¡Honor y gloria! Falleció Anayansi Jiménez, esposa de Fabricio Ojeda

La noticia la dio a conocer el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas. Foto Internet

VEA / Yuleidys Hernández Toledo

Falleció Anayansi Jiménez Febres quien fue compañera de vida del periodista y dirigente de izquierda Fabricio Ojeda. La noticia la dio a conocer el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas.

«Tristísima noticia la partida física de Anayansi Jiménez Febres, una extraordinaria mujer venezolana, amorosa revolucionaria, compañera de vida del gran Fabricio Ojeda», escribió Villegas en su cuenta Twitter.

En el mensaje envió un abrazo fraterno a los familiares, amigos y camaradas de quien en vida libró junto con su esposo una lucha contra la represión de los regímenes de la IV República.

El jefe de Estado, Nicolás Maduro, expresó si dolor por la partida.

«Es triste perder a seres tan excepcionales como, Anayansi Jiménez, quien fue compañera de vida de Fabricio Ojeda y parte importante de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo. Desde lo profundo de mi ser extiendo mis sentidas condolencias a familiares y amigos. ¡Vuela Alto!», manifestó en su cuenta Twitter.

Anayansi estuvo junto con Fabricio Ojeda aquel 16 de junio de 1966 cuando esbirros del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) lo detuvieron en una casa de Tanaguarena, litoral central.

Tras su captura, al reconocido dirigente de izquierda lo condujeron a los calabozos del Palacio Blanco, frente al Palacio de Miraflores. Ahí, muy cerca desde donde Raúl Leoni dirigía su terrorismo de Estado, Fabricio  será asesinado. A través de un comunicado, el lunes 21 de junio de 1966, el entonces ministro de la Defensa, general Ramón Florencio Gómez, dirá que fue un suicidio. Así lo reseña el libro  Cronología de una implosión. La década final de la IV República, referido por el libro digital Venezuela siempre grande en su capítulo IV, entrega XIII.

Por exigencia de José Vicente Rangel, ante el Congreso, se nombró una comisión que tuvo acceso a la celda ubicada en el cuarto piso donde fue asesinado. Allí, según su testimonio, “pudieron observar el cadáver de Fabricio Ojeda tendido casi a nivel del piso con una cuerda, de las usadas para persianas, al cuello, por lo que exigió que el cadáver fuera desnudado, pudiéndose apreciar moretones en los brazos y tórax, pruebas evidentes del empleo de la violencia y de tortura física”, refiere la mencionada fuente.

Su esposa contó por aquellos años al periodista Víctor Manuel Reinoso, en una entrevista publicada en la revista Élite en julio de 1967, la brutalidad con la que fueron detenidos y los tratos crueles que le dieron a ella luego de la captura. Además, dejó bien claro que Fabricio no se suicidó.

“—Anayansy, usted ha adelantado a la opinión que Fabricio no se suicidó. Después de las 11:00 de la mañana del lunes, que fue la última vez que vio a Fabricio ¿qué cree que sucedió?

—Yo pienso lo siguiente: A Fabricio lo llevaron a interrogar. Eso, ahora es indudable, como también es indudable que su actitud fue siempre de burla hacia el aparato represivo. Y lo golpearon. Él no cedió (…) Lo que sucedió fue que al golpearlo, tratando de conseguir que cejara en su actitud digna ante el aparato represivo, uno de los golpes fue en el plexo solar; fue un golpe bajo, según el léxico boxístico. Eso le produjo un paro. Trataron de reanimarlo administrándole estimulantes cardíacos. Un periodista que probablemente oyó la palabra droga habló en su reseña de barbitúricos. Esos estimulantes fueron los que se le encontraron a Fabricio en las vísceras cuando le practicaron la autopsia. Lo de los estimulantes no les dio resultado. Pensaron entonces en la salida del suicidio”, cita el libro La guerra del pueblo, referido en el texto Venezuela siempre grande.

En esa entrevista que concedió en 1967 a la revista Élite, y que está recogida en el libro la Guerra del Pueblo, editado por El Perro y La Rana, Anayansi describe lo que vivió el 21 de junio de 1966, cuando Fabricio Ojeda fue asesinado.

«—Háblame del lunes 21 de junio. De todo lo que recuerde», le preguntaron.

Ella respondió: «—El lunes me llevaron a un baño privado, en el extremo noreste del edificio. Cuando iba entrando vi salir de la habitación contigua a Fabricio. Venía esposado, pero su gesto y su mirada me indicaron que él también había aplicado sus normas de “jamás desesperarse”. Me tranquilicé pensando que, por lo menos, le había visto. ¿Hacia dónde le llevaban? ¿Por qué las esposas? ¿Fue entonces cuando lo golpearon? En ese momento no me hice esas preguntas. La alegría de verle vivo me obnubiló. Esas preguntas que no han sido respondidas me las hago ahora. En la tarde, sin haber sido interrogada, sin haber firmado declaración alguna y de una forma violenta e inexplicable, me trajeron para el San Carlos.
Los que me trasladaron no me dijeron para dónde me llevaban. Lo supe cuando llegué. A mi madre, cuando fue a visitarme, le dijeron que me habían trasladado, pero no le dijeron hacia dónde, causándole la natural angustia al no saber la suerte de su hija. Ahora me pregunto: ¿Por qué ese traslado 4 horas después de yo ver a Fabricio? ¿Por qué ese traslado sin razón alguna y sin tener conocimiento el SIFA de nada referente a mi matrimonio con Fabricio? ¿Por qué? Al día siguiente lo supe, a las 10 y media de la mañana y monté en cólera. No fue una crisis nerviosa la que tuve. La que tenía era la justa cólera ante su muerte. Razonaba serenamente el porqué no era un suicidio. Conservaba el perfecto dominio sobre
mis nervios, pese al dolor tan grande que sentía».

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