el rostro del líder que le arrojaron sus seguidores a lo largo del camino entró a la Academia Militar, aquel lugar donde ingresó en 1971 y se graduó de subteniente en 1975 y de licenciado en Ciencia y Artes Militares. Un recinto donde se formó para luchar por la dignificación del pueblo.

El féretro llegó escoltado, como salió, por Maduro, Cabello y Evo Morales, quienes nunca lo abandonaron a lo largo del recorrido y un cadete, que durante las siete horas que duró el trayecto portó la espada del Libertador Simón Bolívar.

En el lugar representantes de los entonces cuatro componentes de la FANB le rindieron honores con una parada militar.

Posteriormente, en una ceremonia privada a la que no tuvo acceso la prensa, familiares le mostraron su amor al líder.  Luego de ello, los restos inmortales fueron trasladados al Salón de Honor El Libertador General en Jefe Simón Bolívar de la Academia Militar en donde permanecieron en capilla ardiente hasta el 15 de marzo cuando fueron trasladados hasta el Cuartel de la Montaña en la parroquia 23 de Enero.

En ese lapso millones de venezolanos, venezolanas, hombres y mujeres llegados de otras naciones desfilaron frente a su féretro para darles las gracias, mostrarle su amor y decirle adiós.

Cuando terminé de hacer la crónica, no sentía cansancio por la caminata, por no haber dormido, pero si tenía una sensación extraña. Era una combinación de dolor que aún no supero. Todavía lloro con varios de los discursos de Chávez, cuando lo recuerdo, en fechas donde su presencia se nota más, como cada 28 de julio, 4 de octubre, 8 de diciembre, 5 de marzo.

Aquel día había otra sensación en mí: esperanza. Aquel día presencié a un pueblo que no se dejaría robar la Revolución, resteado a defender el legado de un Gigante, un pueblo unido.

Ese 6 de marzo, después de todo un día de emociones mezcladas, de caminata, cuando el transporte del diario me traía a casa, revisé el teléfono. Uno de los mensajes que había era el de una “amiga” que decía: conseguí harina y leche, te compré una. Ella, humilde de nacimiento, pero aburguesada con el tiempo, con las propias oportunidades que había dado la Revolución al pueblo, fue una de las que aquellos días se dedicó a ir a supermercados y tiendas, a quedarse en casa haciendo nada. Sí, y es que un día después de la muerte de Chávez,  “casualmente”, comenzaron a aparecer productos de la cesta básica que desde enero de 2012 habían comenzado a “desaparecer”, como parte del ataque de la burguesía a la Revolución.

La aprecio, pero aquel día confieso que miré su mensaje con desprecio. No por ella, sino hacia esa derecha que llevaba años atacando al pueblo y que de nuevo comenzaba a arremeter. Pasada las 10:00 de la noche me dejaron en Bello Monte. Había silencio en esta zona donde lamentablemente sé que muchos se alegraron de la partida  de Chávez. Ellos al igual que aquella “amiga” pensaron que la Revolución Bolivariana se había acabado aquel 5 de marzo de 2013, pero el pueblo le ha venido demostrando que más nunca se irá del poder.

El Gigante que guía la Revolución desde el Cuartel

El legado de Chávez trascendió fronteras; su lucha para defender a los pueblos, menos privilegiados, su trabajo incansable por impulsar la paz en el mundo, su solidaridad, la promoción de la integración regional, y la construcción de un mundo pluripolar, caracterizaron su política exterior y de eso estaba consciente la Organización de las Naciones Unidas, ONU, uno de los tantos organismos que le rindieron un merecido homenaje.

“El Presidente Chávez fue uno de esos líderes que realmente representó una diferencia en su país, en la región y en el mundo. Su sentido de solidaridad con los más vulnerables, su compromiso para mejorar la vida de los menos privilegiados, su empeño con los objetivos del desarrollo del Milenio y su colaboración en el hemisferio, también son una muestra de solidaridad”, manifestó el 13 de marzo de 2013 el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki moon, citó Ciudad CCS.

El homenaje a Chávez en diversos países del mundo continuaba repitiéndose. Venezuela agradecía en el alma cada muestra de cariño, de amor, de entrega hacia su hijo predilecto.

En medio de este escenario llegó el 15 de marzo, otro día difícil para la Patria, los restos inmortales de Chávez serían trasladados desde la Academia Militar hasta el Cuartel de la Montaña, ubicado en el 23 de Enero, Caracas.

En la “Casa de los sueños azules” miles de cadetes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, FANB, le rindieron honores. En el Salón de Honor El Libertador General en Jefe Simón Bolívar, de la Academia Militar, el mismo por donde desfilaron durante 10 días, millones de personas venidas de todo el país y del mundo para darle el último adiós, aquel viernes 15 de marzo se realizaron las exequias en su honor, recuerda Ciudad CCS.

