Eugenia Russian

@Fundalatin

La conmemoración de los 57 años de la siembra solidaria del sacerdote Camilo Torres, y los 38 años de la Pascua del Cantor del Pueblo, Alí Primera, es una oportunidad para que diversas comunidades de buena voluntad, sigan valorando los grandes testimonios de vida que recorren el continente mestizo, en su diversa geografía, en especial inspirados en el canto necesario y la espiritualidad ecuménica.

El día de la siembra de Alí Primera, el 16 de febrero de 1985, no significó el apagón de su mensaje vital. Todo lo contrario, tal como él lo comenta en una de sus canciones: los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos. Y desde entonces esa semilla da mucho más frutos y su presencia se hace sentir por muchas partes. Las comunidades populares encuentran en su Padre Cantor un apoyo anímico para continuar su camino democrático liberador, aún en medio de las peores dificultades, tanto originadas por ataques externos, como por errores y debilidades internas. Hacen falta muchas cosas, decía Alí cuando invitaba a complementar la oración con el esfuerzo por la construcción de la paz; se sembró en nuestra Patria Grande y su canto quedó impregnado en el pueblo latinoamericano.

Otro testimonio de vida lo encontramos en Camilo Torres. Pregonó que el problema no era rezar más sino amar más, su sensibilidad como pastor y estudioso de las ciencias sociales, lo llevó a ofrecer su valioso testimonio en el conflictivo momento que le tocó vivir, frente a manipulaciones religiosas y ofreciendo mensajes sociales y políticamente transformadores en función del Amor Eficaz. Muere el 15 de febrero de 1966. Impacta la sentencia de su madre Isabel Restrepo: «Camilo nació cuando lo mataron«. Y los cantores populares afirman desde entonces “Donde cayó Camilo, nació una Cruz, pero no de madera sino de Luz”.

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