Alberto Vargas

@AlbertoVargasA2 

El acontecer periodístico revela cómo se pretende desvirtuar la labor pedagógica que debe existir en la función profesional de un comunicador social, si es que este quiere contribuir acertadamente en la formación de nuestra ciudadanía o pueblo; se busca por todos los medios despojar a los hechos de las relaciones causales que los explican, alejándose de la noticia como forma de conocimiento y de formación ciudadana.
Vale decir que la Constitución de la República de Venezuela, en su preámbulo, refiere que hay que “refundar la República” para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica en un Estado de justicia en el que prevalezca el imperio de la ley. Para esta encomiable misión el periodista juega un papel fundamental, por lo que no puede a ultranza asumir una posición conciliadora, mediática.
Un acontecimiento crece en importancia noticiosa, en la medida en que representa un cambio, introduzca una modificación significativa en la sociedad donde se produce. De este modo se dispone de un criterio para destacar aquellos hechos intrínsecamente valiosos, aunque carezcan de espectacularidad, sobre aquellos anodinos, intrascendentes pero vistosos.
Asimismo, se entiende que los hechos adquieren valor noticioso en la medida que afectan al ser humano. El hombre, sin lugar a dudas, es la medida de todas las noticias hoy día. Eso explica que un hecho menor revista mayor importancia que otro intrínsecamente mayor por la circunstancia de afectar a mayor número de personas. En consecuencia los hechos no liberan al trabajo periodístico de las intromisiones de la subjetividad.
Un periodista, a diferencia de un historiador, trata simplemente de registrar cada acontecimiento singular cuando ocurre y se interesa en el pasado y en el futuro solo hasta el punto en que estos elementos arrojen luz sobre lo que es real y presente. Es por ello que, en no pocas oportunidades, cuando estamos en presencia de un hecho noticioso aparentemente simple solo estamos siendo víctimas de una ilusión, al no percibir toda la gama de relaciones que ese hecho tiene. De modo que esa supuesta simplicidad de los hechos noticiosos viene a ser algo como una trampa en el trabajo periodístico, cuya consecuencia es la de reflejar parcialmente la realidad.
En la vida de una comunidad ocurren diariamente numerosos hechos. La doctrina de la objetividad erigió toda una mitología sobre el hecho, en el supuesto de que había encontrado un punto de referencia inconmovible, ajena a cualquier perturbación de carácter subjetivo. Ese hecho, para determinar su condición potencial de noticia tiene ciertos atributos, los cuales son, esencialmente, cuatro: Novedad, actualidad, significación social e interés público. Se tiende así a una simplificación excesiva de la realidad y a despojar a los hechos noticiosos de las relaciones causales que los explican.
Así como se elaboró una concepción de los hechos susceptible de servir de base a las noticias, también existe toda una formulación acerca de la naturaleza de la noticia y sobre la técnica de búsqueda, selección, redacción y presentación al público. Según esos criterios, la noticia es una mercancía fungible, de vida efímera. De modo que, los actos normales de la vida humana, por grande que sea su valor intrínseco, no constituyen noticia, según el criterio del periodismo objetivo. Y solo la anormalidad, lo que se sale de lo corriente, tiene cualidad noticiosa. El trabajo de los obreros, por ejemplo, solo es noticia cuando se interrumpe.
Para tratar con una mercancía de naturaleza tan delicada, no bastó con dominar los cuatro atributos que distinguen a los hechos con potencialidad noticiosa. Ese periodismo objetivo creó toda una técnica que, en resumen, consistió en limitar al máximo la libertad de reflexión y de criterio del periodista, a la hora de buscar, seleccionar, redactar o presentar las informaciones.
Pues bien, debido a esos imponderables tan frecuentes en el periodismo, hay un estilo, corriente o doctrina, que sí tiene importancia fundamental en el análisis de la noticia, y es el nacimiento de la información interpretada, en la cual se puede distinguir una fundamentación teórica y fórmulas de tratamiento técnico para las informaciones. Estos supuestos que sirven de base al periodismo interpretativo están diametralmente opuestos al periodismo objetivo. Se pudiera decir que estamos en presencia de otra posición doctrinaria, solo que en esta oportunidad tenemos el compromiso de asumirla abiertamente.
Partimos así de la premisa de que el periodista en sus relaciones con la realidad se comporta exactamente como los demás sujetos cognoscentes. Su versión de los hechos, llámese noticia o reportaje, estará necesariamente contaminada con una dosis de subjetividad. En la medida en que se tenga conciencia de esta limitación consustancial al conocimiento humano, cualquiera sea la esfera en que se produzca, podremos tomar las precauciones necesarias en el ámbito ético para no quebrantar la veracidad del relato periodístico. Esto no es contrario a la información veraz, ni tampoco se coloca al margen del derecho a la información, sin censura, que tiene la población. Constitucionalmente y en todo lo que tiene que ver con el derecho a la información, sencillamente se está a derecho con el periodismo interpretativo.
Cuando se admite la intervención de la subjetividad del periodista, no se está en modo alguno autorizando la introducción de la arbitrariedad y el capricho individualista en el ejercicio de la profesión de comunicador social. Pensar en algo como esto, implicaría convalidar un verdadero caos en el mundo de la información. No podemos olvidar que el relato de un periodista en particular, va a ser cotejado con el de otros sobre el mismo asunto y que la deformación intencionada quedará fácilmente al descubierto.
En cada relato encontramos el sello personal de quien lo escribe, su estilo, su temperamento, su enfoque, el enriquecimiento de su formación cultural, en el momento en que informa.
El reconocimiento de los ingredientes subjetivos no involucra la confusión entre información y opinión directa u opinión redaccional, esto debe ser expresado en los editoriales, artículos, crónicas o columnas.
Entiéndase que al poner énfasis en esta distinción, no estamos admitiendo la validez del postulado de la doctrina de la objetividad, según el cual la separación de las informaciones y las opiniones en páginas distintas dentro del cuerpo del periódico, constituye un certificado de imparcialidad. Pues, todo acercamiento a los hechos para transformarlos en información, todo tratamiento, encierra una dosis de opinión que se extiende desde la selección de los detalles hasta la estructuración, la redacción y la presentación de la noticia.
Asimismo, hay que destacar que la interpretación pone énfasis en el porqué, en la búsqueda de explicaciones para los acontecimientos; y agrega una pregunta más: ¿Para qué?

