Néstor Rivero Pérez

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El 24 de agosto de 1821, hace doscientos años, de paso por Trujillo (Trujillo) rumbo a Maracaibo para marchar al Sur -con el propósito de asumir el mando de las tropas republicanas que combatían en Pasto y Ecuador contra los españoles-, el Libertador Simón Bolívar expuso en epístola José María del Castillo y Rada ideas sustantivas acerca del aprovechamiento del tiempo, cuyo significado y plena vigencia merecen ser rescatados por la posteridad.

Epístolas previas

El día anterior, 23 de agosto, el héroe caraqueño había escrito sendas misivas al general Bernardo O’Higgins, Director General de Chile; José de San Martín, Protector del Perú establecido en Lima, y al General Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la Gran Colombia, en Bogotá; e igualmente al almirante Thomas Cochrane, auxiliar británico de la independencia de Chile y Perú. A los dos primeros anunció la victoria republicana de Carabobo. Así, a San Martín dice Bolívar “Mi primer pensamiento en el campo de Carabobo, cuando vi mi patria libre, fue Vuestra Excelencia, el Perú y su ejército libertador (…) después del bien de la Gran Colombia, nada me ocupa tanto como el éxito de las armas de V.E”. Por su parte, al vicepresidente Santander pide todo el encomio en los aprestos para equipar una fuerza de 4 mil hombres “que marchen al Sur…equipados, todos. Continúe Ud siendo mi apoyo y la base de la prosperidad de la Gran Colombia”.

¿No pasar por Cúcuta?

Vistos los peligros de que pudiera perderse la campaña del Sur, así como el ejército patriota -debido a la ineptitud de sus lugartenientes-, el Libertador ponderó la posibilidad de encaminarse directamente desde Maracaibo hasta la región de Pasto y frontera con Ecuador, a objeto de dirigir personalmente las operaciones militares. Y ello hubiese significado su omisión en presentarse a Cúcuta, donde sesionaba el Congreso General que estaba por dar vigencia la Constitución homónima, instrumento que creaba la Gran Colombia. En todo caso, entre las urgencias de asegurar el triunfo republicano en la guerra jefaturando el ejército, y prestar juramento como Presidente del nuevo Estado, se decidió a la última por ir a Cúcuta, donde permanecería en asuntos de Estado hasta octubre, para pasar a Bogotá, de la cual saldría el 12 de diciembre, e irse a Pasto, de allí a Ecuador y posteriormente al Perú, para no regresar a la Gran Colombia hasta seis años después, a finales de 1826.

Hasta el Potosí

Consciente de las difíciles circunstancias que afrontaba el libertador argentino José de San Martín en su carácter de Protector del Perú, el Libertador mantenía fundadas dudas respecto al éxito conclusorio de este último en tierras incas, ante los escollos de orden interno que ofrecía la patria de los incas, tanto de índole militar como ante las facciones de la oligarquía limeña. Así, en su referida carta del 23, asoma a Santander que el ejército que le acompañará al sur de Nueva Granada debe sostener su gloria en “las barbas del Chimborazo y el Cuzco…¡Quién sabe si la Providencia me lleve a dar la calma a las aguas agitadas del Plata!”.

El tiempo es oro

De este modo el Libertador -recordando ideas expuestas medio siglo atrás por Benjamín Franklin, Padre de la Patria civil estadounidense, abolicionista e inventor-, en su misiva a Castillo y Rada del 24 de agosto, apunta como el símil de un rayo, ideas tempestuosas “Voy a Maracaibo a aprontar la expedición, enseguida iré a Santa Marta…con dirección al sur. Mucho siento no poder…ofrecer mi homenaje al Congreso (de Cúcuta), pero el tiempo, decía Séneca, es lo más precioso: la vida es corta; un día perdido es irreparable”. En todo caso, llegado a Maracaibo en septiembre de 1821, el Libertador reformula su ruta inicial; irá a Cúcuta, donde jurará el 3 de octubre como Presidente de la Gran Colombia. No obstante, el Ejecutivo queda en Bogotá en manos del Vicepresidente Santander a lo largo de seis años, durante los cuales “El hombre de las dificultades” permanece al frente de las hostilidades en Ecuador y Perú y la fundación de Bolivia.

Sinóptico

1821

Tratados de Córdoba (México)

Este día los máximos jefes de las fuerzas en la contienda de Nueva España (México), Juan O’Donujú por España, y Agustín de Iturbide, por el Ejército Trigarante de los independientes, suscriben los Tratados de la Villa de Córdoba, cerca del puerto de Veracruz. Tales acuerdos se proponían un avenimiento con mutuas concesiones políticas para evitar derramamiento de sangre. O’Donujú había sido nombrado jefe de las fuerzas realistas de Nueva España por el gobierno liberal que entonces regía la Península Ibérica. Y de parte de los insurgentes estaba Iturbide, quien hasta el año anterior como oficial realista, había combatido a los patriotas mexicanos, ahora en el bando insurgente. De consecuencias controversiales los Tratados de Córdoba significaron un paso hacia la definitiva emancipación de la nación azteca.

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