Pedro Estacio

@Urgentess

El interés general está clamando por una reforma, y la América está llamada por las circunstancias a emprenderla. La América no debe imitar servilmente, sino ser original, pensaba Simón Rodríguez.

Esas palabras las registró en el Ideario de Simón Rodríguez, el fallecido profesor Alfonso Rumazo González, de la Escuela de Periodismo (así era conocida antes) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Quienes fuimos sus alumnos supimos no solo de su carácter, sino de su talento; escribió más de 25 libros y miles de artículos en todo este continente. Recuerdo que en la época de la renovación en la UCV, renunció al no permitir que se le cuestionara.

Lo cierto de todo es que en el IV capítulo del libro, titulado “América”, recoge detalles muy interesantes sobre el pensar de ese filósofo americano que fue Simón Rodríguez.

En Sociedades Americanas (1828), por ejemplo, Rodríguez dice que “Los hijos de los españoles en América se parecen muy poco a sus padres: la lengua, los tribunales y los templos engañan al viajero: no es España, aunque se hable español, aunque las leyes y la creencia religiosa sean las mismas que trajo la conquista. Si la América no se parece a España, ¿a qué país se parecerá? La lengua, los tribunales, los templos y las guitarras engañan al viajero; se habla, se pleitea, se reza y se tañe, a la española, ¡pero no como en España!”.

Pero escribe Rodríguez asuntos muy llamativos al titular Pródromo de sociedades americanas, siempre en 1828, como refiriéndose a toda una sintomatología de cosas que ocurren antes del desarrollo de las enfermedades, y apunta:

“Hágase algo por unos pobres pueblos que, después de haber costeado con sus personas y bienes o, como ovejas, con su carne y su lana, la independencia, han venido a ser menos libres que antes (y no culpan por ello a sus caudillos: el cuerpo militar no ha hecho constituciones). Antes tenían un rey pastor, que los cuidaba como cosa propia, los esquilaba sin maltratarlos y no se los comía sino después de muertos. Ahora se los come vivos el primero que llega. Y están expuestos a que, en un apuro, algún defensor de las garantías y de la integridad territorial, los regale o los venda, con tierras y todo, a quien le dé un titulajo o lo descargue de sus deudas. Hágase algo por unos pobres pueblos que no saben qué hacerse ni qué hacer con sus hijos”.

Y más adelante, el profesor Rumazo transcribe lo que Simón Rodríguez creía con sinceridad. Unas líneas que suenan a trompetazo madrugador:

“Dos gobiernos no pueden simpatizar si los dos pueblos no simpatizan, y esto se está viendo. Los gobiernos de América no pueden simpatizar con los de Europa, porque los pueblos americanos en nada se parecen a los europeos”.

Recordar al filósofo de América, como ha sido llamado Simón Rodríguez, maestro de Libertador, debe hacernos pensar a todos, pues lo que planteaba  hace casi dos siglos, es como ajustar la pantalla del televisor hoy día y ser más específicos.

Por allí vemos las conductas de los europeos, entre ellos los anglosajones, y, por otro lado, los primos de los anglosajones, los que viven de este lado del Atlántico. Comparar las conductas no tiene nada de complicado, pues la historia antigua y la actual los muestran tales cuales han sido y son. Lo único que cambia son las modalidades para hacer las cosas, pero en el fondo son los mismos y, nosotros, no somos iguales a ellos aunque algunos sueñen con parecerse a ellos y esos, son gente sin conciencia, ampliamente conocida.

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