Fue  un acto muy emotivo, en el que intervinieron diversas personas que aman a Chávez, entre ellas el mayor general de la FANB, Jacinto Pérez Arcay, maestro del Gigante durante su trayectoria en la Academia, quien afirmó que “hablar de Hugo Chávez es hablar de Bolívar, inseparables desde hace tiempo”, citó Ciudad CCS.

Ahí también habló Diosdado Cabello, hombre leal a Chávez, militar valiente que lo acompañó el 4 de febrero de 1992, cuando el soldado rebelde lideró la rebelión cívico militar. El entonces presidente de la Asamblea Nacional había sufrido, ese mes, dos duros golpes, el 3 de marzo falleció su madre, Felicia Rondón de Cabello y dos días después su amigo, su hermano, su maestro. En medio del dolor que lo embargaba, aquel día estuvo una

“Ahora es cuando tenemos a Chávez en nuestra mente, en nuestra alma. Ahora es cuando nos va a acompañar y nos va a ayudar”, expresó aquel valiente soldado, que no le importó que el mundo lo viera llorar por su Líder.

Advirtió que sería difícil para quienes durante años atacaron a Chávez borrarlo de la memoria del pueblo venezolano. “Nos estaremos acordando día a día de sus acciones y que cada lágrima derramada por nuestro pueblo tiene que obligarnos a no fallarle al pueblo nunca. Obligarnos a seguir con el legado del Comandante, seguir luchando para construir el socialismo”, manifestó, cito Ciudad CCS.

Las palabras más emotivas vinieron de María Gabriela Chávez Colmenares, una de las hijas mayores del Comandante. Ella, que aquel día confesó que le gustaba escribirle a su padre y a él leerla dijo: “duele tu partida, es un dolor que me quema el alma, que difícil se me puso la vida sin ti. Durante estos días he estado tratando de comprender por qué te has ido, por qué nos ha dejado con este inmenso vacío. He llorado, he gritado, he rogado al cielo que te devuelva a mí, luego me calmo, respiro, te amo, te siento, vuelvo a ti y te vuelvo a llorar. Hoy creo haber entendido todo esto. Tu alma es tan infinitamente inmensa que ese cuerpo te quedó pequeño y sencillamente tuviste que volar y ser libre”, expresó con dolor, citó Ciudad CCS, medio que publicó sus palabras completas.

Más adelante, con la voz quebrada expresó: “Gracias por tanto amor de padre, gracias por tu constante ejemplo, gracias por tu risa, gracias por tu llanto, gracias por tus canciones, gracias por tus bailes, gracias por tantas alegrías, gracias por tu absoluta y eterna entrega, pero sobre todo, gracias Comandante por devolvernos la Patria. Tú seguirás palpitando en mi corazón, tú seguirás viviendo en mi alma, tú seguirás brillando en mis ojos, y seguirás vibrando en tu pueblo para siempre”, agregó la citada fuente. Venezuela no paraba de llorar al oír sus palabras, ella sentía su dolor.

Luego de este emotivo acto, el féretro fue llevado a un callejón de honor formado por cadetes. Los acordes de la Banda Marcial de la Academia entonaron el Himno Nacional y seguidamente los cadetes cantaron Patria querida, himno al Batallón Blindado Bravos de Apure, mientras llevan al Comandante Eterno hasta el patio militar. Cadetes y oficiales no pudieron contener las lágrimas al ver pasar a su Comandante en Jefe, describió la crónica realizada por la periodista Tibisay Pérez para Ciudad CCS.

Con paso lento, sus hermanos y principales colaboradores cargaron el féretro hasta la carroza que emprendió su marcha a lo largo del Paseo Los Próceres. La caravana era seguida por tres carros Tiuna, uno de ellos conducido por el presidente encargado Nicolás Maduro, a su lado el entonces mandatario de Bolivia, Evo Morales. Lo acompañaban Diosdado Cabello y el entonces canciller Elías Jaua, narró Ciudad CCS.

En las tribunas de Los Próceres el pueblo veía pasar a su Líder con lágrimas. La carroza siguió hasta el Cuartel donde estaba una marea de hombres, mujeres, niños, niñas, adultos mayores, para recibir al padre de la Revolución Bolivariana.

Fue pasadas las 3:05 cuando el cortejo fúnebre llegó al Cuartel de la Montaña, ubicado en la Planicie del 23 de Enero, Caracas, ese mismo lugar donde Chávez el 4 de febrero de 1992 dirigió la rebelión cívico militar contra el gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez. 15 minutos después el féretro había sido trasladado al interior del antiguo Museo Histórico Militar, por sus colaboradores más cercanos y militares que estuvieron junto con el Gigante el 4-F.

Aquel día esta servidora no pudo asistir al Cuartel de la Montaña a cubrir presencialmente el traslado de los restos mortales, una migraña y un reposo médico lo impidieron. La cobertura la hice para Ciudad CCS, desde la sala de redacción del diario. Las imágenes resultaban duras, en varios momentos no pude evitar derramar lágrimas.

