¡Al corazón! Petro en la ONU llamó a combatir irracionalidad del capital (Ver video y discurso completo)
El Presidente de Colombia precisó que esta es la fórmula para combatir la adicción y los negocios con las drogas, y contener el cambio climático. Foto @InfoPresidencia
VEA / Yuleidys Hernández Toledo
Combatir la irracionalidad del capital es la fórmula para enfrentar la adicción y los negocios con las drogas, y contener el cambio climático. Así lo expresó este martes 20 de septiembre el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en su primer discurso ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
«Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas. Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras de armas, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes. ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder. No toquen con sus venenos la belleza de mi patria, Ayúdennos sin hipocresías a salvar la selva amazónica para salvar la vida de la humanidad en el planeta», manifestó en su intervención en el 77° Período Ordinario de Sesiones de la ONU.
En Nueva York, Estados Unidos, país que lidera el consumo de drogas en el mundo, resaltó que la llamada lucha contra las drogas, impuesta por el poder mundial hace 40 años, ha fracasado y se ha convertido en una guerra contra la selva, sus plantas y la gente que la cultiva.
En un discurso que duró 20 minutos, y que se volvió tendencia en redes sociales, indicó que es el momento para que el mundo cambie su visión y en vez de «quemar la selva» y llenarla de «venenos» como el glifosato para intentar erradicar plantas como la coca, debería enfocarse en luchar contra los factores de poder que se enriquecen con las adicciones de las personas y la producción de drogas.
«La enfermedad de la soledad no se curará con el glifosato sobre las selvas. No es la selva la culpable. La culpable es su sociedad educada en el consumo sin fin, en la confusión estúpida entre consumo y felicidad que permite, eso sí, que los bolsillos del poder se llenen de dinero. La culpable de la adicción a las drogas no es la selva, es la irracionalidad de su poder mundial. Denle un golpe de luz, de razón a su poder. Prendan de nuevo las luces del siglo. Cuarenta años ha durado la guerra contra las drogas, si no corregimos el rumbo y esta se prolonga otros 40 años, Estados Unidos verá morir de sobredosis a 2.800.000 jóvenes por fentanilo, que no se produce en nuestra América Latina«, expresó.
Defender la selva, el clima, la humanidad
El Presidente colombiano también convocó a todos los países de América Latina a unirse para salvar la selva amazónica y detener el desastre climático, causado por la irracionalidad del capital.
«Aquí, en esta selva amazónica hay un fracaso de la humanidad. Tras las hogueras que la queman, tras su envenenamiento, hay un fracaso integral, civilizatorio de la humanidad. Detrás de la adicción a la cocaína y a las drogas, detrás de la adicción al petróleo y al carbón, está la verdadera adicción de esta fase de la historia humana: la adicción al poder irracional, a la ganancia y al dinero. He aquí la enorme maquinaria mortal que puede extinguir la humanidad», manifestó.
Más adelante convocó a toda América Latina a defender la selva amazónica. «Convoco la voz de Latinoamérica a unirse para derrotar lo irracional que martiriza nuestro cuerpo. Los convoco a salvar la selva amazónica integralmente con los recursos que puedan destinarse mundialmente a la vida».
Agregó: «Si no tienen la capacidad para financiar el fondo de la revitalización de las selvas, si pesa más destinar el dinero a las armas que a la vida, entonces reduzcan la deuda externa para liberar nuestros propios espacios presupuestales y con ellos realizar la tarea de salvar la humanidad y la vida en el planeta. Lo podemos hacer nosotros si ustedes lo del norte no quieren. Solo cambien deuda por vida, por naturaleza. Les propongo y los convoco a América Latina para ello, dialogar para acabar la guerra. No nos presionen para alinderarnos en los campos de la guerra».
Es la hora de la paz
El Mandatario colombiano también pidió dar prioridad al entendimiento para poner fin a las guerras que hay en el mundo.