Dentro de esta concepción, los hechos cuando se enfocan dentro de un proceso, no ocurren gratuitamente; llevan una finalidad abierta o solapada, conducen a algo de manera deliberada o no. De ahí, que siempre debemos preguntar o preguntarnos el para qué de las cosas. Por ejemplo, si el gobierno propone una Ley especial de Cooperativas o decreta un aumento en las tarifas de los servicios públicos, no solo es importante saber por qué lo hace, sino también para qué lo hace.
Entonces, el tratamiento interpretativo enseña a desconfiar de los hechos simples, así como insiste en las limitaciones que entraña al enfoque de los hechos aislados. El objetivo de quien escribe o hace periodismo, sigue siendo el hecho particular, solo que ahora está consciente de que además, no es autónomo, que está consciente por circunstancias que lo preceden o lo rodean. No olvidar ese factor condicionante, no cercenar las vinculaciones de los hechos con el proceso al que pertenecen, eso es lo que se busca.
La interpretación no debe ser confundida con la emisión de opiniones directas. Postula la necesidad de enfocar los hechos en sus relaciones causales y en sus vinculaciones con el contexto que le es propio. Admite la necesaria e inevitable intervención de elementos subjetivos en el tratamiento informativo de la realidad, hace hincapié en el por qué, en el para qué, la significación social y el interés público, trabaja sobre la base de una concepción de la actualidad menos restringida que la de la objetividad.
La interpretación es el sentido profundo de las noticias, que permite tener una visión más profunda de la realidad, de los hechos. Se va más allá de las apariencias superficiales. Por lo mismo, la interpretación es algo más que una explicación. Al estudiar los hechos a la luz de sus antecedentes y de los condicionamientos contextuales para buscar una respuesta a los por qué y a los para qué, se está proponiendo una organización significativa de los acontecimientos que envuelven una valoración inevitable. Eso es algo más que una simple explicación, aunque también se proponga hacer comprensibles los hechos. La explicación puede ser fría y neutra, mecánica, limitarse a los elementos evidentes. La interpretación, en cambio, es cálida y valorativa, analiza y recompone.
La interpretación no es tampoco el resultado de una simple acumulación de datos y, en consecuencia, una noción cuantitativa. Se trata, como de escoger aquellos datos que tengan significación para la comprensión del hecho que tratemos. No se trata de apabullar al lector con una masa de información no seleccionada, sino de realizar una jerarquización rigurosa en el volumen de datos que encontremos en la investigación. En el periodismo interpretativo, al revés de lo que ocurre en el periodismo objetivo, la calidad tiene más importancia que la cantidad. La interpretación no es un problema de extensión sino de enfoque. En ese tipo de periodismo el profesional de la información recupera el uso del cerebro, no por culpa suya, sino por las imposiciones, algunas veces, de una política editorial.
El pueblo, constitucionalmente, está en la búsqueda de refundar la República para la construcción de una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural, en un Estado de justicia, federal y descentralizado, en el que se consoliden los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley, para esta y las futuras generaciones.
Del mismo modo, ese pueblo, busca asegurar el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; e incluso, está empeñado en la promoción de la cooperación pacífica entre las naciones e impulsar y consolidar la integración latinoamericana de acuerdo con los principios de no intervención y autodeterminación de las naciones, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad; y conforme al principio de progresividad estar abocado a la defensa de los derechos humanos.
Por todas estas consideraciones constitucionales inherentes al respeto del género humano y de las naciones hermanas, razón de la existencia de ser de nuestro pueblo venezolano y bolivariano, el norte en las informaciones deben estar sujetas a lo que ha sido denominado el periodismo interpretativo.
El artículo 108 de la Constitución refiere que “Los medios de comunicación social, públicos y privados, deben contribuir a la formación ciudadana…”.
Igualmente, nos recuerda el artículo 130 del texto fundamental, que “Los venezolanos y venezolanas tienen el deber de honrar y defender a la patria, sus símbolos, valores culturales, resguardar y proteger la soberanía, la nacionalidad, la integridad territorial, la autodeterminación y los intereses de la nación”.
Pero, además, reza el artículo 132 de la Carta Magna, que “Toda persona tiene el deber de cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo, defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social”.
El artículo 2º de la Constitución, asienta: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Estas normas constitucionales, que parecieran preceptos bíblicos, nos obligan más aún al dominio del periodismo interpretativo, para enaltecer, denunciar, educar, informar, pero por sobre todo realzar los valores constitucionales y patrios; por tanto, hoy hay que estar a la vanguardia de la defensa de los derechos e intereses de los excluidos, que subyacen en los barrios.

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