“No pueden ser maltratados solo por ser venezolanos”, sentencia hermana de Mikael Fernández, secuestrado en El Salvador
Llegó a Nueva York cargado de sueños y con el objetivo de cubrir los gastos médicos de su madre. Fotos Cortesía Ligia Serrano.

VEA / Yonaski Moreno
La esperanza del reencuentro, de fundirse en un fuerte abrazo y poder intercambiar alegres sonrisas con su hermano, ha mantenido en pie a Ligia del Valle Serrano Subero desde el pasado 16 de marzo. Ese día, una imagen en redes digitales la llenó de angustia, dolor e incertidumbre.
La gráfica mostraba a su hermano menor, Mikael Alejandro Fernández Subero, mientras era desprendido de su cabello rizado. En la descripción se leía: «Miembros del temido grupo criminal Tren de Aragua trasladados a El Salvador».
Como otros tantos jóvenes, Mikael Alejandro fue engañado por las autoridades estadounidenses. Le dijeron que sería deportado a su patria, pero en su lugar fue enviado al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), ubicado en Tecoluca, El Salvador, relata su hermana.
En conversación con Diario VEA, pidió que se revise caso por caso y sea dejada de lado la xenofobia y la discriminación. «No pueden ser maltratados por el simple hecho de ser venezolanos o tener un tatuaje, porque un tatuaje no nos define como buena o mala persona», expresó.
El joven de 23 años no es un criminal. No tiene cuentas con la justicia, nunca las ha tenido, asegura su hermana. Se ha dedicado a la barbería por muchos años, también es tatuador. Compone y canta rap, improvisa. «Queremos justicia. No es justo que él esté pasando por esta situación sin merecerlo, nunca ha estado preso, nunca ha tenido problemas con la justicia, no tiene antecedentes penales ni en Estados Unidos ni en Venezuela», señaló Ligia Serrano.
Relató que Mikael Alejandro llegó a Estados Unidos en diciembre de 2023, cargado de sueños y el objetivo de cubrir los gastos médicos de su madre, quien luchaba contra el cáncer. «No es porque sea mi hermano, pero de verdad que tiene un corazón muy lindo», compartió su hermana.
Lo que esta familia define como una pesadilla, inició el pasado 13 de febrero a las 8:00 de la mañana en Nueva York, donde el joven vivía junto a su esposa. Ambos se encontraban en casa cuando fueron abordados por la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Buscaban a un ciudadano de origen dominicano que también vivía en la residencia.
«Los esposaron a los dos, a mi cuñada y a mi hermano. Le pidieron a mi cuñada si podían revisar la casa, ella les dijo que sí. Después de una hora revisando la casa, imagino yo que buscando algún armamento o qué sé yo, obviamente no consiguieron nada. Sueltan a mi cuñada, pero se lo llevan a él. Mi cuñada pregunta que por qué se lo llevan y ellos le dicen que por averiguaciones».
Al no poder relacionar al joven venezolano con ningún delito, los agentes de la DEA lo entregaron a Migración. «Estuvo en Pensilvania un mes y luego lo pasaron a Texas», precisó Ligia. Añade que Mikael Alejandro ya había realizado los trámites correspondientes para recibir el permiso de trabajo y solo se encontraba esperando que le fuera entregado el documento.
Mientras estuvo en los centros de detención de Pensilvania y Texas, el joven se mantuvo en constante comunicación con su familia. «Tenía una tablet que le dieron allá, le daban acceso por cierto tiempo; mi cuñada le recargaba y él podía llamar, hablábamos con él», indicó. Denunció que desde que fue traslado a El Salvador no han recibido noticias suyas. «No sabemos nada de mi hermano», señaló.
Ligia Serrano pide justicia, no solo para su hermano, sino para los 238 jóvenes que fueron secuestrados por los gobiernos de Estados Unidos y El Salvador. «Fueron llevados a El Salvador sin haber tenido un juicio, sin revisar expedientes, sin haberle dado la oportunidad de poderse defender de lo que se le estaba acusando», expresó.