Clodovaldo Hernández

@clodoher

Uno de los aspectos de la Revolución Bolivariana que más roncha le saca a la derecha y a Estados Unidos es la unión cívico-militar. Creen que es una aberración porque los militares latinoamericanos no deben estar vendiendo verduras o reparando escuelas, sino en sus cuarteles haciendo salto e’ rana y aprendiendo a torturar gente, según los manuales de la Escuela de las Américas.

Mientras tanto en Estados Unidos existe la unión corporativo-militar. Es decir, que los cuerpos castrenses no están aliados con el pueblo llano ni siquiera lo están con la refinada sociedad civil (entendida como las clases medias y altas), sino con los grandes emporios económicos.

Cuando un oficial de alto rango de Estados Unidos dice que hizo esto o va a hacer aquello en defensa de los intereses de su país, lo que significa, en realidad, es que lo ha hecho o lo hará en defensa de las corporaciones estadounidenses transnacionales.

Los generales estadounidenses se cuentan entre los sujetos más politizados que uno pueda imaginarse. Son fichas que se mueven en el espectro que va desde la derecha light hasta la ultraderecha supremacista y facha. Si alguno tiene ideas diferentes, termina preso, execrado o cae en combate por un lamentable “fuego amigo” o en maniobras de entrenamiento en algo que siempre parece un accidente.

En fin, esto viene al caso porque alguien en las redes comentó que la jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, habló acerca de los recursos naturales de América Latina y lo hizo como un depredador hablaría de una presa a la que está pensando asaltar, despedazar y engullir en medio de un festín sangriento, como en esos programas selváticos de National Geographic. A la marcial doña casi se le ve la saliva cayendo por las comisuras de los labios cuando dice que buena parte de las reservas de agua, petróleos pesados y livianos, tierras raras y litio están en esta región.

Especial fruición mostró con el litio, que es el mineral de los carros eléctricos y de casi todos los artefactos electrónicos inteligentes, incluyendo las armas y equipos militares. Apuntó directamente al llamado Triángulo del litio, la zona que abarca territorios de Bolivia, Chile y Argentina y concentra, según estimaciones, más de 80 % de los yacimientos de este mineral estratégico en el mundo.

[Richardson asume así la apariencia del tiburón que no nada mar afuera, sino que merodea buscando algo en la orilla, un canto tan recordado en estos días debido a la vergonzosa actitud de Rubén Blades respecto a las protestas populares en su país de origen, Panamá, que contrasta feamente con la que tuvo sobre Venezuela en tiempo de guarimbas. Pero ese es otro tema].

La generala corporativa habla de la vecindad panamericana, y el subtexto de esa palabra es el tantas veces mencionado patio trasero de Estados Unidos. El monroísmo le brota por la piel, atraviesa su bien planchado uniforme y se transforma en una amenaza. El imperio decadente va a seguir intentando por todos los medios a su alcance tener el control de estos recursos que considera suyos por derecho divino. No va a permitir que los países donde se encuentran esos minerales tomen decisiones soberanas y eventualmente se los vendan a chinos, rusos o cualquier otro intruso.

Cuando algo así lo dice un intelectual, parte de un tanque de pensamiento asesor de la élite estadounidense, es ya bastante delicado. Pero en boca de quien tiene a su cargo el oprobioso poder de fuego del imperio en toda la región, resulta realmente grave. El hecho de que sea una señora y no un típico generalote gringo con cara de psicópata (como Jack Nicholson en Cuestión de honor), no disminuye ese peligro.

Es como que el “líder negativo” de la parroquia, que ya tiene en su lista más de 20 muertos y que anda armado hasta los dientes y rodeado de compinches de la misma ralea, diga públicamente que le gusta tu nevera o que le parece bonito el carro del vecino. ¿Cómo no sentirse amenazado?

Para completar, la generala advierte sobre los peligros que ella avizora desde su alto puesto de mando y resulta que –¡vaya detalle!- no son los ejércitos nacionales de ninguno de los países del resto de América (¿cómo podrían serlo ante una de las mayores superpotencias militares de la historia?), ni son grupos irregulares terroristas, sino dos medios de comunicación rusos: RT y Sputnik que, pese a estar censurados por las cableras y redes de “occidente”, tienen millones de seguidores en Nuestra América.

