Joven venezolano fue trasladado al Cecot sin importar que atravesaba un proceso de recuperación de salud (Ver video)

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Yoswaldo José Matas Ribeiro fue detenido en enero de 2025 cuando se dirigía a terapia de lenguaje. Meses antes recibió un impacto de bala en la mandíbula cuando intentaron robarlo. Foto Franklin Domínguez

Joven venezolano fue trasladado al Cecot sin importar que atravesaba un proceso de recuperación de salud

VEA / Yuleidys Hernández Toledo

En Estados Unidos, Yoswaldo José Matas Ribeiro, no solo conoció el atropello, el racismo, sino también la desgracia, por partida triple. En la llamada tierra del «sueño americano» recibió un disparo cuando intentaron robarlo. El impacto del proyectil lo recibió en la mandíbula, casi pierde la vida. De ese hecho quedó con problemas en el habla.

Su segunda desgracia ocurrió el 21 de enero de 2025, cuando oficiales del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, conocido por sus siglas en inglés ICE, lo detuvieron cuando se dirigía a realizar la terapia para seguir avanzando en la recuperación del habla. Ahí comenzaría todo un calvario, no solo para él, sino para su madre, su hermana y su abuela, aquí en Venezuela.

La pesadilla más cruel sería ser trasladado de manera ilegal el 15 de marzo al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), una prisión de máxima seguridad ubicada en El Salvador, un centro ampliamente señalado de incurrir en diversos tipos de violaciones de derechos humanos.

La desgarradora historia la relata a Diario VEA, en medio de lágrimas, Ana Rosa Ribeiro, la madre del joven de 25 años. Tras confesar que hasta ahora no había podido declarar públicamente, pues el dolor que siente es tan grande, que no puede hablar sin llorar, remarca que su hijo es un muchacho sano, que migró al norte con la esperanza de salir adelante, también para ayudarla a ella, a su hermana de 13 años y a su abuela.

Como miles de venezolanos, el joven llegó a EEUU, después de hacer la travesía por el Darién, la selva que conecta Colombia con Panamá, y que al menos hasta 2024, fue muy publicitada por medios y políticos de la derecha. Después de pasar por varios países centroamericanos, llegó a México, y en enero de 2024 ya estaba en tierra gringa, esa misma nación donde lamentablemente, de acuerdo con un informe de 2022 de la organización suiza Small Arms Survey (SAS),  es el único lugar del mundo donde las armas civiles superan en número a su población. Según la investigación, hay 120,5 armas de fuego por cada 100 estadounidenses.

En EEUU, el joven oriundo de Barlovento, estado Miranda, se dedicó a realizar labores de carpintería, albañilería y chofer. Este último trabajo no era nuevo para él, porque lo hizo en Venezuela. Todo iba bien hasta que tuvo el accidente, cuenta su madre en medio de angustia y lágrimas.

A los pocos meses de ser herido de bala, ICE lo detiene. Ahí comenzó el suplicio para él y su familia. Su madre ya no se podía comunicar tan seguido con su muchacho, porque 45 minutos de llamada representaba un costo de 10 dólares, unos recursos que ella no posee. Ante esto, un primo de Yoswaldo José Matas, quien se encuentra en EEUU, se convirtió en el enlace entre madre e hijo.

El 14 de marzo de 2025 Ana Rosa estaba muy feliz, ese día recibió una llamada de su hijo, quien le dijo que sería deportado para Venezuela. «Yo lo estaba esperando» con los brazos abiertos, contó el 29 de mayo, a Diario VEA, desde la plaza Andrés Eloy Blanco, también conocida como plaza Lina Ron, ubicada adyacente a la sede de la Vicepresidencia de la República, donde acudió con un grupo de padres para ser atendidos por funcionarios de esa instancia.

Como otros cientos de jóvenes, Yoswaldo no llegó a su patria.

Tenía esperanza que no estuviese en El Salvador

El domingo 16 de marzo de 2025 comenzaron a circular en medios internacionales y nacionales, que un grupo de venezolanos había sido trasladado desde diversos centros de detención en EEUU al Cecot. Ana Rosa se enteró de la noticia, pero tenía la esperanza de que su hijo no estuviese entre las víctimas de los atropellos de los regímenes de Donald Trump y Nayib Bukele.

«Yo tenía mi duda de que se lo hubiesen llevado a El Salvador», dice, sin saber explicar por qué tenía las dudas, aunque quizás era su esperanza desbordada de que su hijo no estuviese en ese grupo de secuestrados.

El 19 de marzo, la dura realidad golpeó a Ana Rosa, cuando vio el nombre de Yoswaldo José Matas Ribeiro en la lista que circuló en diversos medios con los nombres y apellidos de los secuestrados.

«Desde entonces eso es una agonía para mí. No paro de llorar», remarca sin poder contener el caudal de gotas que baja por sus mejillas.

Cuenta que Orleana, su hija de 13 años, también ha sufrido los impactos del secuestro, porque la ve a ella tan mal, que la afecta.

Comenta que Yoswaldo tiene dos (2) hijos que no vivían con él, sino con la madre.

Miedo que cuando salga su abuela ya no esté

Sin poder detener las lágrimas, expresa que ella ama a su hijo, «doy la vida mía por la de él», exclama.

Confiesa que uno de los temores que tiene es que a su abuela materna le suceda algo mientras él está secuestrado.

«A veces me da miedo, porque mi hijo perdió a su abuela por parte de papá hace dos meses», dice, y explica que la señora estaba bastante enferma. «Me da miedo con mi mamá, porque ella está enferma, pero son personas que sufren y aunque yo me hago la dura delante de ella, eso es mentira, las madres saben cuando un hijo está sufriendo (…) Y yo estoy sufriendo», agrega.

«Mi mamá está mal. Yo me hago la fuerte, pero eso es mentira. Mi mamá tiene lupus y sufre de tensión alta», comenta con la mirada llena de angustia y de dolor.

Trump y Bukele, liberen a los venezolanos

Como han clamado a lo largo de más de 100 días cientos de familiares de los secuestrados, Ana Rosa exige a los presidentes Donald Trump y Nayib Bukele que liberen no solo a su hijo, sino a los más de 200 venezolanos retenidos de manera ilegal en el Cecot.

«A Donald Trump y a Bukele, liberen a nuestros hijos, a todos esos muchachos que están allá, porque así como estoy, estamos 200 o hasta 300; no sabemos cuántos muchachos hay allá. Así de angustiada están las madres, las esposas, los primos, los familiares» de los secuestrados.

A los que quieren emigrar, no se vayan

«A los que quieren emigrar les digo que no se vayan , y eso lo aconsejo a cada momento. Véanse en mi espejo, miren mi hijo cómo está y lo mal que está su madre», manifiesta, al tiempo que a los que desean irse de Venezuela, los invita a reflexionar sobre el dolor que pueden estar causando a sus padres. «No se vayan, quédense en Venezuela. Venezuela es Venezuela, aquí guerreamos».

Dice con angustia, que le preocupa mucho la salud de su hijo, porque estaba en un proceso de recuperación y sospecha que en el lugar donde está no recibe tratamiento. «Esa es una de las cosas que me ponen más mal. Él hablaba poco».

Con voz llorosa, manifiesta su confianza en que Dios le devolverá a su hijo, no solo a ella, sino a todas las madres que están pasando el mismo dolor. «Dios no le da prueba a uno, si uno no puede», comenta. «Primeramente Dios, ellos vuelven, van a volver», agrega con esperanza.

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