Jesús Moreno

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Desde las más antiguas civilizaciones se encuentran materias, detalles, que el hombre no ha podido entender, conocer o explicarlos, y ha buscado el camino de lo divino para satisfacerse en su necesidad de luz.

Los egipcios creían en el Dios Sol y aceptaron a Amon-Ra que era más que el Sol; otros consiguieron en sus búsquedas a la Luna, la lluvia, y múltiples matrices más.

Igual hicieron otras civilizaciones y eso posiblemente explique el origen de las diversas religiones que representan un mundo que nos acerca a lo divino.

Siempre el hombre ve fenómenos en la naturaleza, en el micro y el macro cosmos, que se rigen por leyes muy superiores a las suyas y no tendrá explicaciones y satisfacciones a con interpretaciones divinas y, posiblemente, la verdad lo irá diciendo, la evolución del pensamiento humano con fases superiores y se conocerán leyes que rigen la vida y las profundas relaciones entre los reinos animal, vegetal y humano con el resto del Universo.

Entonces, lo que hoy nos parece extraño, misterioso, lo sublime de esos principios darán a conocer la luz y nos garantizan la evolución misma y surgirán con el destino mismo.

Entretanto, el hombre debe conformarse con los mundos, explicaciones huecas que nos dan las religiones, ya sea el cristianismo, el budismo, el mahometismo, y tantas otras que tratan de explicar lo divino como una síntesis de Dios o una vida después de la muerte.

Por ahora, lo que sí vemos claro son los vínculos entre lo bello, lo sublime, con el mundo que hemos creado con las religiones. Los especialistas consideran que obras como: la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel; la Novena Sinfonía de Beethoven; El anillo de los Nibelungo de Richard Wagner; la Divina Comedia de Dante; la poesía de William Blake, el Palacio Taj Mahal, y tantas otras obras, que acercan lo divino, por su belleza, al hombre; por eso no habrá religión de cualquier región del mundo que no use el arte, la belleza en sus más sublimes expresiones para conquistar conciencias, sembrar sus principios e interpretaciones del mundo irreal, que para el hombre sigue existiendo, y que él desconoce por completo pero lo presiente.

Nunca sabremos dónde está el cielo y el infierno del que nos hablan los cristianos, solo decimos que uno está arriba y el otro abajo, o podrá ser que los dos estén en el mismo mundo que nos toca vivir y más bien sea una manera de cómo vivamos y por eso hemos creado también una moral para ajustarla a la religión que nuestra conciencia toma para regir la vida y seguir alguna norma de conducirse frente a los demás seres humanos y las manifestaciones que nos sustentan la existencia; pero esa moral no aclara los grandes secretos que el Universo nos guarda y que será la evolución la que tenga la última palabra en el futuro lejano para explicarnos por qué, por ejemplo, entender las miles de galaxias que han desaparecido y que por efectos de la luz es posible que para nosotros todavía están en su luminosidad aparentemente vivas. Lo mismo cabe preguntarse, cuál es el destino final de cada conciencia individual, sea basta, profunda o corta; o qué astro como el Sol sustituirá su luz cuando se apague en el espacio. No lo sabemos, presentimos que algún día será, lo único seguro es que no estaremos; si muchos de los mundos que crean las religiones, sean bellas fantasías como la Navidad y siempre nos deja un mundo de amor y paz, eso nos basta para vivir felices.

Entretanto, a miles nos queda la duda de si en verdad Mahoma, el Papa, el Dalai Lama, son verdaderos representantes de Dios.

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