Alcides Castillo

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El pueblo de Colombia transita por momentos críticos. No solo se trata de la Covid-19 sino de la violencia estructural que día a día cobra la vida de niñas, niños, jóvenes y adultos mayores, y a la vez produce impunidad en los altos mandos de los cuerpos militares, policiales internos, y en los efectivos castrenses que malviven en las siete bases militares incrustadas en la nación neogranadina.

El Estado colombiano, conformado por la oligarquía, las élites políticas, la cúpula de las iglesias, y empresarial, entregaron la soberanía, la libertad y la independencia. Se postraron ante el enemigo histórico de los pueblos: el imperialismo estadounidense, agresor y depredador, criminal y explotador. Hoy el pueblo trabajador y honesto (mal) vive el peor momento de su historia con un gobernante cuyo soporte son los narcotraficantes, los paramilitares, y con la incorporación de mercenarios que reciben dinero, entrenamiento y pertrechos militares para intervenir en territorio de nuestra patria e intentar desestabilizar y derrocar al gobierno constitucional surgido de la voluntad popular.

El presidente de Colombia, Iván Duque, y sus mentor político Álvaro Uribe Vélez, ambos ligados al narcotráfico y a los paramilitares, intentan exportar la violencia y tomar control de territorio en nuestra nación. Las últimas acciones de agresión de los paracos en la población de La Victoria, ubicada en nuestra frontera del estado Apure, demuestran que los guerreristas santanderistas pretenden escalar un conflicto para cumplir el mandato del gobierno de Estados Unidos que no es otro que intentar destruir nuestra Revolución Bolivariana.

Las fuerzas del mal, asentadas en Colombia, unidas con los fascistas venezolanos, se unificaron para hacer la vida imposible al solicitar el bloqueo criminal y robar más de siete mil millones de bolívares que pertenecen al pueblo venezolano con la complicidad de gobiernos forajidos como el de Estados Unidos e Inglaterra

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