Néstor Rivero Pérez

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El 2 de enero de 1822, hace doscientos años, el Libertador Simón Bolívar, encontrándose en Cali, escribió al poeta José Joaquín de Olmedo manifestándole de una parte el sumo placer que le producía dar inicio a la amistad entre ambos, y de la otra las razones por las cuales la provincia de Guayaquil era de derecho, parte de la Gran Colombia. Por entonces un sector de la opinión pública dentro de la ciudad-puerto -urbe que el año anterior había declarado su independencia respecto a la Corona española-, propugnaba por convertirla en un pequeño Estado nacional autónomo.

 

Mutuo reconocimiento

La obra literaria de Olmedo, así como su desempeño catedrático en Derecho, y su labor de diputado de avanzada ante las Cortes de Cádiz entre 1810 y 1814, le consagraban como una figura civil de primer orden a nivel continental. Y en el curso de su vida, si bien por lapsos discrepó del Libertador, en definitiva supo valorar la grandeza de miras de los proyectos políticos y el accionar armado del héroe caraqueño, como se desprende de sus odas Canto a Junín y A Bolívar, escritas a propósito de la memorable victoria obtenida por las tropas republicanas el 6 de agosto de 1824, en la Laguna de Reyes (hoy Junín) de Perú.

 

Estado insostenible

En su epístola de este día a Olmedo, el Libertador, al tanto que le congratula por su genio “franco, noble y generoso”  y por sostener una pluma “elevada… de un hombre que tiene la bondad por carácter y lo sublime por divisa”, Bolívar le hace saber su juicio respecto a la incongruencia de crear una nación con tan exiguos elementos. Dice el héroe al bardo: “Ud. sabe… que una ciudad con un río no puede formar una nación… tal absurdo sería un señalamiento de un campo de batalla para dos Estados belicosos que lo rodean”. Referíase el Libertador a Perú y la Gran Colombia, el primero al sur y el segundo al norte del actual Ecuador. En todo caso, Bolívar sustentaba los derechos de la Gran Colombia sobre Guayaquil, en razón del Uti Possidetis Iuris, principio que sustentó la proclamación de la independencia por las nuevas repúblicas americanas a partir de 1810 y según el cual las demarcaciones fronterizas que habían delimitado las circunscripciones coloniales al momento de iniciarse las luchas emancipadoras, serían las que reconocerían una vez alcanzado el triunfo definitivo.

 

Sucre, jefe militar

Sucre, tras ser enviado en los primeros meses de 1820 por el Libertador para colocarse al frente de la Campaña del Sur de Nueva Granada y Ecuador, desembarca en Guayaquil el 6 de mayo del año siguiente. Y por requerimiento de la Junta que, bajo la presidencia de Olmedo, gobernaba Guayaquil al momento de su arribo, Sucre es reconocido como jefe militar de la ciudad, refundiendo dentro del Ejército grancolombiano que lo acompañaba, la División Protectora integrada por las guarniciones y milicianos que defendían la ciudad. El futuro Gran Mariscal de Ayacucho operará entre Guayaquil y Quito, hasta vencer definitivamente a los realistas en la Batalla de Pichincha, el 26 de mayo de 1822. De este modo el Libertador se permite aclarar a Olmedo acerca de que “las relaciones de Guayaquil son todas con la Gran Colombia. Tumbes es límite con Perú y por consiguiente nos ha dado a Guayaquil. Que no se diga que una insurrección espontánea ha variado los derechos (…) Maracaibo ha dado el ejemplo de lo que se debe hacer y no ha imitado a Guayaquil”.

 

Bolívar a Guayaquil

Por esta época había tres partidos en la ciudad-puerto: El de quienes postulaban la independencia y creación de un estado autónomo, sin Perú ni la Gran Colombia; el de los peruanófilos y el de los seguidores de la Gran Colombia. Así, estimó prudente Bolívar advertir a los guayaquileños acerca de su disposición de entrar en Guayaquil en su carácter de jefe de Estado de la Gran Colombia, “después de ver tremolar la bandera de la Gran Colombia”. En todo caso, será con el ingreso del Libertador a Guayaquil el 11 de julio de 1822, cuando se dé la anexión de este departamento a la Gran Colombia. 

 

Sinóptico

1814

“Equilibrio del Universo”

Este día el Libertador Simón Bolívar, por conducto de su secretario de Estado. J. Muñoz Tébar, expone su noción acerca del “Equilibrio del Universo”. Por tal concebía un orden internacional en el cual los distintos continentes constituyesen cuatro centros de gravitación con fortaleza suficiente, como para resguardar en términos de proporción sus particulares intereses frente a los otros. En carta de 1815 a Richard Wellesley, Bolívar insiste en su idea: “El equilibrio del Universo y el interés de la Gran Bretaña se encuentran perfectamente de acuerdo con la salvación de la América”. Y en la Carta de Jamaica reitera estos conceptos al sugerir al Istmo de Panamá como centro equidistante de las cuatro “porciones del globo”. Una primera porción sería Europa; la segunda se circunscribe al Asia; la tercera la constituye la América del Norte, en tanto realidad de poder. Y la cuarta porción del globo, la América del Sur.

 

 

 

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