Néstor Rivero Pérez

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En la noche del 10 mayo de 1933 se procedió, de modo simultáneo, en la Plaza de la Ópera de Berlín y otras 21 ciudades de la Alemania nazi a la incineración pública de más de 20 mil ejemplares de libros de autores cuyos nombres y obras, en el marco del régimen totalitario y de “pureza racial” que encabezaba Adolfo Hitler habían sido declarados prohibidos por el Partido Nacionalsocialista.

Escritores perseguidos

Entre los literatos, artistas y científicos, vivos o desaparecidos, cuya obra se quiso hacer desaparecer de la conciencia germana se encontraban el Premio Nobel de Física Albert Einstein, el dramaturgo Bertold Brecht, y los escritores Walter Benjamín, Rosa Luxemburgo, Karl Marx y Karl Liebknecht. Además, “André Gide, Romain Rolland, Henri Barbusse, Ernest Hemingway, Upton Sinclair, Jack London y John Dos Passos, así como los soviéticos Máximo Gorki, Vladimir Lenin, León Trotski y Vladímir Mayakovski”. Varios de ellos habían obtenido, o recibirían en años posteriores, el Premio Nobel de Literatura.

Cadáveres vivientes”

Empero la condena no se redujo a la mera quema de la obra literaria de los execrados, sino que contempló también medidas como la expulsión de los tachados de cátedras, prohibición de empleo, destierros, internamiento en campos de concentración y emigraciones interiores, lo cual creó un cuadro que, en palabras de uno de los afectados, hacía de las víctimas verdaderos “cadáveres vivientes”.

La desesperación indujo a varias celebridades literarias, como Stefan Sweig, Walter Benjamin y Ernst Toller, a quitarse la vida.

Significado de la quema

El bárbaro significado de aquella noche nazi se traducía en el absoluto desprecio y prohibición oficial de ideas distintas a las “oficiales”. Y ello regía en el ámbito de las teorías científicas, materia religiosa, étnico-racial y en cualquier tipo de explicación que no respondiera en su detalle a la visión nazi del mundo.

De allí que los fanatizados activistas del Partido Nacionalsocialista acompañasen las consignas más desmesuradas a la hora de justificar aquella atrocidad, viendo enemigos mortales en quienes postulaban valores contrarios al ideario consagrado en el libro Mi lucha, publicado por Hitler en 1925, y que constituyó sustento ideológico de tan abominable proyecto político.

La brutal acción se emparentaba con la “Noche de los cuchillos largos” de 1934, en que se quitó la vida a decenas de opositores internos de Hitler, y la “Noche de los cristales rotos” de 1938, con la que se dio comienzo a la persecución y exterminio de judíos, gitanos, comunistas y otras minorías.

Testimonio

Erich Kästner, cuyos libros se encontraban entre los que esa noche acrecentaron la pira, estuvo presente como una más de la multitud, en la Plaza de la Ópera en Berlín. He aquí su testimonio, “en el año 1933 quemaron mis libros en la gran plaza al lado de la Ópera del Estado, un tal señor –Joseph- Goebbels con pompa festivo fúnebre (…) llamó por su nombre a veinticuatro escritores alemanes que debían ser simbólicamente obliterados (borrados) para siempre.

Yo fui el único de los veinticuatro que se presentó en persona para asistir a este descaro teatral. Yo estaba delante de la universidad entre estudiantes en uniformes de las SA…vi cómo nuestros libros volaban en las temblorosas llamas y oí la empalagosa diatriba del pequeño granuja mentiroso.

Un clima de funeral colgaba sobre la ciudad” (Wikipedia). Kästner recuerda la sensación que experimentó cuando, tras haber alcanzado la consagración como escritor, de repente se encuentra que en los estantes de librerías ya no se ven ejemplares de sus obras que hasta hacía poco gozaron de alta demanda.

Sinóptico

1889

Nació Armando Reverón

Este día nació en Caracas el más grande genio de la plástica venezolana del siglo XX y cuyas obras concitaron la admiración de pintores como Pablo Picasso. Desde los laberintos de su imaginación el propio Reverón comentó acerca de su proyección, remitiendo a que se preguntase a sus óleos: “No puedo saber lo que ahora dicen de mí (…). Debo ser como un cuadro”.

En la compilación Los laberintos de la luz el crítico Juan Calzadilla al examinar con detenimiento la realidad interior del maestro del Castillete de Macuto, cita la iluminadora la relación de arte y psicopatología formulada por Moisés Feldman: “el estilo de vida que escogió Reverón a partir de 1920 refugiándose en…el Castillete, buscando aislamiento y rodeándose de muñecas, animales y creando una atmósfera teatral puede darnos…una forma personal de terapia que el pintor ideó para lograr un equilibrio en su salud mental”. Y ello le permitió concentrarse en sus experimentos en torno al color y la luz que resultaron en cuadros que hoy sorprenden por sus destellos de singularidad. De acuerdo a Bernardo Monsanto, Reverón afirmaba con el “tacto la textura de materiales como papel, coleto, cables”. Para Reverón, de acuerdo a reseña de Calzadilla, se trataba de seres vivos “trapos, papel, madera, lienzo”.

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