Alberto Vargas

@albertovargas30

Carlos Marx analizó en diferentes escritos los vínculos entre el mundo social y el mundo natural. A partir de esto desarrolló una concepción materialista-dialéctica de la naturaleza. Para ello se valió de los aportes de Epicuro, Liebig y Darwin. El primero inspiró una visión materialista de la naturaleza, cuyas proposiciones eran que: «Nada es creado nunca, por el poder divino, de la nada… la naturaleza… nunca reduce ninguna cosa a la nada». 

Es más, Marx escribió que «Epicuro fue el primero en comprender la apariencia como apariencia, esto es, como alienación de la esencia, activándose a sí misma en su realidad como tal alienación», con lo cual reconoció el extrañamiento de los seres humanos respecto al mundo; el segundo, ayudó a construir una comprensión del desarrollo sostenible y de la fractura metabólica entre los seres humanos y la tierra, y por lo mismo, le permitió desarrollar una crítica sistemática de la explotación del suelo; y, el tercero, ayudó a adoptar un enfoque coevolucionista de las relaciones entre los humanos y la naturaleza, lo que le proporcionó una base histórico–natural para la teoría del papel del trabajo en la evolución de la sociedad humana.

Para entender el concepto de la naturaleza, Marx bosqueja una definición: «La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre, es decir, la naturaleza en cuanto no es ella misma el cuerpo humano. El hombre vive de la naturaleza; esto quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el que debe permanecer en un proceso continuo, a fin de no perecer. El hecho de que la vida física y espiritual del hombre depende de la naturaleza, no significa otra cosa sino que la naturaleza se relaciona consigo misma, ya que el hombre es una parte de la naturaleza»; esto, es, no existe dicotomía entre el ser humano y la naturaleza: «El hombre no está en la naturaleza, sino que es naturaleza».

También -Marx- hizo referencia a la naturaleza en la medida que esta se entrelazaba en la historia de la humanidad a través de la producción, como extensión del cuerpo humano. Lo que explica que la relación humana con la naturaleza está mediatizada no solo a través de la producción, sino también por medio de las herramientas, que son producto de la transformación de la naturaleza, y ha permitido a la humanidad transformar la naturaleza.

Marx destacó que el trabajo alienado convierte a la naturaleza en algo extraño al hombre, en un «mundo ajeno», «hostilmente contrapuesto al trabajador». En este sentido, en la apropiación privada, existe una alienación respecto a la naturaleza donde los medios de vida y de trabajo no le pertenecen al trabajador y se le presentan como objetos externos, es decir, «enajena al hombre de su propio cuerpo, de la naturaleza, tal como existe fuera de él, de su esencia espiritual, y de su esencia humana». La alienación de la humanidad y de la naturaleza tiene como resultado no solo la renuncia al trabajo creativo, sino también la renuncia a los elementos esenciales de la vida misma.

Luego, como el capitalista no va a renunciar a la acumulación de la riqueza y, por lo mismo, no va a dejar de explotar a los trabajadores y expoliar a la naturaleza, construye mecanismos engañosos que supuestamente van a dar respuestas a la crisis ecológica.

La Organización de la Naciones Unidas (ONU) advirtió que se necesitan medidas drásticas para cumplir los objetivos climáticos establecidos en el Acuerdo de París. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera aumentó a una velocidad récord el año pasado, para alcanzar un nivel no visto durante más de tres millones de años.

La crisis ecológica que viene sufriendo el planeta se expresa en la contaminación y en el agotamiento de los recursos. La contaminación del aire, del agua para la vida y del medio ambiente, en general, ha provocado el calentamiento del planeta, el derretimiento de los glaciales polares, la multiplicación de catástrofes naturales y la destrucción de la capa de ozono.

De otro lado, el agotamiento de los recursos ha generado la degradación de las condiciones del suelo, la deforestación y destrucción de los bosques húmedos tropicales y, por lo mismo, su desertificación y reducción de la biodiversidad por la extinción de miles de especies. Las consecuencias ambientales no solo son el resultado de la contaminación y el agotamiento de los recursos, sino también el resultado de los efectos que ha tenido la emigración de los trabajadores de las zonas productoras de materias, en busca de trabajo en las zonas en desarrollo e industrializadas.

Los hidrocarburos que tardaron 400 millones de años en formarse, en apenas dos siglos lo están acabando.

El imperio no tiene interés en contener la catástrofe ecológica mundial que amenaza a esta bella Tierra; así lo ha hecho saber Washington. EE. UU. con menos del 5% de la población mundial emite el 25% del dióxido de carbono, o sea, es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo. 30 países, incluyendo a la Unión Europea, consumen el 80 % del combustible que se produce. 

Desde el Protocolo de Kyoto las emisiones de los países desarrollados se elevaron en un 13 % y de ese volumen el 55 % corresponde a EE. UU. Entre tanto, la temperatura va en aumento.

Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial, elaborado en Japón por más de 60 reputados expertos sobre el calentamiento global, hicieron el alerta: el cambio climático le depara a la humanidad riesgos mucho más inmediatos y peligrosos de lo que se creía.

La suerte está echada. «Socialismo o barbarie».

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