Néstor Rivero Pérez

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El 29 de mayo de 1453 el califa otomano Mehmed II tomó a sangre y fuego la ciudad de Constantinopla -actual Estambul (Turquía)-, luego de un sitio de cincuenta y un días. El asedio se acompañó con un intenso bombardeo de artillería pesada, arma que por entonces hacía su estreno en las contiendas, sobre las murallas.

¿Un anacronismo?

Constantinopla, también denominada Bizancio, con sus inmediatas adyacencias, era lo que en 1453 quedaba del imponente imperio establecido por Constantino el Grande en 553 dC. Este emperador hizo construir dicha urbe, cuyo esplendor conoció figuras como Flavio Belisario el más grande general del Medioevo europeo -y cuyas conquistas dieron a la Roma del Oriente territorios tan extensos como los dominados por Napoleón Bonaparte durante el siglo XIX-, así como Justiniano, patrocinador de un Código que ha consagrado su nombre en la historia del Derecho.

Sin embargo, Bizancio mostraba disposición al debate doctrinario religioso y filosófico y al cultivo de las bellas artes, no logró sostenerse como proyecto civilizatorio ante un ascendente imperio otomano, al que apuntalaba su fe islámica, que le impelía a expandir sus fronteras para imponer el credo de Mahoma y que contaba con una superior tecnología de armamentos, mayor número de tropas y suministro seguro para sus campañas. “(…) los emperadores (bizantinos) tuvieron que recurrir a mercenarios extranjeros para suministrar tropas, pero estos soldados de alquiler no siempre eran fiables” (https://troisbis.com).

Discusiones bizantinas

Una leyenda sobre el modo en que desaparece la dinastía de los Paleólogos apunta al momento en que comienzan los bombardeos a las murallas de Constantinopla. Cierto es que no obstante lo interminable de controversias como la referida al sexo de los ángeles. Se cuenta que “hasta las verduleras del mercado discutían, sin acordarse en ello, acerca de si los ángeles eran espíritus masculinos, femeninos o hermafroditas” (etimologias.dechile.ne).

Sin embargo, una última disputa de orden teológico se suscitó entre la iglesia ortodoxa y el papado con sede en Roma durante las últimas décadas de la Constantinopla cristiana, y se trataba de la “cuestión filíoque” según la cual los bizantinos atribuían a Jesús su carácter de Hijo de Dios, empero no de emanador, junto al Padre, del Espíritu Santo. Así, el desacuerdo llevó a que el pope de Bizancio y el Papa de Roma se excomulgaran mutuamente, y que al momento en que Constantino XI urgía los socorros de Europa, el Papa se negó a promover su envío.

Murallas frente a cañones

La feroz resistencia sostenida por unos ocho mil bizantinos, el 29 de mayo de 1453, resultaría a la postre insostenible: se medían contra una masa de 80 mil efectivos que ese día logró arrojar sobre las debilitadas murallas Mehmed.

El último emperador bizantino.

No bastó el valor personal y la habilidad militar de Constantino: la disparidad entre uno y otro ejército era insalvable, la relación era de once contra uno. De acuerdo al historiador griego Miguel Critóbulo, quien había servido a Constantino XI y quien a la muerte de este último se pasó al bando de los vencedores, el último gobernante paleólogo de Constantinopla, este pereció en medio de las refriegas en torno a las murallas de la milenaria ciudad.

Consecuencias de la caída

En uno de sus escritos Miguel Critóbulo, al equiparar la toma de Constantinopla, por los turcos, con la caída de Jerusalem en el 70 dC en los términos descritos por Claudio Josefo, lo acontecido en la metrópoli del Mediterráneo oriental constituyó “un acontecimiento histórico mundial ordenado por la divinidad”.

Sinóptico

1948

Araguaney: Árbol Nacional

Este día el presidente de la República don Rómulo Gallegos dictó el decreto mediante el cual se declara al araguaney como Árbol Nacional, contribuyendo con dicha iniciativa a dotar al país de la integralidad de sus símbolos y significados e identidad de la población con sus paisajes, recursos naturales, cultura e historia.

El Maestro Gallegos definió la ocasión como “día de primavera dorada». La idea de la propuesta formal nació en el despacho de Instrucción Pública, a cuyo frente se encontraba un espíritu generoso y con fervor patrio como Luis Beltrán Prieto Figueroa, en compañía del titular de Agricultura y Cría, Ricardo Montilla. En la solicitud se sostiene que dicha especie, botánicamente clasificada como Handroanthus chrysanthus, constituye una llamativa expresión del bosque nacional.

Sus flores, que alcanzan el mayor esplendor entre mayo y junio con un intensísimo tono amarillo, atraen la atención del más distraído ante los paisajes por el tipo de coloratura tan propia y que se distingue de trecho en trecho en la franja intertropical, entre los 1.700 m de altitud y el nivel del mar.

El araguaney engalana con su encendido amarillo por esta temporada el Parque Nacional Henry Pittier. En Caracas se observan algunos ejemplares en viviendas particulares de algunas urbanizaciones.

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