Néstor Rivero Pérez

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El 21 de agosto de 1911, siendo las siete de la mañana, Vincenzo Peruggia, extrabajador de museo, carpintero y pintor, encontrándose dentro del Museo del Louvre, París (Francia), luego de desmontar el lienzo de su marco de protección, sustrajo la pintura de La Gioconda, la cual ocultaría por más de dos años, en acción que la historia recuerda como “El robo del siglo”.

 

Ahí viene el ladrón

Cuando contaba con doce años, Vincenzo, quien había nacido en 1881 en Tressino (Italia), migró junto con su familia a Francia en busca de mejor fortuna. Allí aprendería carpintería, pintura y labrado, y corte del vidrio. Tras su arribo a tierras galas sintió la discriminación hacia los italianos, a quienes en Francia llamaban “macaroni”. A sus 29 años se le veía cumpliendo labores de mantenimiento en el Louvre, encargado de proteger con vidrio las obras expuestas en galerías del Museo. Quizá su circunspección y delicadeza en el cumplimiento de labores brindó confianza a sus empleadores y a quienes le veían ir y regresar con sus materiales de trabajo ataviado con su bata blanca. Así, a las siete de la mañana del 21 de agosto de 1911, que caía lunes -día en que usualmente el Louvre cierra sus puertas al público para mantenimiento-, Peruggia vestido con su blusón blanco, como un trabajador más y evitando llamar la atención ingresó a los pasillos del Museo en el cual laboró el año anterior.

¿Robo o hurto?

Conocedor de los usos del personal los días lunes, Peruggia se dirigió al sitio donde colgaba la célebre obra de Leonardo da Vinci, separando el lienzo de su marco, ocultando aquel con su bata, para de inmediato salir del histórico inmueble de las artes. De este modo, el hecho en estricto término penal constituyó un hurto, puesto que no hubo violencia contra persona alguna, siendo que esto último es lo que en doctrina distingue el hurto del robo. Al día siguiente, el martes, empleados del Louvre descubren la desaparición del cuadro, iniciándose así una campaña periodística de años, que dio a esta pintura el primer sitial entre las más famosas de la historia. Dicho puesto hasta 1911 lo disputaban La libertad guiando al pueblo, de Eugene Delacroix, La barca de la medusa, de T Gericault, y El nacimiento de Venus, de Botticelli.

¿Patriotismo o dolo?

El móvil de la acción nunca se esclareció por completo. Al respecto hay tres versiones: una, la que confesó el mismo Peruggia ante sus interrogadores tras ser detenido, y era que se trataba de una iniciativa patriótica suya. Según Peruggia él quiso rescatar a La Mona Lisa para reintegrarla al patrimonio cultural de Italia, puesto que el cuadro habría sido expoliado por Napoleón Bonaparte durante su campaña de Italia en 1797. Y ello mostraba la ignorancia del ladrón, por cuanto la obra fue adquirida en el siglo XVI por Francisco I para engalanar el patrimonio galo. La segunda hipótesis estima que a la manera del deforme Quasimodo, en la obra de Víctor Hugo, Peruggia quiso tener consigo una imagen que le recordaba mucho a su novia muerta, muy parecida a La Gioconda. Y la tercera estima que un falsificador indujo a Peruggia a tomar el lienzo para entregárselo y que aquel hiciese copias que luego vendería como “el original”, lo que hubiere significado altos ingresos.

Devolución y castigo

Al suponer la Policía móviles de protesta política en el hecho, fueron detenidos, entre otros, Guillermo Apollinaire y su joven amigo Pablo Picasso, debido a declaraciones recientes del primero en contra del uso dado a los museos. Luego de dos años y cuatro meses, Peruggia contacta en Florencia (Italia) a Alfredo Geri, un director de arte, a quien ofreció el cuadro a cambio de dinero. Geri avisa a la Policía y simula el finiquito de “la compraventa”, recuperándose así la obra. Apresado y enjuiciado, Peruggia, fue condenado a un año y quince días de prisión. El resto de su vida lo pasó “enlazando trabajos de poca monta, los cuales le reportarían la “enfermedad de los pintores” o saturnismo, es decir, envenenamiento por plomo, material muy común en los pigmentos del colorante hasta su sintetización química” (https://rubikmag.wordpress.com). Falleció en 1925.

Sinóptico

 

1919

Salom Mesa Espinoza

Este dirigente social de la Venezuela contemporánea vino al mundo en el caserío de Guaribe (Guárico). Evolucionando de la socialdemocracia tradicionalista a posturas radicales de izquierda, Salom en su madurez abogó por el socialismo libertario expuesto por el ruso Mijail Bakunin; y ello, en las tribunas de la controversia criolla constituyó irreverente novedad. Valeroso y arrojado, Salom participa en los años cincuenta del siglo XX en acciones de comando contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, siendo luego capturado por la Seguridad Nacional. En 1965 como diputado, se suma a las denuncias sobre la desaparición del revolucionario Alberto Lovera. El propio Salom era sobreviviente de las más atroces torturas aplicadas por la SN. Escribió Por un caballo y una mujer, entre otros libros.

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