Ideología moderna o política de hostilidad
El autor es periodista y analista internacional.
Ramón Rodríguez M.
IG: @rrodriguezmontero
Twitter: @ramon_rodiguez
Las sanciones económicas se han convertido consuetudinariamente en la herramienta clave en la política exterior de Estados Unidos, sustituyendo gradualmente a la diplomacia, lo que representa una clara contradicción al derecho internacional, porque estas prácticas se convirtieron en la punta de lanza de Washington no solo como una alternativa o complemento al uso de la fuerza, sino también para fortalecerse en la lucha geopolítica, aniquilación de la competencia y restaurar el dominio estadounidense en el mundo.
Es evidente que la comunidad internacional no puede controlar a la Casa Blanca, cuyas arbitrariedades además son utilizadas como una medida de presión política y económica contra países libres y soberanos. ¿Qué pasó cuando hace más de 10 años calificaron como «países deshonestos a Irak, Irán, Corea del Norte, etc”, y les aplicaron sus medidas unilaterales? Esta lista de Estados y programas de sanciones creció y llega a un estimado de 30 programas de sanciones a diferentes Estados del mundo, incluyendo a países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y como era de esperarse Rusia y China, que ya tenían restricciones con el silencio cómplice de estos organismos.
La tendencia creciente de creación de bloques económicos y de economías nacionales, amenazan estas prácticas imperialistas y delatan que no son la vía para lograr los objetivos establecidos por Estados Unidos, quien pierde espacios e influencia en el tablero geopolítico; esto pone en duda el destino de la hegemonía de EEUU y a la vez demuestra que en el mundo hay una transformación gradual de todos los procesos económicos globales y que muy pronto cambiará radicalmente la alineación general de fuerzas en la economía mundial.
Salta a la vista que Joe Biden aumentó el alcance y la intensidad de las políticas de sanciones para incrementar la competitividad estadounidense en los mercados mundiales de cualquier manera, sin importarle si viola o no los principios del comercio internacional y las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Los estadounidenses protegen sus intereses entorpeciendo o restringiendo las actividades de negocios, personas o entidades, mediante la aplicación de sus leyes extraterritoriales. ¿Cómo les parece? Tal como se dice en Venezuela, estos señores «se pasan de la raya» cuando hasta sancionan o amenazan con hacerlo a sus propios aliados de la OTAN o de la Unión Europea.
En 2019 Washington amenazó con imponer sanciones técnico-militares y económicas a Turquía por la compra de sistemas rusos de defensa antiaérea «S-400» y por si fuera poco, también amenazaron con ejercer presión económica sobre las empresas europeas involucradas en la construcción de la línea de gas “Nord Stream-2” y más de 20 grandes empresas se negaron a participar en este proyecto de gas, debido a las posibles restricciones de Washington previstas en la ley estadounidense sobre la protección de la seguridad energética de Europa.
Es más que evidente que Estados Unidos busca convertirse en proveedor de hidrocarburos para Europa, despreciando el derecho y la soberanía de estos países para decidir por sí mismos cómo y de dónde obtener energía. Los europeos tienen relaciones estables con Rusia, quien les ha proporcionado gas durante muchos años; ahora, esta relación con Bruselas es cada vez más importante debido a que la pandemia del coronavirus ha devastado la economía europea, incluida la energética.
Es poco probable que Estados Unidos logre interrumpir la culminación del gasoducto Nord Stream-2, y a la vez resulta fácil prever que seguirá oponiéndose con más fuerza, fundamentándose en que sus aliados deben «coordinar acciones» con la Casa Blanca en clara muestra de injerencismo.
En perfecto inglés estadounidense, «coordinar acciones » significa plegarse a la conveniencia de la Casa Blanca, esto coloca a los aliados de esa nación en una encrucijada, pues, o ejercen su soberanía y actúan para favorecer a su propio pueblo, o siguen comportándose como apéndices de hecho de Estados Unidos en Europa, tal como hace la mayoría de ellos, a pesar de que perjudican a sectores enteros de la economía europea.