«¿Para qué la guerra si lo que necesitamos es salvar la especie humana? ¿Para qué sirve la OTAN y los imperios, si lo que viene es el fin de la inteligencia? El desastre climático matará a centenares de millones de personas y, oigan bien, no lo produce el planeta, lo produce el capital. La causa del desastre climático es el capital. La lógica de relacionarnos para consumir cada vez más, para producir cada vez más, y para que algunos pocos ganen cada vez más, es eso lo que produce el desastre climático«, dijo.
«Desde América Latina convocamos a Ucrania y Rusia a hacer la paz. Solo en paz podremos salvar la vida en esta nuestra tierra común. No hay paz total sin justicia social, económica y ambiental. Estamos en guerra, también, con el planeta. Sin paz con el planeta no habrá paz entre las naciones. Sin justicia social no hay paz social», expresó al final.
Aquí el discurso completo
Vengo de uno de los tres países más bellos de la Tierra. Allí hay una explosión de vida. Miles de especies multicolores en los mares, en los cielos, en las tierras… vengo de la tierra de las mariposas amarillas y de la magia. Allí en las montañas y valles de todos los verdes, no solo bajan las aguas abundantes, bajan también los torrentes de la sangre. Vengo de un país de belleza ensangrentada.
Mi país no solo es bello, es también violento. ¿Cómo puede conjugarse la belleza con la muerte?, ¿cómo puede erupcionar la biodiversidad de la vida con las danzas de la muerte y el horror? ¿Quién es el culpable de romper el encanto con el terror?
¿Quién o qué es el responsable de ahogar la vida en las decisiones rutinarias de la riqueza y del interés? ¿Quién nos lleva a la destrucción como nación y como pueblo?
Mi país es bello porque tiene la selva amazónica, la del Chocó, las aguas, las cordilleras de los Andes, y los océanos.
Allí en esas selvas se emana oxígeno planetario y se absorbe el CO2 atmosférico. Una de esas plantas que absorbe el CO2, entre millones de especies, es una de las más perseguidas de la tierra. A cómo dé lugar se busca su destrucción: es una planta amazónica, es la planta de la coca, planta sagrada de los Incas.
Como en un cruce de caminos paradójico. La selva que se intenta salvar es al mismo tiempo destruida. Para destruir la planta de coca arrojan venenos, glifosato en masa que corre por las aguas, detienen a sus cultivadores y los encarcelan. Por destruir o poseer la hoja de la coca mueren un millón de latinoamericanos asesinados y encarcelan a dos millones de afros en la América del Norte. Destruid la planta que mata gritan desde el norte, pero la planta no es sino una planta más de las millones que perecen cuando desatan el fuego sobre la selva.
Destruir la selva, el Amazonas, se convirtió en la consigna que siguen Estados y negociantes. No importa el grito de los científicos bautizando la Selva como uno de los grandes pilares climáticos. Para las relaciones del poder del mundo la selva y sus habitantes son los culpables de la plaga que las azota. A las relaciones de poder las azota la adicción al dinero, a perpetuarse, al petróleo, a la cocaína y a las drogas más duras para poder anestesiarse más. Nada más hipócrita que el discurso para salvar la Selva.
La selva se quema, señores, mientras ustedes hacen la guerra y juegan con ella. La selva, el pilar climático del mundo, desaparece con toda su vida. La gran esponja que absorbe el CO2 planetario se evapora. La selva salvadora es vista en mi país como el enemigo a derrotar, como la maleza a extinguir.
El espacio de la coca y de los campesinos que la cultivan, porque no tienen nada más que cultivar, es demonizado. Para ustedes mi país no les interesa sino para arrojarle veneno a sus selvas, llevarse a sus hombres a la cárcel y arrojar a sus mujeres a la exclusión. No les interesa la educación del niño, sino matarle su selva y extraer el carbón y el petróleo de sus entrañas. La esponja que absorbe los venenos no sirve, prefieren arrojarle más venenos a la atmósfera.
Nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad que la llevan a vivir en medio de las burbujas de las drogas. Les ocultamos sus problemas que se niegan a reformar. Mejor es declararle la guerra a la selva, a sus plantas, a sus gentes. Mientras dejan quemar las selvas, mientras hipócritas persiguen las plantas con venenos para ocultar los desastres de su propia sociedad, nos piden más y más carbón, más y más petróleo, para calmar la otra adicción: la del consumo, la del poder, la del dinero.
¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo? El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobredosis, y más por las mezclas que provoca su clandestinidad dictaminada, pero, en cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda la humanidad. Estas son las cosas del poder mundial, cosas de la injusticia, cosas de la irracionalidad, porque el poder mundial se ha vuelto irracional.
Ven en la exuberancia de la selva, en su vitalidad, lo lujurioso, lo pecaminoso; el origen culpable de la tristeza de sus sociedades, imbuidas en la compulsión ilimitada del tener, de tener y del consumir. Cómo ocultar la soledad del corazón, en su sequedad en medio de sociedades sin afectos, competitivas hasta encarcelar el alma en la soledad, sino es echando la culpa a la planta, al hombre que la cultiva, a los secretos libertarios de la selva. Según el poder irracional del mundo la culpa no es del mercado que recorta la existencia, la culpa es de la selva y de quienes la habitan.
Las cuentas bancarias se han vuelto ilimitadas, los dineros guardados de los más poderosos de la tierra ya no podrán siquiera gastarse en el tiempo de los siglos. La tristeza de la existencia que produce esa artificial convocatoria a la competencia, la llenan con ruido y con drogas. La adicción al dinero y al tener tiene otra cara: la adicción a las drogas en las personas que pierden la competencia de la carrera artificial en la que han transformado a la humanidad.
La enfermedad de la soledad no se curará con el glifosato sobre las selvas. No es la selva la culpable. La culpable es su sociedad educada en el consumo sin fin, en la confusión estúpida entre consumo y felicidad que permite, eso sí, que los bolsillos del poder se llenen de dinero.
La culpable de la adicción a las drogas no es la selva, es la irracionalidad de su poder mundial. Denle un golpe de luz, de razón a su poder. Prendan de nuevo las luces del siglo. Cuarenta años ha durado la guerra contra las drogas, si no corregimos el rumbo y esta se prolonga otros 40 años, Estados Unidos verá morir de sobredosis a 2 millones 800 mil jóvenes por fentanilo, que no se produce en nuestra América Latina.
Verá millones de afros norteamericanos ser apresados en sus cárceles privadas. El afro preso se convertirá en negocio de empresas carceleras, morirán asesinados un millón de latinoamericanos más, nos llenarán de sangre nuestras aguas y nuestros campos verdes, verán morir el sueño de la democracia tanto en mi América como en la América anglosajona. La democracia morirá allí en donde nació, en la gran Atenas occidental europea.
Por ocultar la verdad, verán morir la selva y las democracias. La guerra contra las drogas ha fracasado. La lucha contra la crisis climática ha fracasado. Han aumentado los consumos mortales, de drogas suaves han pasado a las más duras, se ha producido un genocidio en mi continente y en mi país, han condenado a las cárceles a millones de personas, para ocultar sus propias culpas sociales le han echado la culpa a la selva y sus plantas. Han llenado de sinrazón los discursos y las políticas.
Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas. Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras de armas, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes. ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder. No toquen con sus venenos la belleza de mi patria, Ayúdennos sin hipocresías a salvar la selva amazónica para salvar la vida de la humanidad en el planeta.
Ustedes reunieron a los científicos, y ellos hablaron con la razón. Con matemáticas y modelos climatológicos dijeron que se acercaba el fin de la especie humana, que su tiempo ya no es de milenios, ni siquiera de siglos. La ciencia prendió la alarma y dejamos de escucharla. La guerra nos sirvió de excusa para no tomar las medidas necesarias.
Cuando más se necesitaban las acciones, cuando los discursos ya no servían, cuando era indispensable depositar los dineros en los fondos para salvar la humanidad, cuando había que alejarse cuanto antes del carbón y del petróleo se inventaron una guerra y otra y otra. Invadieron Ucrania, pero también Irak, y Libia y Siria. Invadieron en nombre del petróleo y del gas.
Descubrieron en el siglo XXI la peor de sus adicciones: la adicción al dinero y al petróleo. Las guerras les han servido de excusa para no actuar contra la crisis climática. Las guerras les han mostrado cuan dependientes son de lo que acabará con la especie humana.
