Néstor Rivero Pérez

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El 16 de agosto de 1975 falleció Carlos Raúl Villanueva, arquitecto cuya obra expresó un concepto de ciudad al servicio del hombre, integrado a la vida y sobreponiéndose a las tendencias del mercado y su voracidad especulativa, así como a la visión del arte por el arte en arquitectura respecto a los suelos urbanos.

Utilidad social

En un tiempo en que la arquitectura ya se ejercía en las grandes ciudades -tanto de Europa y Norteamérica, como en América Latina-, a partir de grandes oficinas y grupos empresariales, o concebida como mero juego de disquisiciones estéticas respecto al espacio, en enfoques que soslayan el drama cotidiano de quien carece de techo digno, Villanueva abandera en Venezuela la corriente de la utilidad social para esta rama del arte y técnica del diseño urbano. Así, expondrá “La arquitectura es un acto social por excelencia. Arte utilitario como proyección de la vida misma, ligado a problemas económicos y sociales y no únicamente a normas estéticas (…) la forma no es lo más importante; su principal misión: resolver hechos humanos” (http://akifrases.com).

Caracas y su reforma

De este modo, la concepción de un espacio significativamente importante del centro histórico de la capital de la República, el área de entronque de las parroquias Catedral, San Juan y Santa Teresa, y cuya reestructuración habría de redefinir las líneas de articulación de los distintos segmentos de la principal urbe del país -su centro con las periferias, hacia los cuatro puntos cardinales-, asume líneas que desde agosto de 1945, con la inauguración de la urbanización El Silencio y especialmente la Plaza O’Leary, dieron a la ciudad su función territorial de centralidad, en el marco de una estética habitada por seres humanos, por pueblo, no frías cifras de consumidores. Y ello explica que en franjas de la capital, cuyo metro de suelo comenzaba a elevar sus precios con los proyectos de autopistas, avenidas, parques, urbanizaciones y servicios en marcha bajo el gobierno de Isaías Medina Angarita y subsiguientes, se construyera los edificios de apartamentos conocidos como Bloques del Silencio, a ser ocupados por sectores populares y clase media emergente.

Arte, dialéctica y realidad

La utilidad social en la visión de Villanueva no niega el goce estético. Si bien aquella es prioridad como propósito de obra, este la acompaña en el concierto de instrumentos que configuran el conjunto donde los seres humanos realizan su vida y sus sueños. Dice el Maestro Villanueva “creo en una arquitectura que parta de la realidad, que elabore una interpretación crítica de ella y que vuelva a la realidad modificándola, con dialéctica incesante” (Ídem).

Su obra

Como arquitecto, en la obra de Carlos Raúl Villanueva destacan la Reurbanización El Silencio que integra la Plaza O’Leary -con sus fuentes Las toninas de Francisco Narváez-, la Ciudad Universitaria de Caracas, Urbanización San Martín y nueva sede del Museo de Bellas Artes (Caracas), así como la Plaza de Toros César Girón, de Maracay, y el Parque Zoológico de Managua (Nicaragua), entre otros. En 1966 escribió el libro Caracas en tres tiempos.

“El hombre en su medio…”

“(…) ese concepto esencialmente humano de la vida y de la misión del arquitecto ha sido uno de los principales factores por los cuales Villanueva ha trascendido las fronteras de nuestro país, para proyectarse como uno de los pocos arquitectos de nuestra época que ha logrado superar tendencias internacionalistas del momento para imponer una expresión de su obra basada en las necesidades del Hombre en su Medio. Este valor, en nuestro concepto, hace una sola personalidad de Villanueva el Hombre y Villanueva el Arquitecto” (Ibídem).

Sinóptico

 

1888

Hospital Vargas

Este día fue dictado por el presidente Juan Pablo Rojas Paúl el decreto que ordenaba la construcción de “un Hospital Nacional para hombres y mujeres”, el cual debía funcionar en la ciudad de Caracas, y que a partir de su inauguración tres años después, en la parroquia San José, pasó a llamarse Hospital José María Vargas. Crónicas coloniales recogidas por Lester Zawizsa indican que para en el año 1602 ya funcionaba en Caracas el Hospicio de San Pablo convertido, en el curso del siglo XVII, en Hospital Militar. Rojas Paúl como gobernante del bienio 1888-1890 decretaría además la creación de la Academia Nacional de la Historia, a la vez que inauguró el Cable Submarino que conectaba telegráficamente a La Guaira con Europa. El decreto del 16 de agosto de 1888 preveía para el nosocomio un aforo de “mil camas, debiendo tener una construcción análoga y régimen semejante al Hospital Lariboissiere, establecido en París” (Vinicio Romero Martínez). De acuerdo al proyecto el edificio debía contar con amplios ventanales para la ventilación, un patio central y diseño en alas laterales. Su puesta en funcionamiento inauguró en Venezuela una medicina moderna, laboratorios, áreas de cirugía, y personal y régimen de atención al paciente que superaba lo anterior en la materia.

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