Alberto Vargas

Mientras unos pocos ricachones se empeñan en destruir la naturaleza para seguir en la vorágine de la autodestrucción por el enriquecimiento desmedido, grandes sectores humildes de la sociedad luchan por preservar la vida y los ecosistemas; mientras las naciones imperialistas se empeñan en hacer la guerra para su beneficio, los pueblos del mundo se alzan para conquistar la paz.
Por eso, los revolucionarios históricamente y en nuestros días, son perseguidos a muerte.
El rostro de la historia devela que la expansión mercantilista de los viejos imperios europeos, dejó a su paso un aproximado de 80 millones de indígenas exterminados tras la invasión española-portuguesa-inglesa. Con este cementerio continental se produjo el proceso de acumulación de capital más vergonzoso y criminal de la historia humana, solo comparable con la tragedia infligida a los ancestros africanos por los esclavistas bárbaros europeos; se estima que 140 millones de africanos de todas las edades fueron cazados como animales.

Desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, hubo más de 200 conflictos armados en los cuales murieron más de 100 millones de personas. Después de la Segunda Guerra Mundial se desarrollaron 70 conflictos regionales que involucraron a 80 países, con un saldo de 25 millones de víctimas.

Los recursos mal gastados en estas infames guerras pudieron ser utilizados para saciar el hambre y la miseria en el mundo y emprender con vocación el desarrollo integral y equilibrado de los pueblos.
La inviabilidad del capitalismo está atrapada en su propia criminalidad, al provocar brechas insalvables lanzando vidas humanas a lo infrahumano. Hoy más de 900 millones de persona padecen hambre crónica.
Para el capitalismo y todos sus sucedáneos, el socialismo es un atraso, es alienante y prisionero; es contrario a las libertades de los individuos; pero sabemos que son mentiras que utiliza ese criminal sistema sin argumentos válidos bajo el ropaje del mediatismo y la manipulación. En respuesta a estas infamias y tantas otras aberraciones malignas y egoístas, es una verdad histórica: La democracia necesita al socialismo, y no al revés, porque no es posible que la democracia espere algo del capitalismo cuando su depredadora actuación ante la humanidad, ha llevado hacia la extinción toda forma de vida en nuestra Madre Tierra.
Luego, es el capitalismo a través de la globalización el que busca un pensamiento único en el que vivamos reprimidos bajo una supuesta libertad, idiotizados; el capitalismo es contrario a una educación que enseñe a pensar de manera integral y contextualizada; pero sí está de acuerdo con una educación que enseñe a obedecer, alienante, represiva.
El capitalismo está fuera de control y la dirección del giro debe hacerse hacia el socialismo. «Una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo, pero no termina de morir, y al mismo tiempo hay algo que está naciendo, pero tampoco termina de nacer», acuñó Antonio Gramsci.

Por su parte, Nelson Mandela, quien debió deslastrarse de los dogmas egoístas inoculados por el capitalismo, asentó:

«Al salir por la puerta hacia mi libertad, supe que si no dejaba atrás la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero».

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