Los enemigos del proceso

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Hace tres años mi hermana y mi cuñado, que tenían varias décadas viviendo en Londres, cumplieron su sueño de regresar a vivir en Venezuela.

Rodolfo Porras

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Hace tres años mi hermana y mi cuñado, que tenían varias décadas viviendo en Londres, cumplieron su sueño de regresar a vivir en Venezuela. Las razones: primero, son incondicionales a nuestro proceso político; segundo, aman a Venezuela.

Se trajeron en un container muebles y demás artículos del hogar, un carro, una enorme lancha inflable y otros peretos. La verdad es que sufrieron lo suyo para recuperar sus pertenencias, a pesar de haber hecho todas las gestiones requeridas legalmente. Lo que se suponía era un trámite de ocho días demoró más de dos meses, con las consabidas insinuaciones y proposiciones de erogaciones monetarias distintas a las estipuladas por la ley.

Pero la irrenunciable creencia en la revolución venezolana les dio fuerzas para hacerse los desentendidos frente a tales proposiciones.

Una vez que lograron recuperar sus pertenencias, iniciaron los procedimientos legales para registrar la lancha y el carro. Tres años después todavía no han logrado culminar con ese proceso.

Unos amigos, que nunca han entendido esa decisión de abandonar Londres para vivir en Venezuela, cada vez que se toca el tema de los procedimientos bufos que han sufrido mis parientes, se dividen: una mitad se lo atribuye a la corrupción, un cuarto a la negligencia y otro cuarto al saboteo opositor.

Mi hermana y su esposo tenían desde principio de este año tratando de renovar su pasaporte venezolano. Con su fe irrenunciable en las bondades de nuestro proceso, comenzaron a seguir los pasos indicados por el gobierno en línea, desde su casa, allá en el oriente del país. Todo ha sido un fracaso. Se hizo un pago en petros que naufragó, las citas demoraron más de la cuenta.

Todo esto los ha forzado a salir de su pueblo para hacer las diligencias en la capital. Por razones de salud tienen que ir a Londres, ya que el seguimiento del tratamiento contra el cáncer lo llevan en un hospital londinense. Los problemas cardíacos también. El asunto es que han cambiado la fecha de los pasajes varias veces. La nueva multa a pagar por cambio de fecha a la línea aérea ascendió a los mil dólares, monto que no tenían. Los médicos ingleses están molestos por tantas citas suspendidas.

Cada vez que vienen a Caracas para lograr enderezar un entuerto del Saime, los cazan en la carretera porque no tienen las placas de circulación venezolanas, que tienen tres años tramitando. Los de la alcabala tratan de matraquearlos, los dejan detenidos por horas.

En una última venida a Caracas, dado que los pasajes están por vencerse, consignaron papeles médicos y la montaña de documentos de todos los trámites realizados en este medio año; los funcionarios reconocieron que son errores institucionales. Esta visita, dada la premura, se hizo no para que le entreguen el pasaporte sino un permiso de salida.  Solución propuesta por los funcionarios. Les prometieron una cita para que se sacaran las fotos y así poder acceder al permiso. El asunto es que, aun conociendo la fecha de salida, (ya modificada varias veces) le otorgaron una cita para diez días después de la fecha que marca el boleto para la salida.

La necesidad de hacer sus diligencias en Londres los llevó a jugarse otra carta: Ir el día del vuelo a Maiquetía, a tratar de convencer a las autoridades de que los dejaran salir con el pasaporte inglés. La funcionaria, que asumió su responsabilidad argumentando que ella era la jefa del lugar, abrió una posibilidad: “si renuncian a la nacionalidad venezolana pueden salir”. Por supuesto que mi hermana y mi cuñado se negaron atónitos ante semejante despropósito.

Perdieron todo el dinero, los pasajes, el gasto de vuelos internos. Y están allí en su casa, en el oriente del país, esperando las citas, esperando tener algún día el pasaporte en la mano, ir ahorrando para comprar unos nuevos pasajes. Mi hermana prefiere recordar a una de las mujeres policías que los escoltó hasta la salida de la zona del aeropuerto de Maiquetía, en donde se representó esta tragicomedia: “Se me parte el alma ante todo esto” le dijo la joven.

Mis amigos insisten: la mitad, que es mera corrupción para que le suelten dinero; un cuarto, que es negligencia pura y dura; y el otro cuarto, a que es saboteo de la oposición. ¿Y mi hermana y mi cuñado?  simplemente no se lo pueden creer.

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