Alberto Vargas

La gran mayoría de los medios de comunicación social privados editan la realidad a su conveniencia, tras la ofensa, la malicia, la mentira, la manipulación, el vilipendio, la injuria, la difamación, y paremos de contar, pues pueden hacer lo que le plazca a diario.

El sindicato de los dueños de estos medios de comunicación privados, apilados en la Sociedad Interamericana de Prensa y el Bloque de Prensa Venezolano, son los guardianes de “la libertad de información” la cual responde a sus intereses con eslogan que buscan afianzar su objetividad y veracidad. Son medios que discursean una doble moral: hablo de tal forma, pero actúo como me plazca.

“La imprenta es tan útil como los pertrechos en la guerra y ella es la artillería del pensamiento”, dijo Simón Bolívar, quien en su época el terrorismo mediático informativo ya hacía de las suyas, por lo que alertó:

“El derecho de expresar sus pensamientos, y opiniones de palabra, por escrito, o de cualquier otro modo, es el primero y más estimable bien del hombre en sociedad. La misma ley jamás podrá prohibirlo, pero tendrá poder de señalar justos límites, haciendo responsables de sus impresos, palabras y escritos, a personas que abusaren de esta libertad, y dictando contra este abuso penas proporcionales”.

El mal endémico de la manipulación y la mentira nos viene desde tiempos remotos; la información mercantilizada, un negocio lucrativo y político en el que deambulan las más brutales perversidades, que tiene un historial milenario en el que desde un principio se hizo visible una especie de “periodista” para perpetuar reyes, tronos, imperios, pues desde que nació la escritura han existido fablistanes contrarios a los intereses más sagrados de los pueblos.

Las campañas violentas de los medios de comunicación social privados se han intensificado tanto que han alcanzado límites desproporcionados y azarosos para la propia existencia humana.

En 1989, William Lind y cuatro oficiales de Estados Unidos rotularon un documento: «El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación». Principiaba a configurarse una nueva manera de intervenir en las conciencias de las personas a través de la sugestión. En su definición técnica, «Guerra psicológica» o «Guerra sin fusiles», el empleo planificado de la propaganda orientada a direccionar conductas en la búsqueda de objetivos: control social, político, etc., sin recurrir al uso de las armas.

A decir verdad, en esa misma tónica, hoy el poder mediático criminaliza al Gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro mediante la malicia informativa que ya es inocultable y está bien visibilizada.

En Venezuela los principales grupos del poder mediático privado manejan casi todo el espectro televisivo, radioeléctrico y los principales tirajes de medios impresos, y están bajo las directrices (entiéndase líneas editoriales) del imperialismo. La guerra de cuarta generación lo que pretende es una movilización masiva de la población en un antagonismo integral contra un supuesto enemigo que han creado en las mentes débiles, disociadas, víctimas de la mentira y la manipulación. Los medios de comunicación privados están empeñados en inocular miedo a la población y su único objetivo es alcanzar el control político para disponer de nuestras riquezas naturales al igual que de los recursos naturales no renovables. Venezuela es uno de los primeros países con más petróleo en el mundo, a lo que hay que incluir el arco minero, entre otros recursos por su estilo.

Evita que los medios de comunicación privados te idioticen, combátelos. La prensa en Venezuela y en el exterior es un medio venenoso de la derecha fascista alimentada por el imperialismo estadounidense.

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