Entonces, uno se pregunta: ¿por qué si el general en jefe Padrino López (por decir un nombre), expresa una opinión sobre CNN, Fox News o cualquier otro factor de la maquinaria mediática hegemónica, eso se considera una grave intimidación al ejercicio libre del periodismo, pero si esta señora generala advierte contra esas dos cadenas rusas, es razonable y hasta recibe aplausos de los defensores de la libertad de expresión?

La derecha bajo la égida de Estados Unidos le niega el derecho a expresar su punto de vista sobre los medios de comunicación incluso a los funcionarios civiles de los gobiernos latinoamericanos no sumisos a sus líneas de mando. Ni siquiera los ministros de Comunicación e Información pueden decir nada sobre la “prensa libre” porque si osan hacerlo de inmediato les caen encima no solo los preocupados voceros del Departamento de Estado, sino también los burócratas de la diplomacia internacional y los sablistas de las ONG (pagadas por ellos mismos) con especialidad en derechos humanos y libertad de expresión.

En cambio la generala Richardson anuncia que está apuntando sus cañones (dicho en sentido literal porque ella es la jefa de la fuerza de intervención armada de Estados Unidos en el continente) contra unos medios de comunicación internacionales y nadie sale ni siquiera a decirle “caramba, generala, mejor ocúpese de las cuestiones militares y deje el asunto del periodismo en manos de civiles”.

Lo bueno con las declaraciones de la generala Richardson es que las está diciendo en pleno ejercicio de sus funciones.

Es bueno porque lo que acostumbraban hacer estos políticos uniformados y armados era llevar a cabo toda clase de barbaridades y luego, años después, ya en retiro, escribir un libro para desembuchar todos los cuentos y dar conferencias con cara de yo no fui.

Sin ir muy lejos, en estos mismos días el coronel retirado y exjefe de Derecho Penal del Pentágono, Richard Black, admitió que EEUU usa a Al Qaeda y a Daesh (el terrorista Estado Islámico) en Siria desde que comenzó la guerra en ese país. «En 2011, Estados Unidos desembarcó a sus agentes de la CIA en Siria para coordinarse con Al Qaeda», dijo el oficial, como si él no hubiese tenido nada que ver.

El asunto de fondo acá parece ser que o los funcionarios estadounidenses (civiles, militares, corporativos o sus aleaciones) son desmedidamente hipócritas o es que internalizan tanto su rol de imperio, destino manifiesto y raza superior, que piensan que todo lo que hacen es por el bien de la humanidad.

Analicemos, por ejemplo, las declaraciones del secretario de Estado, Antony Blinken, un señor que –se supone- debe haber estudiado mucha historia contemporánea y política exterior. Entonces, aparece en pantalla y dice: «Si a Rusia se le permite hacer lo que hace, significará que estamos regresando a un mundo donde los países grandes pueden intimidar a los pequeños”.

Y, entonces, si uno se toma en serio el planteamiento, le preguntaría: “Ajá, Blinken, ¿y qué me dice usted de Estados Unidos intimidando (para solo mencionar a algunas víctimas de las últimas décadas) a Vietnam, Laos, Camboya, Cuba, Guatemala, República Dominicana, Grenada, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Honduras, Yugoslavia, casi toda el África Negra, Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Venezuela y Bolivia?”.

Reflexiones mediáticas

Sobre el caso de Álex Saab, el principal ariete mediático de la acusación, el portal Armando.Info también empieza a contar las cosas como son. Uno de los directivos confirma lo que se ha dicho muchas veces: es un medio de comunicación pagado por organismos estatales y paraestatales de Estados Unidos, así que no es cosa de mala fe preguntarse si es de verdad un ejemplo de “prensa libre”, una valiente expresión del periodismo de investigación independiente o es un artefacto al servicio de un gobierno hostil.

Otro personaje clave, el “investigador principal”, reconoce que Saab iba en su viaje como agente de Nicolás Maduro. ¿Y si iba como agente del presidente constitucional –le guste o no a Armando.Info– no quiere decir que era diplomático?

Por otro lado, el periodista dice que lo de Estados Unidos con Saab es una advertencia para quienes estaban haciendo lo mismo que el empresario o estaban pensando hacerlo: evadir el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales para comprar y vender productos en el mercado internacional no dominado por Estados Unidos.

Es decir, que para considerar a Saab como un delincuente hay que otorgarle previamente el derecho a Estados Unidos a bloquear y sancionar a quien quiera. ¿Puro colonialismo mental o mero resultado de su relación de dependencia con Washington?

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