Carlos Batatin

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Por segunda oportunidad,  y ante el peligro de contagio que representa  la pandemia  del Covid-19,  la celebración de  la tradicional Semana Mayor en Venezuela, será idéntica  y  presenciada al igual que el año pasado.

La muy querida y adorada imagen del Nazareno de San Pablo, tallada en pino,  estará presente en las calles caraqueñas. Saldrá desde la Basílica de Santa Teresa, acompañado con un grupo reducido de personas necesarias para su movilización,  para recorrer la ciudad a bordo del papamóvil.

En esta ocasión, nuevamente nadie podrá ir a  visitarlo. Sin embargo, el Nazareno de San Pablo, estará presente y acompañando al pueblo en los sectores populares, en esos lugares donde tal vez,  solo han visto a un cardenal  elegantemente vestido por televisión, internet o algún medio impreso.

En este abril de 2021, la feligresía venezolana está llamada una vez más a unir su oración con  las medidas preventivas para evitar la propagación y ser víctima del coronavirus. La conciencia colectiva, por voluntad propia, deberá cumplir la cuarentena radical, mientras observa desde las casas, edificios y sus ventanas pasar  al Nazareno de San Pablo y aprovechar ese instante para pagar alguna promesa o hacerle  alguna solicitud.

El Nazareno tomará las calles por asalto, saldrá de las paredes  de su perenne morada para visitar a su gente, llenarse de pueblo y entregarle los limoneros del Señor, como bien lo narró el poeta Andrés Eloy Blanco, para interceder como  aquel día en la esquina de Miracielos, para  sanar  y extinguir la epidemia que azota a la patria venezolana.

Considero al igual como lo expresó el padre Numa Molina, en su primera misa ofrecida el domingo 22 de marzo de 2020,  que “en el Nazareno de Santa Teresa o cualquiera de los nazarenos que están en nuestras capillas e iglesias, en nuestras parroquias, nos quedamos en la imagen, nos quedamos manoseando la imagen, no vamos donde realmente están los nazarenos sufrientes, los que llevan las cruces más pesadas. En los enfermos, por ejemplo; los ancianos abandonados, todos aquellos hermanos y hermanas que sufren”.

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