Néstor Rivero Pérez

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El 16 de diciembre de 1966 fue aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el mismo día en que dicha Asamblea General daba su aval al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

 

Dos “Declaraciones” y un principio

Vista la densidad de los respectivos campos doctrinarios que se derivaban de la Carta de las Naciones Unidas, firmada en San Francisco (EE. UU.) el 26 de junio de 1945, los representantes de los Estados que constituyeron la ONU, resolvieron establecer dos instrumentos separados, para orientar y regular el desempeño de los países, tanto en lo atinente a los derechos individuales de orden político y civil, como en la esfera económica, social y cultural, quedando consagrado en el artículo 1 de ambos textos y en términos idénticos, el principio de libre determinación de los pueblos: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural”  (https://www.ohchr.org).

Principio de progresividad

Consciente los integrantes de la Asamblea General de la ONU, de las dificultades para dar concreción inmediata a los derechos consagrados en el Pacto, dicho instrumento estableció en el numeral 1 de su artículo 2, el principio de progresividad para la verificación de los mismos, al concebir su logro y plena efectividad de los derechos económicos, sociales y culturales “progresivamente, por todos los medios apropiados, inclusive en particular la adopción de medidas legislativas” (Ibídem).

 

Garantía de derechos

Del mismo modo el Pacto compromete a los Estados suscriptores en el numeral 2 del referido artículo 2, a garantizar el ejercicio por parte de sus ciudadanos o grupos humanos en su territorio, en “el ejercicio de los derechos que en él se enuncian, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”. Y la individualización del disfrute de estos derechos, se define con nitidez en el artículo 3, cuando este, a la letra obliga a los Estados Parte, a “asegurar a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos los derechos económicos, sociales y culturales contemplados en el presente Pacto”.

 

El Pacto hoy

Una lectura del Pacto, a 55 años de su entrada en vigor por la Asamblea General de la ONU, coloca a los gobiernos, Estados y pueblos del mundo, en un marco de profundo intercambio comercial y de cruces geopolíticos, con elementos de tensión y potencial perturbación de la paz. Sin embargo, siendo que el texto proporciona un sustantivo aporte al diseño de los programas de desarrollo económico, social y cultural de las distintas regiones del globo, y en el desemboque de una encrucijada para la cooperación  que se proponga reducir los factores de desequilibrio en las relaciones entre los Estados, así como la pobreza al interior de cada país, resulta pertinente prestar atención al llamado de instituciones como la “Red Internacional para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Red-DESC)”, cuando constata  que “existe una urgente necesidad para que los grupos de base, académicos y otras organizaciones y personas, se unan para… realizar en la práctica los derechos humanos para todas las personas (…) se le impone la obligación al Estado y, cada vez más, a las empresas y otros actores no estatales, de prevenir y reparar estas situaciones” (https://www.escr-net.org).

Sinóptico

1771

Nació L. V. Beethoven

Este día nació en Bonn (Alemania) Ludwig Van Beethoven, auténtico genio de la composición musical y cuya obra sigue contando con beneplácito de los melómanos en distintos idiomas y culturas. Escuelas de música, orquestas y solistas de todos los países siguen hoy ejecutando sus sonatas, cuartetos o piezas sinfónicas. En este autor resalta su talento para llevar a la partitura los “más recónditos sentimientos del alma humana”. Beethoven unió la “laboriosidad infatigable y continuo retoque de los temas musicales” (Espasa-Calpe, Tomo 7, pág. 1.447) con el propósito de darle la forma “que del modo más perfecto pudiese expresar lo que sentía” (Ídem). Beethoven concibió el cuarto movimiento de su Sinfonía N° 9, en forma de coro bajo el título Himno a la alegría, con base en la Oda a la alegría de Schiller, transmitiendo la impresión de un canto universal a la libertad. “Beethoven es amigo de la Revolución Francesa, y continuó fiel a ella, incluso cuando… los humanitarios de nervios débiles del tipo de Schiller le dieron la espalda prefiriendo destruir tiranos en el escenario teatral con la ayuda de espadas de cartón. Beethoven, genio plebeyo, despreció a emperadores, príncipes y magnates (…) su tristeza viril… le permitió agarrar al destino por la garganta”. (Ígor Stravinski / http://www.marxist.com).

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