Otra vez en defensa de la familia Hernández Garcés Méndez, en Cumaná, estado Sucre
Al Estimado Fiscal General de la República, Tarek William Saab.
Rafael Hernández Garcés
CI 6193264
Luego de la violencia fascista que desde la ultraderecha pretendió, una vez más, incendiar al país y sumirnos en un túnel sin salida, hago un reconocimiento público a su valiente actuación, sin la cual habría sido mucho más compleja la tarea de sofocar la perversidad de quienes no creen ni en la democracia ni en la paz, aunque se escondan detrás de elegantes fachadas. Derrotar al fascismo, siempre será una cuestión ética.
Ahora bien, estimado Fiscal, además de esto, tengo el deber, también ético, de escribirle sobre una situación que vive la familia Hernández Garcés Méndez, de Cumaná, estado Sucre, a todas luces, parientes míos. Son mis hermanos, mi hermana y mi cuñada. Sumados a ellas y a él, están cuatro sobrinos, tres de ellos, menores de edad.
A estas personas, estimado Fiscal, se les acusa hoy penalmente, de invasores de una propiedad en la cual residen desde hace 19 años. Se les acusa sin argumento alguno de un presunto delito que jamás han cometido, según lo puede constatar la misma comunidad que les conoce lo suficiente: mi cuñada, Gioconda Méndez es Jefa de Comunidad en el respectivo CLAP y Vocera Estadal del Frente de Cocineras de la Patria «Fernanda Bolaños»; mi hermana, Luz Hernández Garcés, es Líder de Calle y ha sido Jefa de UBCH; mi hermano, Fausto Hernández Garcés, tiene una extensa trayectoria política en la izquierda desde hace alrededor de 45 años. Cuando los caracterizo aquí, no es para que sus trayectorias sean usadas como privilegios, sino en favor de una verdad que es harto conocida por muchos en este estado y en otras partes. Es por un asunto ético también.
Mi familia ha sido citada por el Fiscal Aulio Durán, Fiscal 1ro de Cumaná. Sabemos que estos procedimientos son a veces necesarios para despejar la neblina y hallar la verdad, pero lo que si me extraña es que un caso que estaba tratado como Civil, haya migrado de una forma tan ligera a lo Penal, en una especie de transfiguración que apunta a una posible criminalización de quienes son inocentes de cualquier acusación de esa naturaleza.
Llegado a este punto, ya debe usted saber el porqué le escribo, estimado Fiscal. En mis reflexiones posteriores a la violencia fascista, he concluido que esa nefasta «muerte de las ideas», ha desaparecido del imaginario de alguna gente que ya no mira al fascismo como algo propio de esta realidad. Mi petición tiene que ver con evitar una injusticia que pueda ser aplaudida por los monstruos que algunos creen extintos.
Mi llamado es desde una posición ética: allí hay una familia honesta, que no merece una señalización que denoste de su honor. Allí no hay invasores, allí no hay transgresores. Allí hay moral y decencia. Saludos fraternos, estimado Fiscal General.