Madre de secuestrado: Mi hijo saldrá de esa cárcel en El Salvador para estar con su familia, tengo fe
Solangel Herrera de Mogollón, madre de Henry Mogollón cuenta que sus nietos de cinco años preguntan «¿mi papá por qué no viene? ¿por qué no llama? Ellos no entienden lo que pasa». Foto Franklin Domínguez

VEA / Yuleidys Hernández Toledo
«Yo le digo a mi hijo que tenga muchas fuerzas, que confíe en Dios, que él es el que va a solucionar esto (…) Él, Dios, está obrando, Dios está ahí cerca de él y lo está apoyando, y él va a salir de allí para ver a sus hijos. En el nombre de Dios, que así será», clama Solangel Coromoto Herrera de Mogollón, madre de Henry Mogollón Herrera, uno de los 252 jóvenes secuestrados por los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y Nayib Bukele, de El Salvador, desde el 15 de marzo en el Centro de Confinamiento del Terrorismo, Cecot, una prisión de máxima seguridad, en la nación centroamericana.
Desde la plaza Andrés Eloy Blanco, conocida popularmente como plaza Lina Ron, ubicada cerca de la esquina de Santa Capilla, Caracas, relata a Diario VEA, que Henry tiene tres (3) hijos, una adolescente de 14 años que vive actualmente con ella, porque su madre está fuera del país, y dos morochitos de cinco (5) años que viven con su mamá en Colombia, y que constantemente preguntan por su papá.
Indica, llena de dolor, que los pequeños no comprenden lo que sucede con su padre. «No saben la situación que está pasando. Ellos extrañan a su papá porque él los llamaba todos los días, preguntan mucho por él. ‘¿Mi papá? ¿por qué no viene? ¿por qué no me llama?'».
Solangel, que reside en Barquisimeto, estado Lara, la misma tierra donde formó a su muchacho, relata que los niños están confundidos de porqué su tío, es decir, el hermano de Henry, sí los llama, pero su papá no.
Agrega que está segura de que lo que más desea Henry en este momento es poder hablar con sus hijos pero no puede porque está secuestrado de manera injusta.
«La mayor sí entiende lo que pasa, y ella me ayuda mucho. También se siente mal» por la situación de su padre, remarca antes de contar que su hijo de 31 años antes de irse a Estados Unidos, vivía en Colombia, donde están los niños pequeños en este momento con su mamá.
«Se lo llevaron porque tiene tatuajes»
Solangel relató que a su hijo lo detuvieron por los tatuajes que tiene, lo que le parece un acto de total discriminación, y señala además que los estadounidenses también tienen. Remarca que su hijo no cometió ningún delito ni en Venezuela ni en Estados Unidos y mucho menos en El Salvador, país que no conoce.
«Se lo llevaron porque tiene tatuajes»,e indica que en el lado derecho tiene su nombre, Henry, y en el izquierdo, una calavera que se lo hizo una pareja que tuvo cuando vivía en Houston.
Después de comentar sobre los tatuajes de su hijo, describe que el joven llegó a Estados Unidos en septiembre de 2023; como miles de venezolanos buscaba mejoras económicas. Su primera parada fue en Georgia. Agrega que durante el tiempo que su hijo estuvo en esa nación ella hablaba diariamente con él, tanto en la mañana como en la tarde.
Cuando el empleo faltó en Georgia se fue a Florida, buscando oportunidades en el área de la construcción, de albañilería. Luego estuvo en Houston, donde trabajó como delivery, fue en esta región donde el 7 de enero de 2025 lo detuvo el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, conocido por sus siglas en inglés, ICE.
«Tuvo un percance con el carro que compró, no tenía licencia. Entonces lo pararon, le quitaron el carro por la licencia. A él lo detuvieron anteriormente por eso. Lo multaron, lo detuvieron el último noviembre, en esa oportunidad lo soltaron», y le señalaron los delitos de conducir sin licencia y porque el carro no tenía seguro. En esa oportunidad le dijeron que debía «pagar unos tickets el 6 de enero de 2025, él fue, los pagó todos, normal, resulta que el 7 de enero fueron y lo buscaron llegando de su trabajo, lo buscaron y se lo llevaron», narra.
