Alberto Vargas 

El Socialismo del Siglo XXI es el heredero de ese histórico reclamo de emancipación de los pueblos del mundo. Retoma y reactualiza ambas experiencias históricas entrecruzadas y entrelazadas. Tanto la de los levantamientos y rebeliones prácticas de muchos pueblos insurrectos a lo largo de la historia, como la de sus anhelos, relatos, fantasías, imaginaciones y concepciones utópicas que acompañaron e impulsaron esas revoluciones, en aras de una vida digna y plena, en el ejercicio del disfrute de los derechos humanos vistos desde una óptica socialista.

Quienes aspiramos y sostenemos una lucha por la justicia en nuestra Madre Tierra, así como la conclusión de toda forma de explotación del hombre por el hombre y dominación, mantenemos que la sociedad se puede cambiar y otro mundo es posible; frente al reino de la muerte, las guerras y la autodestrucción, existe como único Plan B, el Socialismo.

A través de un mayor grado de conciencia es posible contrarrestar la ofensiva criminal, la acción devastadora, del capitalismo salvaje. Los hombres y mujeres enfrentando día a día al asesino sistema capitalista que está sin pueblo y solo lo sostiene la ambición, el afán de lucro y la ansias de poder, es posible desmontar esta estructura, que bajo la infamia y la mentira combaten la ideas socialistas de justicia, la emancipación, la solidaridad, la dignidad e igualdad, de los seres humanos de nuestra Madre Tierra.

Aquellos que defienden la eternidad y sostienen que la opresión es consustancial al ser humano, que es un hecho natural, llegando a afirmar incluso, que la Tierra es infinita, este lugar común entre otras aberraciones de la propaganda mediática, es utilizado para atacar al socialismo; sabemos a ciencia cierta que es una macabra e irracional realidad carente de todo soporte científico verificable para su corroboración. Lo que no arroja dudas es que la opresión tiene por lo menos cinco mil años de historia de rechazo comprobada.

Allí están, por ejemplo, las revueltas, las rebeliones y los levantamientos a lo largo de esa historia, llevadas a cabo por los oprimidos. Encontramos en ese devenir de la historia de la humanidad los levantamientos y protestas campesinas en el Egipto de los faraones; las insurrecciones de los esclavos en Grecia y Roma, la más famosa encabezada por Espartaco; las rebeliones campesinas en la India y la China; las revueltas campesinas en Japón; las protestas campesinas en la Rusia zarista; las rebeliones indígenas en Nuestra América; la insurrección victoriosa de los esclavos en Haití; la rebelión de los esclavos en América del Norte; las rebeliones y revueltas de campesinos en Europa occidental en el siglo XIII. Tenemos páginas de historia inimaginable; también de guerras fomentadas por los opresores contra los oprimidos e indefensos pueblos.

El socialismo del siglo XXI es el heredero contemporáneo de ese anhelo histórico de emancipación de los pueblos del mundo. Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels (1820-1895), esclarecieron la teoría socialista al abandonar definitivamente el rastro especulativo e imaginario del futuro, para vincularse en lo político con la clase trabajadora, al conformar una concepción integral del mundo y de la historia; el socialismo deja de ser una fantasía igualitaria, un ensayo futurista, un reclamo de justicia o un relato histórico sobre los padecimientos de los oprimidos.

El socialismo es transformado por Marx y Engels en una concepción del mundo y de la vida, tras una teoría de la historia y del sistema capitalista y una filosofía totalizadora del ser humano. Disuelven el carácter “eterno” de la opresión. Lo mismo hacen con las instituciones “perennes” e “imperecederas”, comenzando por la propiedad privada de los medios de producción y la justicia, y continuando con el Estado. Con estos pensadores nada escapa al fuego de la historia, de ahí que el capitalismo haya entrado en combustión al hacer contacto con la historia.

Develan científicamente que la historia no es una simbología de partituras, sino que la sociedad es una totalidad de relaciones sociales atravesada por contradicciones internas que no son eternas, sino transitorias e históricas. La clave está en la comprensión de la historia. Y para comprender los cambios entre una época y otra, hay que entender al conjunto de relaciones sociales que el ser humano entabla entre sí; de todas estas, según Marx, la principal es las relaciones sociales de producción.

Al conjunto de este entramado lo denominaron “concepción materialista de la historia”; el término “materialista” aquí no hace referencia a la materia físico-química, sino a la materialidad social, a la materialidad de las relaciones entre los humanos.

Uno de los tramos iniciales del Manifiesto Comunista (1848) responde a esta concepción científica de la historia: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta”.

En suma, Marx y Engels incorporan los antiguos y milenarios anhelos de luchas por el reclamo de justicia que a lo largo de cinco mil años de historia, mediante rebeliones y otras formas de combate contra la opresión, ejercieron los primeros pobladores de la Tierra en la búsqueda de una sociedad digna y vivible. El socialismo del siglo XXI justamente está cosechando esa siembra que dejó la historia y que nosotros debemos atinar y perfeccionar para esta y las futuras generaciones.

Este combate no se decide todavía, está en pleno fragor. ¡Hasta la victoria siempre!

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