Si observan que los pueblos se llenan de hambre y de sed y emigran por millones hacia el norte, hacia donde está el agua; entonces ustedes los encierran, construyen muros, despliegan ametralladoras, les disparan. Los expulsan como si no fueran seres humanos, quintuplican la mentalidad de quien creo políticamente las cámaras de gas y los campos de concentración, reproducen a escala planetaria 1933. El día del gran triunfo del asalto a la razón. ¿Acaso no ven que la solución al gran éxodo desatado sobre sus países del norte es volver a que el agua llene los ríos y los campos se llenen de nutrientes? El desastre climático nos llena de virus que pululan arrasándonos, pero ustedes hacen negocios con las medicinas y convierten las vacunas en mercancías.
Proponen que el mercado nos salvará de lo que el mismo mercado ha creado. El Frankenstein de la humanidad está en dejar actuar el mercado y la codicia sin planificar, rindiendo el cerebro y la razón. Arrodillando la racionalidad humana a la codicia.
¿Para qué la guerra si lo que necesitamos es salvar la especie humana? ¿Para qué sirve la OTAN y los imperios, si lo que viene es el fin de la inteligencia? El desastre climático matará a centenares de millones de personas y, oigan bien, no lo produce el planeta, lo produce el capital. La causa del desastre climático es el capital. La lógica de relacionarnos para consumir cada vez más, para producir cada vez más, y para que algunos pocos ganen cada vez más, es eso lo que produce el desastre climático.
Le articularon a la lógica de la acumulación ampliada del capital, los motores energéticos del carbón y del petróleo y desataron el huracán: el cambio químico de la atmósfera cada vez más profundo y mortífero. Ahora en un mundo paralelo, la acumulación ampliada del capital es una acumulación ampliada de la muerte.
Desde las tierras de la selva y la belleza. Allí donde decidieron hacer de una planta selvática amazónica un enemigo, extraditar y encarcelar a sus cultivadores, les invito a detener la guerra, y a detener el desastre climático.
Aquí, en esta selva amazónica hay un fracaso de la humanidad. Tras las hogueras que la queman, tras su envenenamiento, hay un fracaso integral, civilizatorio de la humanidad. Detrás de la adicción a la cocaína y a las drogas, detrás de la adicción al petróleo y al carbón, está la verdadera adicción de esta fase de la historia humana: la adicción al poder irracional, a la ganancia y al dinero. He aquí la enorme maquinaria mortal que puede extinguir a la humanidad.
Les propongo como presidente de uno de los países más hermosos de la tierra, y de los más ensangrentados y violentados, acabar la guerra contra las drogas y todas las guerras, y permitir que nuestro pueblo pueda vivir en paz.
Convoco a toda América Latina en este propósito. Convoco la voz de Latinoamérica a unirse para derrotar lo irracional que martiriza nuestro cuerpo. Los convoco a salvar la selva amazónica integralmente con los recursos que puedan destinarse mundialmente a la vida.
Si no tienen la capacidad para financiar el fondo de la revitalización de las selvas, si pesa más destinar el dinero a las armas que a la vida, entonces reduzcan la deuda externa para liberar nuestros propios espacios presupuestales y con ellos realizar la tarea de salvar la humanidad y la vida en el planeta. Lo podemos hacer nosotros si ustedes los del norte no quieren. Solo cambien deuda por vida, por naturaleza. Les propongo y los convoco a América Latina para ello, dialogar para acabar la guerra. No nos presionen para alinderarnos en los campos de la guerra. Es la hora de la PAZ. Que los pueblos eslavos hablen entre sí, que lo hagan los pueblos del mundo. La guerra es solo una trampa que acerca el fin de los tiempos en la gran orgía de la irracionalidad.
Desde América Latina, convocamos a Ucrania y Rusia a hacer la paz. Solo en paz podremos salvar la vida en esta nuestra tierra común. No hay paz total sin justicia social, económica y ambiental.
Estamos en guerra, también, con el planeta. Sin paz con el planeta no habrá paz entre las naciones. Sin justicia social no hay paz social.