Jesús Moreno

[email protected]

El 20 de julio se instaló el Congreso Popular de Colombia, después de 211 años de dominio de esa institución por la rancia oligarquía colombiana. En este Congreso Nacional hay una representación del 86 %  de mujeres, las eternas marginadas por el energúmeno machismo colombiano que por más de 200 años gobernó el Parlamento, hasta que llegó el verdadero pueblo del vecino país.

Esta será una oportunidad de comenzar un duro y largo camino por la liberación del pueblo colombiano, ahora cuando llegan al Congreso los voceros de los pueblos indígenas, de los campesinos, obreros, las mujeres, los comunicadores, los grupos sociales hasta ahora perseguidos encarcelados y asesinados, que siempre persigue la burguesía que siempre dominaba el Congreso de Colombia, que callaban y encubrían todos los desmanes contra el pueblo.

El nuevo Congreso Popular de Colombia debe legislar para la justicia, la paz interna, lo cual no será fácil ni para el presidente electo, Gustavo Petro, ni para las mentiras que se inician en 2022.

Debemos indicar que en los actos de instalación del Congreso de Colombia, hubo dos discursos históricos por las características de los personajes, uno dado por el cínico presidente saliente, el 7 de agosto,  y el otro pronunciado por el dirigente popular y presidente electo Gustavo Petro.

El discurso de Gustavo Petro, con sus visiones de izquierda, señaló que aspira lograr la paz integral para su país, insistía ante los diputados y senadores en su mayoría representantes de los sectores populares victimas por doscientos años de la oligarquía, hizo un llamado a deponer las armas a todos, para alcanzar su sueño. Su discurso generó ciertos descontentos, especialmente del sector indígena, que ha sido la gran víctima de la oligarquía, cuando ellos llegaron a creer que el país les pertenecía para siempre.

Este Congreso tendrá que luchar con su gobierno a brazo partido contra sectores que se fortalecieron con los últimos gobiernos oligarcas; la narcoguerrilla, los paramilitares, los narcotraficantes, el ejercito oficial y toda la trama de corrupción en todos los sectores de la sociedad creados por la complicidad de los gobiernos oligarcas y los últimos que se aliaron con poderosas mafias de los Estados Unidos, el gran socio en el narcotráfico, y sus raíces políticas, sociales y crimen organizado, como Los Rastrojos y sus bandas que operan en la frontera con Venezuela y que llevan estrechas relaciones con la oposición venezolana.

Dijo Álvaro Leiva, canciller nombrado por Petro -en sus primeras actuaciones- que el objetivo de la paz en Colombia no será nada fácil, porque la lucha es contra el narcotráfico que tiene sus propios brazos armados en diferentes regiones de Colombia; las bandas criminales, que actúan por su cuenta o por los narcotraficantes, y los violentos dentro del ejercito y sectores políticos que operan la violencia establecida contra el pueblo, especialmente el campesinado, que lucha contra los desalojos forzados, el robo de sus tierras y el crimen cotidiano contra ellos, acusándolos de bandoleros mafiosos y delincuentes para justificar su liquidación -política inclusive- practicada por el Ejército.

Pero Colombia no solo debe luchar contra los narcos, contra las bandas armadas, contra los paramilitares, sino contra el delito común que se ha desarrollado en gran escala en todos los órdenes de su vida social.

Por eso decimos que el pueblo colombiano ha iniciado con la instalación del Congreso Popular, después de 201 años de dominio de la oligarquía, el duro camino de la liberación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!