Guerras a la carta
El autor es periodista y abogado.
Alberto Vargas
@AlbertoAVargas.2
La paz es una utopía al igual que la justicia, toda vez que para que haya justicia debe existir la paz, y ni lo uno ni lo otro coexiste; al menos ese es el testimonio de la historia contemporánea y pasada.
Pues bien, es un hecho objetivo, real e irrefutable, que la propia historia lo corrobora, es la guerra propulsada por el imperialismo.
Luego, una de las representaciones más antiguas de lo que parece un conflicto prehistórico se encuentra en el arte levantino (Patrimonio de la Humanidad de la Unesco), la Cueva del Civil del barranco de la Valltorta, en Tírig, o en el Abric de les Dogues, en Ares del Maestre (Castellón), que muestra a arqueros enfrentándose.
La guerra forma parte de la cultura de la humanidad. Las sociedades veneran a sus guerreros, les dedican monumentos y nombres de calles, entre otras nomenclaturas por el mismo estilo. Los textos literarios más remotos, el Antiguo Testamento, el poema de Gilgamesh y, sobre todo, la Ilíada, hablan de combates y de hazañas bélicas. La guerra es tan antigua como nuestra especie; antes de que hubiese propiedades y territorios qué defender, ya existían conflictos.
«Los neolíticos no inventaron la guerra. Los cazadores recolectores del Paleolítico o del Mesolítico ya combatían», ofrece como testimonio la historia. En consecuencia la historia de la guerra se inicia con la escritura, sin olvidar la prehistoria.
Otro hecho cierto sobre las guerras es que la población civil que incluye niños, niñas y adolecentes, mujeres y hombres, abuelos y abuelas, impotentes ante tanta beligerancia, pasan a ser las víctimas de esta criminalidad que ha generado justamente el imperialismo, también hay que agregar el irreversible daño ecológico o ambiental. Sobre esta criminalidad no hay contención. Para las guerras no existen los organismos multilaterales como las Naciones Unidas (ONU) o la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea, etcétera; por el contrario, las fomentan.
La OTAN está integrada en su mayoría por lo que ha sido denominado un «sindicato de países imperialistas», una alianza militar intergubernamental basada en el Tratado del Atlántico Norte o Tratado de Washington, firmado el 4 de abril de 1949. La OTAN constituye un sistema de defensa colectiva, en la que los Estados miembros tienen previsto defender a cualquiera de sus miembros si son atacados por una facción externa.
El cuartel general de la OTAN se encuentra en Bruselas, Bélgica, uno de los 29 Estados miembros de la organización que se extiende por Norteamérica y Europa. El gasto militar combinado de todos los países miembros de la OTAN supera el 70 % del gasto militar mundial.
Otra acotación que también tiene importancia es la «guerra fría» la cual fue un enfrentamiento político, económico, social, militar, al finalizar la Segunda Guerra Mundial entre el llamado bloque Occidental y el bloque del Este, liderado por la otrora Unión Soviética. Su origen se suele situar entre 1945 y 1947, durante las tensiones de la posguerra, y se prolongó hasta la disolución de la Unión Soviética en 1985.
El fantasma de las guerras que pasan a ser uno de los bastiones que está devorando inmisericordemente a la humanidad, incluyendo toda forma de vida en nuestra Madre Tierra, cuenta con un amplio menú o categorías que deambulan en los medios de comunicación social (poder mediático) haciendo alarde de sus tipologías; en otras palabras, hoy podemos hablar de un menú de guerras, aunque al final de cuentas guerra es guerra y su resultado es el mismo: Asesinatos impunemente, en su mayoría.
Guerras a la carta
Guerra biológica o bacteriológica: Es una guerra singular, en la cual se usan armas biológicas (agentes patógenos) para atentar contra la salud, bienestar o vida de poblaciones y su hábitat. El uso de armas biológicas está terminantemente prohibido por la ONU; sin embargo, muchos países (potencias imperialistas) cuentan con este tipo de arsenal.
La guerra electrónica (EW, del inglés electronic warfare): Es una actividad tecnológica y electrónica con el fin de determinar, explotar, reducir o impedir el uso hostil de todos los espectros de energía por parte del adversario y a la vez conservar la utilización de dicho espectro en beneficio del atacante. Desde la invención del radar durante la Segunda Guerra Mundial, la guerra electrónica no ha cesado de progresar, transita a pasos agigantados.
La guerra de «cuarta generación»: Manipulación e ir hacia la mente de los ciudadanos, con todos sus sucedáneos, es lo que envuelve la política informativa de fake news (noticias falsas) fabricadas. Los gobiernos, factores políticos criminales, empresarios (poder económico) entre otros por su mismo estilo, son los mayores creadores de noticias falsas, porque su interés radica claramente en distorsionar nuestro entendimiento de eventos que el público no puede juzgar ni evaluar.
Uno de los ejemplos más notables de noticias falsas, fue la información que el gobierno de EE. UU. suministró en 2003 para justificar la invasión a Irak. En una reunión del Consejo de Seguridad, el secretario de Estado Colin Powell hizo una larga presentación de supuestas pruebas para demostrar que el régimen de Sadam tenía armas de destrucción masiva que amenazaban la paz del mundo. La noticia era falsa, pero ayudó a justificar la invasión, y permitió que el resto del mundo se dejara engañar por el FBI y la CIA.