Tras ser detenido lo llevaron al Centro de Detención El Valle, ubicado en Texas. Ahí estuvo hasta el 15 de marzo cuando de manera forzosa e ilegal fue enviado a la nación centroamericana.
«Yo quiero irme a mi casa»
La madre de Henry narra que cuando estaba detenido y en las pocas oportunidades que hablo con él, este le dijo: «‘Mamá, me están pidiendo que firme la deportación voluntaria para Venezuela. Yo voy a firmar porque me quiero ir para mi casa’. Él firmó».
El 14 de marzo su hijo la llamó y le señaló: «‘mamá, nos llevan a Venezuela, para que me esperen’. Ese día no hubo viaje porque hubo mal tiempo, supuestamente, fue lo que dijo Estados Unidos. Luego el 15 me llama a las 8:30 de la mañana y me dice ‘hoy sí nos llevan a Venezuela'». Como otros cientos de familiares, Solangel se quedó en la tierra donde el sol nace por el Esequibo, esperando a su muchacho.
Cuando vio que su hijo no llegó el 15 de marzo, su angustia comenzó porque en Barquisimeto comentaban ese día en la tarde que a unos venezolanos se los habían llevado a El Salvador. Ella de inmediato pensó que entre ellos estaba Henry. Su corazón de madre se lo decía.
Empezó a revisar diversos portales y redes digitales que reseñaban la noticia, pero «no veía a mi hijo. El lunes me llevó una amiga la foto donde le estaban rapando el cabello, por eso fue que me enteré».
«Sentí mucho dolor, mucha impotencia de verle la cara como él estaba (…) lloré mucho, lloré todo el mes, todo el mes sin comer, llorando», expresa muy afectada.
Confiesa que se angustió cuando escuchaba rumores y comentarios que decían que su hijo y los demás venezolanos estarían un año en esa prisión, porque el régimen de Donald Trump había pagado para que los venezolanos duraran secuestrados en el Cecot por ese lapso de tiempo.
«Decían que eso era un año, que iban a estar incomunicados, que no íbamos a saber nada de ellos, que lo que comían eran frijoles; tantas cosas que decían, y yo como madre preocupadísima, es muy difícil, es fuerte, que usted vea a un familiar, que lo tengan en esa situación, es muy difícil», expresa, recordando aquellos rumores que circularon tras la detención de los connacionales.
Su angustia y su terror por el estado en que se encuentra su hijo y los otros 251 venezolanos, sigue a flor de piel porque no han podido tener ningún tipo de comunicación con ellos, no sabe cómo están, qué comen.
«Dios me ha dado fuerza»
Tras dar a conocer que durante el primer mes después del secuestro de su hijo estuvo «muy malita, en el sentido de que no comía, los nervios, la tensión se me activo», se aferró aún más en el evangelio para poder soportar la ausencia de Henry.
«Gracias a Dios yo estoy en el evangelio y el Señor me ha dado mucha fuerza y le sigo pidiendo mucha fuerza para que él salga pronto», exclama.
De inmediato clama al presidente de la República, Nicolás Maduro, y a los organismos competentes tanto nacionales como internacionales que la ayuden a liberar no solo a Henry sino a los 251 muchachos que están injustamente detenidos en el Cecot, sin haber cometido crímenes, sin que se le permita ningún tipo de ayuda.
Se dirige directamente a los secuestradores de los jóvenes, Donald Trump y Nayib Bukele, y les pide «que se pongan la mano en el corazón y liberen a todos esos muchachos que están sufriendo, ellos están sufriendo, ellos quedaron allá, nosotros aquí sufriendo (…) Es fuerte lo que está pasando, es difícil para todos nosotros, como familiares», expresa visiblemente con mucho dolor.