Diego Salazar: Romanticismo y ruta política
Falleció el 19 de mayo de 2003. Foto Internet.

Néstor Rivero
Los años ’50 y la década de los ’60 del siglo XX constituyen testimonio del sueño que cultivó una generación de venezolanos, deseosos de construir una democracia sólida, con justicia social y desarrollo económico. Así, se vio a jóvenes que como recordará el ensayista José Vicente Abreu en su libro Las Cuatro Letras (FALN), y de alguna manera, Moisés Moleiro en El partido del pueblo, comenzaron su vida política y conspirativa de jóvenes, en filas de la socialdemocracia criolla y organizaciones como AD y URD, para verse cautivados por el mensaje de mayor densidad -como muchos lo percibieron- del viejo Partido Comunista de Venezuela.
En el caso de Diego Salazar, se hace secuencia de confesiones autobiográficas que este autor ofrece en la obra Después del túnel; se constatará que su inserción a la militancia política comenzó de la mano de la muchachada cercana a la juventud comunista, que abría su mirada de inquietudes ante la problemática nacional, en el último tiempo de gobierno del general Marcos Pérez Jiménez.
Es vívido el relato de Salazar acerca de la primera gran movilización de calle que se hizo presente junto a otros estudiantes de Medicina de la UCV, en la recién inaugurada Aula Magna, a propósito de una actividad con presencia de numerosas y prestigiosas figuras de expertos internacionales en el área de la salud.
Entre los pasillos y columnas de asientos, iba la muchachada ucevista de 1957, repartiendo comunicados y vociferando denuncias contra el régimen militar que encabezaba el hijo del tachirense pueblecito de Michelena. Y ese mismo día, en noviembre de 1957, al echarse la ya arremolinada movilización a la calle, la represalia de la Seguridad Nacional habría de terminar llevando a los calabozos de dicho cuerpo de seguridad, a un amplio grupo de jóvenes.
De este modo los finales de aquel año y las primeras semanas de enero de 1958, verían a Diego Salazar transcurrir dentro de una celda cerca de los tres meses, siendo este el lapso de su primer «carcelazo» político, y donde como lo padecería en otras dos ocasiones, se vio atropellado en su integridad física, víctima de apaleamiento por parte de sus carceleros.
El relato de aquella generación quedó plasmado en libros testimoniales como los del propio J. A. Abreu, en trabajos de Domingo Alberto Rangel, así como en poemas y tertulias de autores como Víctor Valera Mora, Caupolicán Ovalles y el narrador Adriano González León, y de quienes como Moleiro, o quienes al modo de Américo Martín darían un giro terminante para ubicarse ante el contexto-país con ópticas controvertidas respecto al fracaso de la lucha armada.
Salazar, por su parte, dedicó al testimonio escrito, horas que redundaron en textos como
Los últimos días de Pérez Jiménez y Después del túnel, haciendo gala de grata pluma. Constituyen dos libros que de tiempo en tiempo merecerían se les acercase por vía impresa o digital, a las nuevas generaciones, para una mejor comprensión de la Venezuela que dirimía sus proyectos entre absorta y combativa, sobre un gigantesco barril de hidrocarburos y la renta del subsuelo, que dominaron la vida venezolana durante el último siglo.
Capítulo especial en esta línea testimonial la ha legado asimismo el profesor Ramón Elías Morales Rossi, con publicaciones suyas muy sustentadas en documentos, como Antes del túnel y La Pica: Una fuga, una polémica.