El concepto de noticias falsas tiene un significado específico en las agencias de inteligencia (CIA, FBI, NSA etc.) de EE. UU. Para estos la única verdadera información es la que ellos mismos han fabricado; todo lo demás es falso. La falsa noticia alcanza su punto de éxito cuando el público comienza a debatirla, aunque no haya evidencia de que sea auténtica. El debate indica aceptación.
Ahí es donde la responsabilidad de la prensa libre es primordial, pues solo una prensa que verifique rigurosamente sus fuentes, puede protegernos del efecto corrosivo de las falsas informaciones fabricadas.
Aquellos que controlan los órganos de internet y de la comunicación, son quienes también pueden controlar nuestras ideas, regularmente alimentándonos con noticias falsas.
El presidente George W. Bush explicó con franqueza cómo logró engañar al público para que aceptara su historia de las armas de destrucción masiva: «En mi línea de trabajo, tienes que seguir repitiendo las cosas una y otra vez para que la verdad penetre, en una especie de catapulta de la propaganda».
Noam Chomsky, escribió: «En las sociedades democráticas, el Estado no puede controlar el comportamiento por la fuerza. Por lo tanto, tiene que controlar lo que piensas. Una de las maneras de controlar lo que la gente piensa, es creando la ilusión de que hay un debate en curso, pero asegurándose de que el debate se mantiene dentro de márgenes muy estrechos».
Otro escenario bélico es la «guerra híbrida». A lo largo de la historia la guerra ha implicado el uso de fuerzas convencionales e irregulares que se coordinaban estratégicamente, pero a menudo separadas geográficamente y no integradas operativamente. Sin embargo, la versatilidad y la simultaneidad de los actores propios de las amenazas contemporáneas, manifiesta de manera particular en un grado de sofisticación cada vez mayor, en el empleo de la tecnología y en la combinación de las distintas variantes y tipos de guerra, plantean nuevos desafíos securitarios toda vez que pueden compensar o, en algunos casos, neutralizar la superioridad militar convencional de una gran potencia imperial.
La guerra híbrida le otorga un creciente peso relativo a las operaciones encubiertas. Es decir, a las que nadie reconoce como propias, porque la publicidad de estas acciones restaría legitimidad a los argumentos oficiales, que se refieren a nobles objetivos como promover la libertad y la democracia o atender crisis humanitarias.
En el libro Conflict in the 21st Century: The Rise of Hybrid Wars (2007), el teniente de Marina Frank Hoffman, con larga experiencia en academias de Defensa norteamericanas, es uno de los primeros en conceptualizar la nueva doctrina:
«Las amenazas híbridas incorporan una gama completa de modos diferentes de guerra que incluye capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas con violencia e intimidación indiscriminada, y desorden criminal. Estas actividades multimodales pueden ser realizadas por unidades separadas o por la misma unidad, pero generalmente son dirigidas y coordinadas para lograr efectos sinérgicos en las dimensiones física y sicológica del conflicto», sostiene el militar hoy retirado.
Esta descripción cuadra con la situación que se desarrolla en Venezuela desde finales de la década de los ’90, y que tiene como momentos de máxima tensión a abril del año 2002 (golpe de Estado fallido) y al primer semestre de 2014, hasta la actualidad.
Guerra económica, desconocimiento de las instituciones y llamados a la insurrección, sicariatos y acciones paramilitares, atentados con explosivos, destrucción del transporte público, entre otros, son ejemplos de acciones políticas encaminadas al mismo objetivo, que se realizan con el ocultamiento -o la justificación- de los medios más poderosos del mundo.
Esa es la base sobre la que se montan las declaraciones políticas, diplomáticas y en un extremo, cuando ya sea evidente o no quede ninguna otra opción, la declaración de guerra, convencional o como «fuerza de paz y estabilización», que es lo mismo que la declaración de guerra pero con mejor cobertura, sobre todo si es asumida entre varias naciones y amparada por algún organismo multilateral.
En realidad el menú es más extenso de lo que se pueda imaginar, lo importante del tema de la guerra, es que su objetivo último es el dominio a costa de crímenes contra poblaciones civiles inocentes.
Como punto final tenemos la guerra subsidiaria o guerra proxy: Es un tipo de guerra que se produce cuando dos o más potencias utilizan a terceros como sustitutos, en vez de enfrentarse directamente. Tenemos el ejemplo más palpable del extinto «Grupo de Lima» integrado por regímenes títeres a los designios imperialistas estadounidenses para arremeter contra Venezuela.
Normalmente se prefiere utilizar a guerrillas, mercenarios, grupos terroristas, saboteadores o espías para golpear al oponente indirectamente. El objetivo es dañar, dislocar o debilitar a un Estado sin ir a un conflicto abierto.
Con frecuencia, las guerras subsidiarias se libran en el contexto de conflictos violentos o soterrados a gran escala. Hoy entre las guerras que se consideran que han tenido componente de subsidiariedad, están las agresiones criminales contra Venezuela impulsadas por EE. UU.
Pues bien, como se dijo al principio de este trabajo periodístico, sin justicia no habrá paz, por eso son los pueblos los llamados a configurar la paz en el mundo promoviendo una cultura de paz y justicia social.