Néstor Rivero Pérez

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Con la Carta de Jamaica, firmada el 6 de septiembre de 1815, el Libertador Simón Bolívar, con elevado sentido histórico, expuso sus ideas sobre las condiciones de los países suramericanos que luchaban por su independencia, y esbozó algunas características del desenvolvimiento que habrían de tener los países hispanoamericanos en las décadas siguientes a la emancipación. De allí que al texto se le conoce como la “Carta Profética”.

Amanuense
Al momento en que redactó su epístola, Simón Bolívar se encontraba desterrado en Kingston (Jamaica) en muy difíciles condiciones materiales, tras ser desconocida su autoridad por patriotas de Venezuela y Nueva Granada. Habiendo arribado a Jamaica en mayo de 1815, el héroe caraqueño contesta en septiembre la solicitud de informaciones sobre la América del Sur, que le pidiese el
comerciante británico Henry Cullen. El Libertador no elabora la carta de su propia mano, la dicta -como acostumbraba en distintas ocasiones- a su amanuense Pedro Briceño Méndez, hombre de su extrema confianza. El texto original, cuya localización se desconocía, fue reconocido por “el investigador ecuatoriano Amílcar Varela Jara, quien pudo darlo a la luz pública, en 2014” (https://albaciudad.org). El texto reposaba en el Fondo Jacinto Gijón, del Archivo Histórico del Banco Central de Ecuador, en Quito.

Destinatario

La extensa misiva iba dirigida a Henry Cullen, súbdito británico radicado en Jamaica e interesado en conocer las potencialidades, recursos y características de la América hispana. Cullen solicitaba información de las riquezas, cultura y condiciones para alcanzar la independencia en cada una de las naciones que venían formando parte de las colonias españolas desde los tiempos de Cristóbal Colón. Y el Libertador, aun sin tener a la mano el acervo documental para un informe pormenorizado, plasmó aciertos sorprendentes en el texto, al cual tituló Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla.

Razones de la lucha

Mediante la extensa misiva en respuesta a Mr. Cullen -vecino del puerto jamaiquino de Falmouth- el Libertador explica las razones de la lucha emprendida por la América hispana en pro de su emancipación, dando una visión de conjunto de la América colonial, con originales afirmaciones que para algunos estudiosos, configuran hechos que al paso de los años habrían de cumplirse. En todo caso, el propósito de la carta era convencer sobre la validez de la gesta de independencia. En la misiva se avizora el Congreso Anfictiónico que diez años después se reuniría en Panamá.

Metáforas en la epístola

Con un dominio de la palabra que hace de él uno de los grandes prosistas de la lengua, Bolívar emplea las figuras literarias al modo en que un maestro de esgrima desenvuelve su muñeca para dar la última estocada en el momento preciso. Así desnuda la sujeción espiritual en que España mantuvo por siglos a los pueblos americanos: “El velo se ha rasgado: Ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”. Toda la carta es un conjunto de finas elaboraciones que muestran a un estudioso de la historia, el párrafo pertinente, el símil que brinde mayor elocuencia al hecho o circunstancia a que se refiere, sin que el énfasis termine en perífrasis innecesarias. La justeza y el drama de la contienda quedan retratados en la siguiente expresión: “(…) la América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí a la victoria”.

La gran nación

“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república” (Simón Bolívar, Carta de Jamaica. 6/9/1815).

Sinóptico

  1962

Bomba atómica “Raritan”

Este día EEUU hace estallar en el área de pruebas nucleares de Nevada, a 100 kilómetros de distancia de la ciudad de Las Vegas y a unos 150 metros debajo de la superficie, un arma nuclear bautizada como Raritan, de dos kilotones. Cabe indicar que un kilotón equivale a mil toneladas de trinitrotolueno (TNT), compuesto químico entre cuyos ingredientes destaca el amatol, nitrato de amonio y el tolueno. Al tanto de los riesgos cancerígenos ocasionados por la inhalación de plutonio y luego del estallido en Álamo Gordo (Nuevo México) de la bomba atómica a base de uranio probada  en julio de 1945 -primera arma nuclear de la historia-, así como por el impacto  de los artefactos radiactivos a base de uranio arrojados sobre Hiroshima y Nagasaki dos meses después, las autoridades de EEUU comenzaron a usar atolones, grutas y profundidades marinas para ensayar el poder destructivo de sus bombas termonucleares. De allí el lugar escogido para probar “Raritan”, aunque esta práctica contamina las aguas subterráneas.

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