Pedido de intervención militar de Álvaro Uribe también pone en peligro la paz de Colombia

Yldefonso Finol

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Nuevamente coinciden dos matones neogranadinos en arengar una guerra contra Venezuela: Uribe, el paraco mayor, lo aúlla en la frontera; Santos, el ministro de defensa que bombardeó Ecuador, lo escribe en carta pública. (Un puñado de malnacidos con cédula venezolana -pero con alma y pasaporte colonial- los secundan).

Pregunta: ¿la legislación del país vecino permite este tipo de llamados belicistas, así no más?

En 2017 un abogado uribestia publicó un artículo llamando a matar al Presidente Nicolás Maduro. https://www.alainet.org/de/node/186720

Pregunta: ¿cómo se logra la “paz total” con los matones predicando impunemente su belicosa religión necrofílica?

Unos días después del gravísimo acto de Álvaro Uribe en Cúcuta pidiendo una invasión militar extranjera contra Venezuela, estalla otra crisis de violencia en la zona limítrofe del Catatumbo, provocando la enésima afluencia masiva de personas expulsadas desde Colombia hacia nuestro país (mucho guillo). La guerra interna continúa haciendo estragos en la sociedad colombiana, con cientos de miles de víctimas mortales tras seis décadas, más desapariciones que en las dictaduras del Cono Sur, y terribles violaciones de Derechos Humanos que reproducen la perversa imaginación nazi-fascista o nazi-sionista.

Paradoja: en el discurso dominante de la mediática pro-imperialista, el llamado “sistema interamericano”, el campo otanista promovido como “comunidad internacional”, Colombia ha sido exhibida como un “modelo de democracia”.

La economía privilegiada por el crimen transnacional (drogas, armamentismo, tráfico y trata de personas) está perfectamente insertada en el mercado global controlado por las agencias conspirativas estadounidenses y asociados. Los carteles del narcotráfico y sus guardias pretorianas en el terreno, en ese gran portaviones gringo que va del Chocó a Tumaco y del Casanare al Catatumbo, cuentan con los avales de una oligarquía añejamente antivenezolana, misma que ambiciona estratégicos espacios geográficos -y los recursos- de nuestra Patria. https://www.alainet.org/es/articulo/206911

Ingrediente peligrosísimo es el impresionante poder sionista en Colombia, muy acoplado al santanderismo, esa sub-doctrina monroísta que por dos siglos hizo del Estado un ente opresor de su pueblo y servil al imperialismo gringo. Antecedentes de esa relación criminal hay muchos, pero baste por ahora recordar el caso Rafael Rafi Eitan, agente israelí que diseñó y orquestó el genocidio de la Unión Patriótica y otros grupos de izquierda cuando la presidencia de Virgilio Barco, y, unos años después, el del coronel del ejército israelí Yair Klein, quien dirigió, junto a otros tres de igual rango y procedencia, el entrenamiento de los jefes paramilitares colombianos.

El negocio del guerrerismo ha sido el gran articulador de los intereses israelíes con Colombia. La clase política del vecino país está muy comprometida en estos manejos. El uribismo, y su variante camaleónica el santismo, son abiertamente sionistas. Pegasus es un nombre clave para indagar en el submundo de la triangulación que EEUU ha perfeccionado desde el satélite granadino. El software de espionaje Pegasus está en manos del paramilitarismo campante, y es utilizado en el plan antinacional de la derecha venezolana subalterna del mismo patrón.

Personajes polifacéticos del sionismo actúan con fachadas de empresas expertas en ciberseguridad (espionaje), perros de la guerra, finanzas, seguros, automóviles, joyería, también controlan gran parte del negocio mediático, financiero, y cooptan figuras de los sectores religiosos, artísticos, educativos, y otras mamparas como inofensivas ONGs; todo cuanto sirva para legitimar dineros del narcotráfico y posicionarse en el portaviones contra Venezuela Bolivariana.

Hoy, mientras se posesiona Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en tierras colombianas desanda el espíritu del presidente más breve en la historia del país norteño, William Henry Harrison, quien como “diplomático” de Washington en Bogotá, conspiró depravadamente contra El Libertador Simón Bolívar, coordinando y financiando a los santanderistas que intentaron el magnicidio de la Noche Septembrina y los que mataron al Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

Desde esos tiempos las huestes bolivarianas sabemos quienes son unos y otros: los que dan las órdenes y los matones que acuden a perpetrarlas.

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