Luis Zárraga

[email protected]

Entre la realidad del país y la ficción de su reino de Narnia han transcurrido los últimos tres años de Juan Guaidó. Hoy, en enero de 2022, cuando se cumplió el lapso establecido con sus aliados de EEUU, todo se acabó y como dijo el presidente de la República, Nicolás Maduro, “anda perdido en las sombras del fracaso”.

Calificó al proyecto político de Guaidó como «una especie de Frankenstein que fracasó». Repudió que el imperio pensara que Venezuela le pertenecía como colonia a Estados Unidos. «De esa forma pretendían colocar un presidente interino e invadir el país, pero el pueblo le dijo al imperialismo y a Guaidó que no pasarán. Guaidó está en el fracaso absoluto, pero ellos insisten en esa política, persistirán en el fracaso».

Guaidó fantaseó y el pueblo lo bautizó como el ser de Narnia que es un mundo de fantasía creado por CS Lewis para su serie de novelas de fantasía infantil, Las crónicas de Narnia, donde algunos animales pueden hablar, las bestias míticas abundan, y la magia es común. Cuenta la historia de Narnia cuando humanos, por lo general niños, entran en el mundo narniano desde la tierra. Allí unos enanos son nativos de Narnia. Son llamados hijos de la Tierra por Aslan, a diferencia de los humanos, que son llamados hijos de Adán o hijas de Eva. Existen enanos en al menos dos variedades: enanos negros y enanos rojos, que se distinguen por el color de su cabello. Mientras que muchos enanos rojos son amables y leales a Aslan, los enanos negros parecen ser más egoístas y hostiles.

Hace tres años una semana convulsa, en la que Venezuela vio cómo el presidente de la desaparecida opositora Asamblea Nacional, Guaidó, se autoproclamó «presidente encargado» mientras que el presidente Nicolás Maduro hablaba de golpe de Estado.

Guaidó compareció por primera vez desde su juramentación el miércoles 23 de enero de 2019. Lo hizo en la plaza Bolívar de Chacao, en Caracas, acompañado por otros diputados opositores.

Así, de desatino en desatino, llegamos al miércoles 10 de noviembre de 2021 donde el ultraderechista aseguró que continuaría autodenominándose “presidente encargado” de Venezuela hasta que en el país se celebren comicios. Los cuales ya se celebraron y fueron reconocidos por casi todos los sectores del país. Solo ese pequeño grupo radical no reconoce a la mayoría.

Persisten en su fantasía, mientras los compatriotas aguardan por las decisiones de los tribunales que en definitiva los metan en cintura. Es decir, tras las rejas. Ahora, hasta que esa fecha llegue, quizás sea con las modificaciones adelantadas al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) por la AN que preside Jorge Rodríguez.

Hoy día, quien suscribe, el autor de este texto de opinión, está releyendo los escritos del británico MP Shiel, encuentra que fue este quien propagó la leyenda de que su padre Matthew Dowdy Shiel, un banquero de Montserrat, que se proclamó rey, para hacerlo heredero al trono.

Es el Reino de Redonda, una nación ficticia creada alrededor de la isla deshabitada de Redonda, una dependencia de Antigua y Barbuda, donde pensamos que en su imaginario debe andar Guaidó siempre desorientado.

Ojo pero desde ahora y sin fuerzas en el Reino de Redonda gobernará con sus adoradores Leopoldo López, el muchacho vividor de Madrid.

En el espejo del mar, López recorre parte del mundo buscando aliados y no los encuentra y piensa en su soledad en Redonda.

Redonda es un diminuto islote deshabitado situado en las cercanías de Antigua y Barbuda, uno de los países ubicados en las conocidas como Antillas Menores en el Mar Caribe, que pasa totalmente desapercibido en los mapas debido a su reducido tamaño.

La isla de Redonda fue descubierta por Colón en su segundo viaje y bautizada como Santa María la Redonda.

Inglaterra tomó posesión de la isla en el siglo XIX y la pobló con un centenar de personas que trabajaron la extracción de fosfatos.

Sin embargo, en el transcurso de la Primera Guerra Mundial la isla fue evacuada quedando deshabitada hasta nuestros días.

Pero Redonda, esa minúscula isla desierta de apenas dos kilómetros cuadrados, situada en las Islas de Barlovento, esconde una asombrosa historia en la que se entremezcla la realidad, la leyenda, la ficción y la literatura dando como resultado una estimulante narración en la que con el trasfondo de un juego literario entre escritores que arranca en el siglo XIX, llega hasta nuestros días con una forma de gobierno única en el continente americano. Y es que Redonda es una monarquía absoluta. Una monarquía un tanto surrealista como veremos, de acuerdo, pero verídica al fin y al cabo. Y muy literaria.

Y sigue la historia de Redonda. Corría el año 1865 cuando un comerciante y banquero de origen irlandés afincado en Antigua y Barbuda se presenta ante la todopoderosa reina Victoria con una extraña petición: comprar un minúsculo peñón caribeño y formar un reino.

La reina, contra todo pronóstico, aceptó la propuesta con la condición de que dicho reino no interfiriera ni contradijera jamás la política exterior británica, una manera sutil de dejar claro que el nuevo Reino de Redonda sería ficticio a efectos prácticos.

También pidió que se le concediera el título de Rey de Redonda a su recién nacido hijo Matthew Phipps Shiel, y, contra toda lógica, una vez más, le fue concedido.

La coronación oficial se hizo mediante una pomposa ceremonia oficiada por el obispo de Antigua que convirtió a Shiel, con solo quince años, en Felipe I de Redonda.

Shiel, aparte de primer monarca del minúsculo reino de Redonda, se convertiría con el tiempo en un prolífico escritor que firmaría su obra como MP Shiel, un autor reconocido y afamado en su tiempo.

El rey según la leyenda se llamó Javier Marías, o tal vez Leopoldo López. Pero en realidad es uno de los escritores españoles más reconocidos, traducidos y leídos desde hace lustros; ejerce firmemente el reinado de Redonda, y entre sus atribuciones está la de otorgar títulos nobiliarios.

Un reino imaginario tan pequeño y desconocido que muy pocos serían capaces de situarlo en los mapas.

Pero volviendo a Venezuela, López ahora como rey de la Redonda sigue en su ficción de creerse jefe de Estado sin pisar en ningún instante el Palacio de Miraflores, pero con la dura realidad de que su otro cómplice, Julio Borges, puso sus barbas en remojo, pensando que podrá salvarse del escarnio público, cuando sintió que a “alimaña” se le terminaba su tiempo y decidió reconocer al nuevo Rey, Leopoldo López, para comenzar una historia de nunca acabar o repetimos, quizás cuando la justicia se haga verdad y diga ya basta.

Es la ficción del reino de Narnia y la isla de la Redonda. O Guaidó y Leopoldo son lo mismo. Usted compare y saque sus conclusiones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!