El padre Numa Molina fue el encargado de ofrecer la misa por Chávez. En la ceremonia destacó que el Líder revolucionario fue un cristiano que entendió la política como el arte de amar al prójimo.

Minutos después el cantautor llanero Cristóbal Jimenez, acompañado de arpa, cuatro y maracas entonó alguno de los temas favoritos del Comandante Chávez, entre ellos: Motivos llaneros, Lucerito de mi llano y Linda Barinas. Fue imposible no recordar fugazmente al Gigante en otro escenario, uno más alegre y verlo con su carisma y alegría entonar estos temas. Ahí estaba presente doña Elena Frías de Chávez que no paraba de llorar. Su dolor era muy grande.

En aquella ceremonia, intervino Adán Chávez, hermano mayor del Comandante, quien con las lágrimas a flor de piel, le prometió seguir trabajando para construir el socialismo del siglo XXI. Agradeció al pueblo de Venezuela y del mundo entero por las muestras de amor y cariño hacia el Líder socialista y su familia. También llamó a la unión de todos los venezolanos, sus palabras las plasme para Ciudad CCS.

Sin poder contener las lágrimas recordó que en diciembre de 1981, recibió el libro País portátil, de Adriano González León, de manos del Líder bolivariano, explicó que era una costumbre entre ellos regalarse libros en cumpleaños y en otras fechas.“En el libro me escribía que esos morrales que llevábamos para el colegio eran infinitos y que no tenían dimensiones para colocar en ellos nuestros sueños de construir la patria libre y soberana (…). Treinta años después ese morral está lleno, o bastante lleno. Aún falta. En ese morral hemos ido metiendo cosas, planes, logros para construir la Revolución Bolivariana (…). ¡Seguiremos llenando esos morrales, Hugo, hasta que la revolución sea verdaderamente irreversible, nada ni nadie nos detendrá, seguiremos siendo libres y soberanos, llegaremos al punto de no retorno de esta Revolución Bolivariana que tú continúas dirigiendo!”.

Más adelante, aún con lágrimas reveló, «lo que decía Hugo allí en 1981, en ese escrito, es que si alguno de los dos caía por alguna circunstancia a la orilla del camino, es deber del otro, tomar el morral y echárselo a cuestas y seguir andando». En medio de los aplausos para darle fuerza, y el hecho que su madre se levantara para abrazarlo, dijo «¡Lo tomé, Hugo; aquí voy con tu morral, no joda! ¡Viva Chávez, carajo!». Después de estas palabras, no pudo contener su tristeza y rompió en llanto.

En el acto también intervino Evo Morales, quien dijo: «el hermano Hugo nos deja una gran tarea, una gran misión, un camino trazado, una ruta y la meta es la liberación de nuestros pueblos”.

El último en tomar la palabra fue el Presidente encargado, Nicolás Maduro, quien destacó la grandeza de Chávez y la entrega a su pueblo. Le pidió fuerza, luz y su bendición para continuar construyendo la Revolución Bolivariana. «Ayúdenos Comandante, bendíganos y juntos vamos a ser todos Chávez (…). Seguiremos su misión. Los sueños del Comandante Chávez seguirán siendo nuestros sueños».

Luego de los emotivos discursos, el féretro con los restos inmortales del Gigante fueron trasladados por los militares del 4-F a la Flor de los Cuatro Elementos, una obra que se encuentra en el interior del Cuartel de la Montaña. Representa el fuego, el viento, la tierra y el agua, y fue diseñada por el arquitecto Fruto Vivas. La flor significa el renacer de la patria nueva que Chávez forjó con los ideales del Libertador Simón Bolívar como principio. Alrededor de la arquitectura se encuentra una estatua del Padre de la patria. A la izquierda lo acompaña Simón Rodríguez y a su derecha, el general del pueblo Ezequiel Zamora, una representación del Árbol de las Tres Raíces, doctrina en la que se sustenta la Revolución Bolivariana.

Desde ese histórico lugar, el Comandante Eterno es el faro que ilumina y guía a la Revolución Bolivariana. Al hoy mausoleo dedicado al Gigante de la patria sigue yendo el pueblo y los amigos del proceso socialista a encontrarse con su Líder.

Venezuela siempre está con él ahí, así como él está con ella en cada palmo de la geografía, en sus ríos, en las playas, en el viento, en los caseríos, en los barrios, en las ciudades; ahí siempre está el soldado honesto, el guerrero antiimperialista, el defensor de los pobres, porque su barinés predilecto se hizo millones, se multiplicó, se derramó como un río y su fuerza, sus sueños, su legado, son imposibles de detener.

Tomado del libro Venezuela siempre grande de la periodista Yuleidys Hernández Toledo.

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