Alfredo Carquez Saavedra

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En estos últimos días Josep Borrell, el Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, se ha empeñado en meter y meter la pata y enredarlo todo con declaraciones que desdicen mucho de su experiencia como diplomático. Tanto es así que, tal vez, si se hiciera una encuesta el rechazo público hacia su figura estaría dándole la pelea al que reúnen personajillos de la política iberoamericana caídos al abismo de la historia, tales como Juan Guaidó, Iván Duque o Sebastián Piñera.

Este exfuncionario del gobierno de Pedro Sánchez, prestado a la UE, ha logrado parecerse a Cantinflas en su famosa película Ahí está el detalle, y al Chavo del Ocho en cualquiera de sus capítulos, dos personajes nacidos del imaginario latinoamericano que, por sudacas, seguro no son de su gusto.

Sin ir más atrás, en el récord histórico de burradas de Borrell, aquí presentamos someramente sus últimos deslices orales. Luego de avanzar en la posibilidad de que la UE enviara una misión para observar el proceso electoral pautado para el próximo 21 de noviembre, viene el militante del neoliberal PSOE y deja salir el monstruo colonialista que lleva dentro (quizás por efectos de la cercanía de los 529 años del 12 de octubre) al señalar que los europeos asociados en Bruselas “legitimarán” o no el resultado de tales comicios. ¿Consecuencia inmediata? El reclamo oficial del Ejecutivo nacional, de la Asamblea Nacional, y de todos los sectores políticos de la izquierda criolla antiimperialista. Todos estos le exigen una disculpa que nunca aparece.

Más tarde, después de días de silencio, vuelve a las andadas. Pero en esta oportunidad ataca a sus aliados, protegidos y subsidiados de la extrema derecha venezolana, Juan Guaidó y Leopoldo López, a quienes acusa de querer “dinamitar” (cosa que él ya hizo al ser tan deslenguado) la misión de observación electoral de la UE.

Borrell, tan beligerante contra Venezuela, quien con su cara de abuelo bonachón esconde su apoyo a políticas genocidas como las medidas coercitivas y unilaterales adoptadas por Estados Unidos y la UE en contra del pueblo venezolano, paradójicamente hace uso de un discurso conciliatorio ante el gobierno asesino y paramilitar de Iván Duque.

Por ejemplo, ¿qué dijo este señor durante la dura represión desatada por la Casa de Nariño en contra de civiles en el paro cívico convocado en el vecino país en abril pasado? Pues que la UE le ofrecía “apoyo” al títere del Matarife Uribe “para superar la crisis”.

En fin, Borrell ha terminado por ser uno de esos fastidiosos seres que nadie quiere en su casa, pero que se empeñan en hacer la visita. Habrá que poner la escoba detrás de la puerta para conjurar la posibilidad de que llegue a concretar su papel de arrocero en la fiesta electoral prevista para apenas dentro de cinco semanas.

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